sábado, 26 de enero de 2019

UN CUERPO EN ALGÚN LUGAR


Reviso la cartelera buscando algo interesante pero encuentro poca cosa. Entre muchas obras localizo que el teatro Fernán Gómez presenta dos ofertas que suenan bien, a diferencia de otras veces. Del resto de teatros casi nada me llama la atención. 
“Un cuerpo en algún lugar” utiliza palabras que captan mi atención, Kamikaze, viaje, búsqueda... Y ya decidida a pisar un teatro, valía la pena intentarlo.
La sala es pequeña, los actores nos pueden mirar a cada uno de los espectadores a la cara, lo que da un toque de cercanía e intimidad.

Ellos ya están en el escenario cuando entramos. Se relajan y hacen ejercicios de concentración, quizá dentro del espectáculo.
Cuando nos sentamos uno de los actores se dirige directamente a nosotros, nos introduce el tema del que vamos a hablar, la búsqueda, intenta conseguir nuestra complicidad... Nos habla del tiempo y su medida, de la distancia y su medida, y de cuánto estamos alejados de aquella persona que nos puede salvar... y empieza la representación.

Un personaje central, él, irá haciendo un recorrido y tomando unas decisiones que serán el resultado de las elecciones entre los distintos caminos, como el tronco de un árbol cuando se separa en las ramas. Éstas se irán dividiendo cada vez más veces y llevando a formar un rizoma. La historia está troceada en partes y desordenada. Veremos segmentos de sus encuentros con distintos personajes en las que nos relata lo que siente, lo que vive y lo que le impulsa a no parar en su titánica tarea. El segundo actor representará a cada uno de los distintos personajes con los que se cruza nuestro protagonista y que le darán pie para que nos cuente su historia.

Él no deja impasible a nadie, a algunos pacifica y a otros angustia, pero todos cambian cuando él pasa por sus vidas. Su forma de contar su historia, de indagar en lo que cada uno busca, en observar cómo cada uno acepta o no lo que le toca vivir, revuelve o calma a sus compañeros de viaje.

Estas son las distintas historias que forman el todo:
Él va en un tren recorriendo Alemania. Su compañero de asiento chapurrea el español y entablan una conversación. Nuestro protagonista cuenta que no conoce su destino porque no sabe dónde está la persona que busca y pide consejo sobre dónde bajarse. Difícil aconsejar sin conocer y más aún visto desde la mentalidad de un alemán. Además sabemos que emprendió su viaje hace más de año y medio haciendo un camino de búsqueda hacia un objetivo claro, el amor, pero sin pistas ni datos, sólo esperando llegar pronto a reunirse con ella.

Junto a un carnicero pasa una tarde y una noche en su carnicería, viéndole hacer su trabajo, cortar la carne y compartiendo una profunda charla que cambia vidas. Se pregunta cómo puede llevar toda la vida yendo al mismo sitio a hacer lo mismo, soportando el mismo lugar, el mismo olor. El carnicero lo aguanta todo menos el sonido del neón que, cuando, el negocio está cerrado y nadie pasa por allí, se introduce en su cerebro. Pero éste empieza a incomodarse y prefiere que él se marche incluso le ofrece algo de dinero para coger el siguiente autobús. La tranquila noche se vuelve muy incómoda para los dos.

Él la ha encontrado. Han pasado más de tres años de búsqueda pero ahora sabe que la verá, localizó la dirección de una mujer con su mismo nombre y ahora está en su puerta. Su pareja está en casa. Él está fuera de sí, por fin podrá volver a verla!! El marido intenta tranquilizarle, mira la foto que le muestra y le explica que no es ella. Él insiste, reclama su lugar, pregunta si en ella está Dios, pero algo tan subjetivo no define unívocamente a una persona. Él no es capaz de aceptar que tras tanto recorrido y tanto sufrimiento detrás, no pueda estar ante ella.

Una niña de 6 años se agarra muy fuerte a la baranda de su terraza, se aferra a la vida. Dentro de su casa hay fuego y él intenta darle ánimos para que aguante hasta que lleguen los bomberos. Ella no lo soporta más, y él intenta traerle a la cabeza otros recuerdos. “Dónde te gustaría estar ahora?”, pregunta él. “En mi casa”, contesta la pequeña. Y con esta respuesta la mente de nuestro protagonista abandona su cuerpo y viaja en un instante de regreso a su hogar, la casa que abandonó hace años en busca de lo único que daba sentido a su vida.

Él entra en una floristería para comprar la más bonita flor, la que más le guste a ella. Quizá se la encuentre por la calle, por ello quiere tener siempre una flor que le pueda ofrecer. Después de diez años que menos que darle una flor y así que a ella se le ablande el corazón. El reflexiona en voz alta ante la florista que no es capaz de entender a ese extraño personaje, no sabe qué responder a sus duda y acaba regalándole la flor para deshacerse de él.

Él es un chico joven que está en un bar preguntando al camarero, pero este no para un segundo porque todas las mesas están llenas y está solo detrás de la barra. La camarera que tenían no ha aparecido. Él desiste y se va a marchar, entonces el camarero cae en la cuenta y le enseña una carta que parece que han dejado para él. Cuando la lee su cara se transforma, no para mal, no para bien, en él se produce un cambio que será el principio de la historia y su motor, las palabras escritas en esa carta.

En un confesionario nuestro protagonista cuenta su historia. El sacerdote se siente tan conmovido que necesita salir para ver su cara. A cambio él le dice que también le hace falta sentir que no es la única persona que siente su vida como una búsqueda hacia aquello que te salve, aquello sin lo cual estaría hundido. Así que pide al cura que le cuente algo que le atormente, algo que no sepa nadie. Éste explica un sueño que no le deja descansar desde que su hermano murió. Él lo escucha atentamente y a continuación une sus manos con el sacerdote en señal de alivio, de compañía y se marcha a otro lugar.

Él ha pasado por un hotel, y allí cometió un terrible descuido, perdió la carta que ella le dejó en el bar. Se la sabe de memoria, está grabada en su cabeza, pero necesita recordar palabra por palabra lo que ella escribió. Llama al hotel y el recepcionista se desentiende del problema del cliente. Por fin le convence y éste accede a leérsela. El chico sufre una catarsis durante su lectura, primero se avergüenza por leer sentimientos tan íntimos, después se compadece de él y al final siente empatía y admiración, cargadas de envidia por no ser él el destinatario. Al final es él el que necesita y acaba recitando la carta y el chico solo le apunta algunos comienzos de frase, le anima para que continúe, quiere asegurarse de que recordará esas frases para siempre.

Y la carta habla de esa noche primera que no vamos a ver pero que es el origen de todo. Se conocieron en un bar, hablaron mucho, disfrutaron más, y llegó el momento de despedirse. Él volvería a buscarla pero antes de que eso pasara ella huyó con otra persona, se alejó. En la carta se pregunta cuánto le distancia de la persona que le salva… Espera que él vuelva al bar a buscarla y que recoja la carta y allí encuentre y acepte su despedida.



De vuelta al pasado, nos encontramos con la primera escena de todas, él está con su madre, emocionado relata la noche anterior en que conoció a una estupenda chica en un bar. Ella quiere que se centre, que acabe sus estudios y que no se despiste pero también disfruta viendo cómo su inocente hijo siente el principio del amor. Sabe que está atrapado y sólo quiere que no sufra, pero es inevitable. Él duda, le consulta cuándo es más conveniente que vuelva al bar a verla, sueña con ella y con cada palabra, cada momento que compartieron la noche anterior. Lo hará dos días después, volverá al bar y allí sólo encontrará la carta que ella le dejó.

Dieciocho años de recorrido es media vida y por fin da sus frutos, quizá no los que esperaba, o puede que lo que esto oculte sea mucho más de lo que pudo nunca imaginar. Una adolescente de dieciséis años está ante él y es idéntica a ella, es su hija. Él le enseña la foto y a ella le cuesta recordarla, se emociona. El motivo es que la mujer que busca desesperadamente huyó hace mucho, cuando su hija tenía un año, la que ahora es adolescente. Escapó de esta vida y se fue para nunca volver. Tenía que regresar al lugar de donde no tenía que haberse ido. El recuerdo de ella permanece como una nebulosa, algo imposible de despejar. La vida une a ambos y les somete al mismo sentimiento de pérdida, ambos con de la misma persona, ambos vieron sus vidas truncadas tras su marcha.

Él vuelve a su hogar, hace muchos años que se fue pero espera encontrar a su madre esperándole. Y un brillo especial le hace creer que ella también estará allí, que llevará años aguardando a que el amor de su vida aparezca. En el tren de vuelta se encuentra a un joven que va sin destino, buscando un nuevo camino, un sentido. La historia vuelve a empezar.

En el escenario sólo nos acompañan dos cuerpos, los actores que simplemente ocupando algún lugar representan los personajes de las distintas escenas. En el escenario dos sillas y unas marcas en el suelo que indican dónde hay que colocarlas.

Como magia del teatro, el actor que representa los once personajes sólo cambia la voz adaptándola a cada uno, no hay vestuario, no hay decorado. Y para rizar el rizo, en el personaje de la madre decide quitar toda la expresión de su voz, intentando eliminar la emoción de una conversación tan importante como esa. Es un juego más dentro de todo lo que es el teatro. Al final, un momento que rebosa carga emotiva se hace cómico y arranca a todos una risa.

Aunque el tema sea bastante común, la historia está contada de una forma original. Los actores consiguen exprimir el texto y dar una interpretación magistral, que nos permite disfrutar de la obra en cada instante.