miércoles, 28 de septiembre de 2011

VEINTICINCO AÑOS MENOS UN DÍA

Esperaba empezar mi blog con una gran obra de teatro, de esas que sólo el título evoca grandes clásicos, obras únicas, reconocidas por todos, pero no es así. Coincide que mi primera obra es actual y escrita directamente para ser interpretada, es decir, el título no da ninguna pista:
Veinticinco años menos un día.
Las obras desconocidas y nuevas cuentan aún con más sorpresas y magia que el resto del teatro porque todo está por descubrir. Las pocas críticas de teatro no suelen dar mucha idea de lo que vamos a ver. Y tampoco existen prácticamente los “trailers” que nos anuncien la personalidad de los actores, los decorados, la forma de interpretación... Toda esa magia del teatro nos la encontraremos cuando se apaguen las luces y empecemos a disfrutar de una nueva historia. Y hay veces que nuestras esperanzas (sí, yo siempre elucubro, imagino como va a ser) se cumplen y otras no.

En este caso “25 años menos un día” es de las obras que no llegó a reflejar lo esperado, no llegó a ser de las obras que te dejan una sonrisa, una preocupación, de las que disfrutas cada minuto.

Primero la obra está hecha como teatro dentro del teatro, los actores interpretan una obra, un recurso muy típico pero que no me suele molestar si está bien hecho y si hay algo más detrás de este enredo. Y la representación que están recordando a la última que se realizó de esta obra, transcurridos 25 años menos un día desde el estreno.
Aquí la obra era de humor inglés, una típica infidelidad amorosa entre un empresario, su mujer y su socio. El humor inglés está en todo, ya que un narrador, nuevamente inglés, ameniza y guía a los actores, y va dictando los comportamientos que tienen que seguir, claramente exagerados, buscando el humor. Esto a mí me puede provocar algunas sonrisas pero nada que ver con las carcajadas que suenan en el público, bastante molestas por no venir a cuento.
Al parecer el marido descubre la infidelidad y no encuentra otra solución como castigo y aceptación que sólo dirigir a su mujer la frase más pronunciada en inglés “The tea is ready”. Esto exaspera a su  mujer, que no se ve capaz de tratar el tema de su infidelidad.
Pero el segundo acto se complica cuando el actor que hace de marido, perseguido por espía nazi, escapa durante la representación que tiene lugar a los 25 años menos 1 día del estreno, y deciden elegir a alguien del público para que cubra su personaje. Se produce el caos, la actriz principal no sabe qué está ocurriendo sólo que su supuesto marido está suplantado por un hombre paralizado por el miedo escénico. Pero este caos a veces incluso aburre, la voz del narrador sólo consigue que no se pueda disfrutar tranquilamente de la obra y las bromas se hacen algo repetidas.
Los personajes sobreactúan forzadamente en esta representación alocada intentando salvar la actuación de esa noche. Incluso, el actor circunstancial decide representar su papel libremente, dificultando el trabajo a todos.

En fin, la obra entretiene, saca alguna sonrisa pero no consigue divertir ni ser algo especial. Me quedaría con el momento final, en el que el marido es asesinado, y antes de morir reflexiona sobre todo lo que pudo hacer mejor mientras vivió, olvidar los fantasmas, gozar y disfrutar, compartir y charlar con su mujer, y tratar los problemas en lugar de repetir hasta la saciedad “the tea is ready”.