lunes, 1 de diciembre de 2014

EL ZOO DE CRISTAL








Una vez más y ya perdí la cuenta de la cantidad de obras de autores americanos del siglo XX que he visto en estos últimos tiempos. Precisamente si algo les califica es la triste sensación que nos deja cada una de sus representaciones.

Hoy veríamos un texto de Tennessee Williams, el autor del "tranvía llamado Deseo" o del “gato sobre el tejado de cinz caliente". Sólo con el título ya estamos deseando conocer qué se esconde detrás de ese juego de palabras atractivo y enigmático a la vez. Para colmo el título suele describir algo tanto real como figurado, ambos se van a dar en la obra.
El zoo de cristal es la historia de una pequeña y frágil familia que vive una relación enfermiza y condenada al sufrimiento. Amanda es una mujer de unos 50 años que tiene dos hijos, Tom y Laura. Amanda pertenecía a una rica familia sureña, vivió su juventud en la opulencia, y era pretendida por los hijos de todos los terratenientes de la zona. Sin embargo fue a casarse con un guapo chico de sonrisa conquistadora y poco dinero. Un día éste abandonó a su familia y desde entonces madre e hijos malviven con lo que Tom gana como empleado en una zapatería. Pero Tom aspira a ser un gran escritor y siente que su familia es un lastre que le aleja de conseguir el sueño que tanto añora. Laura, la chica, ha vivido toda su vida acomplejada por un problema de cojera. Éste le ha impedido conseguir labrarse un futuro y vive escondida bajo las faldas de su madre. Su único interés es tallar en cristal figuritas de de animales para su zoo. La mayor preocupación de Amanda es que su hija encuentre un marido, pero la timidez de ésta le quita la más mínima esperanza.

El retrato del marido fugado preside el salón como recuerdo de todas las desgracias, sueños y momentos irrepetibles de la familia. Mientras que Amanda aprovecha cualquier oportunidad para hablar de los diecisiete pretendientes que tuvo y de lamentarse por haber ido a elegir al peor, su hijo Tom espera el momento de huir como hizo su padre. Mientras que éste llega, Tom pasa las noches en el cine soñando con otras vidas, y en los bares, olvidando la realidad.


Por fin Tom traza un plan para cambiar su vida pero su madre le descubre. Tras una discusión entre ambos, Amanda le pide que no les abandone mientras que no encuentren un marido para Laura.

Unos días después Tom invitará a un compañero de trabajo a cenar a casa, con la intención de calmar a su madre, aunque sabe que es muy difícil que Jim, que es como se llama su colega en la zapatería, quiera tener alguna relación con su hermana. El mismo Tom ve a su hermana Laura como un ser extraño e inadaptado.


El gran día de la cena llega y Amanda lo preparará todo para conseguir que Jim pase a formar parte de su familia. Pero la puesta en escena no sólo afecta a la potencial prometida, Laura. Amanda querrá ser también el objeto de deseo y sacará sus vestidos de juventud, e intentará cautivar al joven con su conversación como si fuera en busca del pretendiente decimoctavo. Mientras tanto Laura se esconde al descubrir que el chico que les visita fue aquel del que ella estaba enamorada durante el instituto.

Un inesperado corte de luz, debido a que Tom se gastó el dinero destinado al pago de los recibos en sus menesteres, hace que la velada tenga que continuar a la luz de las velas. Tras la cena Jim se acercará a Laura con el fin de ser agradable pero ésta le rehúye porque su timidez la paraliza y bloquea. Por fin Laura se atreve a lanzarle una pregunta que desvela que ellos se conocían de antes. Una vez localizada en su memoria el recuerdo de Laura, Jim con su estupenda verborrea consigue transmitir a Laura la confianza que ella nunca ha tenido. Le dice que en el instituto no se fijó en que ella cojeara, que la encuentra una chica encantadora y muy especial, la hace bailar… y lo peor de todo es que permite que Laura sueñe con una oportunidad de ser feliz. Laura incluso comparte con él su colección del zoo de cristal y Jim admira el trabajo que ella ha hecho. Pero durante el baile la mejor pieza, el unicornio, sufre un accidente y pierde su cuerno que le hace tan especial y diferente. Ahora ese ser único ha pasado a ser como cualquiera de los otros caballos, uno más, debido a la intervención de Jim.



Ambos jóvenes disfrutan de la compañía mutua, Jim está encantado con la sencillez de Laura y la admiración que ésta le profesa y movido por un impulso la besa. Y como un encantamiento que llega a su fin, Jim se arrepiente de lo que ha hecho y desvela que está prometido con otra chica. Pide disculpas sinceras a la joven, confiesa que desconocía el fin por el que había sido invitado y huye de la casa como alma que lleva el diablo.

El sueño casi cumplido se ha roto en mil pedazos. La decepción es aún mayor para la madre que para la hija. El desconsuelo y la furia se mezclan en Amanda que arremete contra su hijo por haber traído a un chico prometido con otra mujer. A esto se une el desembolso que han tenido que hacer para agasajar al joven. Tom no soporta más la situación y sale de la casa para no volver nunca más. Su rumbo será el mismo que siguió su padre, marcharse sin mirar atrás, olvidar todo lo que deja.


Tom nos cuenta que al dejar la casa vio el rostro de su hermana alumbrado por las velas. En su huída de la vida pasada recorrió ciudades, puertos y mundos, pero por mucho que se alejara el rostro de su hermana siempre le persiguió. Laura le impidió asentarse en un nuevo lugar porque estaba en todos los sitios a los que llegaba y nunca más fue capaz de separarse de ella.

La historia es triste como la vida misma. Las obsesiones, los miedos, los arrepentimientos, son los que nos paralizan, nos encierran en nuestra jaula sin rejas de la que no sabemos salir. El zoo de seres frágiles que con el más mínimo soplido se rompe en pedazos.

Volviendo a temas más banales, la representación está bastante bien llevada. Los actores desempeñan muy bien su papel, sin llegar en ningún caso a ser sobresaliente. El escenario es sólo uno, el salón de la casa donde se desarrollan todas las escenas.

Por último sólo comentar un tema menor que me resultó bastante chocante. Los sonidos “enlatados” (máquina de escribir, llaves, puerta) sonaban muy artificiales, incluso costaba reconocer de qué se trataban. Creo mejor poner estos sonidos naturales aunque se escuchen muy bajos. Al menos no se notará tanta diferencia entre éstos y la voz de los actores.