Hace años escuché hablar de esta obra y desde entonces algo en ella ha hecho que me siga dando vueltas en la cabeza. Un título tan definitorio no puede dejar a nadie impasible. El dolor como única idea, principio y fin de lo que vamos a ver.
Marguerite Duras nunca concibió esta obra pensando en su público ya que éste es un texto autobiográfico, escrito durante los años en que su marido estaba combatiendo en la Segunda Guerra Mundial.
La representación comienza con un momento reciente y bastante significativo, aquel en que la autora encuentra el diario que escribió cuarenta años atrás, y del que no tenía el más mínimo recuerdo. Unos recuerdos tristes que parecen haber sido borrados de su memoria, intentando con ello arrastrar y llevarse todo el dolor que guardan.
Marguerite nos habla de Robert, el chico más encantador, agradable y maravilloso que conocía. Unos días antes de irse al frente, ella le propuso que se casaran. El mismo día de la boda él partió a la batalla. Para ella el matrimonio fue en gran medida de conveniencia, ya que como esposa tenía un cierto resguardo y protección social en época de guerra.
Años después ella nos cuenta en sus diarios la angustia en que vive y el dolor que siente al no saber nada de su marido. Permanece pegada al teléfono, lee continuamente los periódicos esperando y temiendo encontrar su nombre entre los caídos en el frente. Además de estos sentimientos tan comprensibles, surgen otros pensamientos más oscuros, en los que se pregunta quién es la persona a la que espera, qué sabe de él o si esperar a cualquier otro soldado le causaría la misma sensación.
Por fin Robert es localizado, se encuentra en el campo de exterminio de Dachau, en condiciones lamentables, más cerca de la muerte que de la vida. Sus compañeros le sacan de ese infierno y consiguen traerle de vuelta a Francia. Marguerite, a pesar de las serias dudas que tiene sobre su amor, le acoge en casa y le cuida aunque su cuerpo destrozado le produzca repulsión. Robert consigue sobrevivir y ahora tendrá que afrontar un duro golpe, su mujer le confiesa que quiere tener un hijo con su amigo Dionis al que ama, y le pide que se separen. Aunque la ruptura del matrimonio se produce, la amistad de los tres y los difíciles momentos vividos estarán por encima de la situación y les mantendrá unidos.
Junto a la historia personal de la autora, ella nos cuenta la situación política de su país y nos hace reflexionar sobre las víctimas y los vencedores de las guerras. Los ciudadanos son siempre los olvidados y los grandes perdedores de todos los conflictos mientras que los que desencadenan la barbarie salen victoriosos . Y esta barbarie no es producida por los países ni los gobiernos, su causante es el hombre, capaz de generar los mayores horrores.
Marguerite Duras pretende mostrarnos el dolor de cada persona reflejado en el suyo propio, el de cada ser que siente y sufre con las guerras y con todos los tipos de horror provocados por el hombre. Es capaz de transmitirnos lo que ella está sufriendo, sin ocultarnos el dolor, las dudas o aquellos sentimientos de los que se podría avergonzar. Lo complejo y absurdo de la guerra le obliga a expresar todo lo que tiene dentro, todo aquello que se le pasa por la cabeza. Aunque el tema pueda parecer muy repetido, escucharlo en primera persona y con las palabras de Marguerite Duras nos ayuda a percibirlo de una forma muy íntima y devastadora.
Sobre la actriz, Valery Tellechea, diré que representa el papel de forma magnífica, aunque no se llega a apreciar en las primeras escenas en las que hace de una Marguerite entrada en años. Pero con los minutos su actuación mejora enormemente.