La estación de verano no es prolija en obras de calidad, pero hay que aprovechar y ver todo aquello que suene bien, ya que en esta época tan convulsa no podemos garantizar que lo que está por venir en otoño sea mejor. La subida de impuestos en espetáculos llevará irremediablemente a la disminución de venta de entradas y por ello también caerán los ingresos de los teatros. Esto supondrá que en un corto periodo de tiempo se eliminarán muchos espectáculos no rentables, especialmente aquellos que antes estaban subvencionados y esos que aportan una visión seria y crítica, pero no muy comercial.
Hay pequeñas salas que milagrosamente parecen ajenas a estos problemas. Hoy la sala Guindalera colgó el cartel "NO HAY LOCALIDADES PARA HOY". No es difícil debido al tamaño del teatro, pero sorprende que siga ocurriendo.
A nivel personal asistir a esta obra era un pequeño desafío para la compañía,que ellos mismos desconocían. Acostumbrada a disfrutar de los autores del Siglo de Oro de manos de sus mayores expertos, la Compañía Nacional de Teatro Clásico, era una prueba de fuego ir a ver a esta pequeña sala una obra del gran Tirso de Molina.
La mujer por fuerza es un espectáculo de enredo, divertido, pero en su día fue una obra transgresora y reivindicativa. Finea, una mujer de clase alta, hermana de un noble de Hungría, es escondida por éste durante la estancia en su casa del conde Federico venido de Nápoles. El hermano intenta salvaguardar el honor de su apellido evitando que ambos se vean. En parte lo consigue, pero sólo en parte. La hermana ha podido ver desde su cárcel al noble y quedó enamorada de él. Por otro lado, el noble napolitano se siente agradecido con su anfitrión y le anuncia antes de su marcha que estaría dispuesto a casarse con su hermana sin conocerla. Un mero formalismo de cortesía que no es olvidado y que tendrá sus consecuencias.
La joven está entregada a conseguir el amor de su hombre y cuando éste parte de vuelta a su tierra, la mujer decide vestirse de paje y ofrecer sus servicios al noble... como hombre, claro! La mujer inventa y enreda, tiene claro su objetivo y no le pesa usar todas las artimañas existentes para conseguir su fin. Así hace creer a la actual prometida de su amado, Florela, que él-ella es un noble español con más patrimonio que el joven napolitano, y le declara amarla perdidamente y por si a ella le quedaran dudas, le presenta a una mujer, supuesta hermana del noble húngaro, es decir, una farsante que hará su papel, que le cuenta a la ingenua novia que se han casado durante su viaje y que la tiene escondida de todos. Y al conde napolitano habla de las bondades de la joven hermana del anfitrión.
Pero como siempre ocurre en estos casos, la historia se complica cuando el noble hungaro aparece para reclamar el rapto de su hermana. Esta denuncia llega hasta el rey, un curioso personaje que se deja convencer por todos. El conde Federico insiste en su inocencia, grita a los cuatro vientos que nunca vio a la hermana del noble, pero tanta confusión, enredo y testimonios en contra le hacen dudar de sus actos, acepta lo que no ha hecho por miedo a lo que puede haber hecho y olvidado. Nunca podemos estar seguros de nuestros actos. Así que acepta casarse con la joven mancillada, aunque ni la conoce ni sabe donde la tiene escondida supuestamente.
Cuando el enfrentamiento no tiene otra salida que un duelo entre ambos nobles, la joven-vasallo cuenta la verdad, el embrollo orquestado con la única excusa de conseguir un amor correspondido. Y, ¿cómo resolver el entuerto creado, con la solución más ventajosa para todos? El rey tendrá, por una vez, que decidir. Y éste decide premiar la astucia, porque se merece ser recompensada con el amor. Federico y Finea quedarán unidos para siempre. Y para que nadie quede descontento, el noble húngaro unirá también su vida con Florela, la joven despechada. Por orden del rey.
La obra es muy moderna para su tiempo, nunca se había visto una mujer con tanta iniciativa y menos aún que obtuviera recompensa por tal capacidad de decisión y por tomar las riendas de su vida. A su vez la obra es divertida y está contada de una forma amena, introduciendo pequeños trucos y gags que consiguen la risa ingenua y la conexión con todo tipo de público.
Las actuaciones son magníficas, profesionales que no salen en ninguna película que les haya convertido en caras conocidas pero que saben transmitir un clásico como pocos actores pueden hacerlo.