miércoles, 21 de diciembre de 2011

MÜNCHHAUSEN

No es fácil escribir una crítica sobre esta obra, o al menos comenzarla.

El tema parece muy atrayente, con una lectura rápida de la sinopsis ya se siente curiosidad por conocer más de la historia. Y realmente lo que nos cuentan es interesante pero no consiguen llevar a término todas las expectativas que se imaginan a priori sobre la obra.
Y es que el texto está muy trabajado, cada frase, cada idea, cada gesto tiene su sentido pero se ha llevado a cabo de una forma tan enrevesada que la obra se complica demasiado. Hay veces que es difícil saber de qué nos hablan, qué sentido tienen algunas escenas y acabamos perdidos y aburridos entre tanta idea, sueño, odio que no conseguimos enlazar.  

Porque para mí la obra va de todos esos problemas grandes, desviaciones que no podemos superar, que desarrollamos, heredamos y transmitimos, sin ser conscientes del daño que estamos provocando. Todo ese dolor, tedio, incomprensión que no sólo sufre el que lo vive sino también el que está cerca, especialmente los hijos.

La obra cuenta la historia de una familia a lo largo de siete años, desde el nacimiento de su hijo menor, Nik, hasta su séptimo cumpleaños. El pequeño nació prematuramente y es enfermizo y débil. Su madre vuelca todo su cariño en él, y así cubre la falta de amor de su marido, un ginecólogo que únicamente se fijó en ella como medio para experimentar sus avances médicos y su carrera. Su hija mayor esconde su debilidad bajo una máscara de odio y desprecio a su madre, mientras que adora a su padre, y sólo sueña con salir de allí. La familia vive en la casa de la madre de ella, una mujer anticuada, fría, racista, que desprecia a todos y no sabe mostrar el más mínimo atisbo de cariño por nada ni nadie.

El pequeño se siente arrinconado, odiado, sólo el cariño de su madre le calma y en éste se refugia para no crecer y afrontar la vida. Pero su hermano gemelo, que murió poco después de nacer, viene a hablarle, a pedirle explicaciones por su carácter débil, a reclamarle porqué él murió siendo el más fuerte y a exigirle que se muera.

Los personajes se balancean inestablemente, sufren en silencio y atacan al resto de integrantes de la familia, en un círculo vicioso que va a más y a cada momento parece estar a punto de saltar por los  aires. Sobre todos ellos, es el pequeño Nik el que más sufre, su padre y hermana le odian, su hermano le reclama su muerte, su madre le hiperprotege y un sonido que le acompaña a diario le atormenta. Es el de su madre, que quiere seguir teniéndole unido por una especie de cordón umbilical, que mató a su hermano para salvar y proteger al más débil y necesita seguir dándole de mamar y así salvarse ella, sentir que tiene a alguien a quién querer. Este secreto bien guardado está detrás de todos, les atormenta, una vez desvelado libera al pequeño, le permite ir a dónde debería de haber llegado al nacer.

Al menos esto entendí, quizá había mucho más o puede que el argumento real no roce ni por asomo lo aquí contado. Éste es el problema de de complicar tanto una obra, y a su vez hacerla tan redonda y cerrada. Quizá sería necesario volver a verla y así apreciar los detalles no comprendidos la primera vez, pero no creo que esta obra sea tan buena como para merecerse esa segunda oportunidad.