sábado, 5 de septiembre de 2020

CON LO BIEN QUE ESTABAMOS (FERRETERÍA ESTEBAN)

Creo que nunca me ha hecho tanta ilusión volver al teatro. Seguro que esta frase la he usado decenas de veces, pero es que no sabía lo que estaba por venir. Y esta vez se ha llevado la palma... hasta la fecha.

Volver a mi teatro, a mi fila, a mi asiento, esta vez tenía mucho más significado, traía un cierto aire de normalidad, de recuperar nuestra vida. Solo que para eso había que obviar muchos cambios y nuevas normas que se respiraban en el ambiente. Pero a estas alturas todo vale si podemos pisar una sala y disfrutar de una buena interpretación. Y ese también es nuestro granito de arena, ayudar a que las salas se llenen, a que los teatros y las compañías vuelvan a ocupar su lugar en nuestro corazones y nuestras agendas. 

Y que mejor tema para volver que una comedia. Pero no nos hemos vuelto banales y simples, hasta ahí no, se trata de una comedia con fondo agridulce, con una lectura muy dura, como los tiempos que corren. 

Marigel, una señora mayor saluda a su vecina y le pregunta por la familia. Frases manidas salen de su boca. Cuando llega su turno de respuesta las contestaciones no son tan esperables, habla de que va soportando la situación como puede, "con lo bien que estábamos". Y aquí comienza la peculiar historia de Marigel y su marido Esteban. 

Esta pareja regentaba una ferretería, trabajaban de sol a sol, saludaban a cada cliente con las mismas palabras, les atendían con el mismo decoro y despedían con la misma dedicación. Y eso se repetía cada día del año. Tenían todo lo que necesitaban, negocio, pan y compañía. 

Un día una compañía de teatro pasó por su pueblo y ambos asistieron a representación a pesar de que Esteban fue a regañadientes. Desde el momento en que la obra acabó Esteban no volvió a ser el mismo. El espíritu de la música le poseyó y su alma se llenó de rimas, canciones y estribillos. 


Esteban intentó explicarle a su mujer lo que le había ocurrido, pero ésta no quería saber nada. Él se había convertido en un ser libre, había probado las mieles de la nueva vida y no podría volver a ser un hombre previsible y anodino. Unido a esta nueva visión, Esteban desarrolló la capacidad de la sinceridad y su necesidad de expresarla, no siendo capaz de callarse las grandes verdades que pasaban por delante de él, y así en mitad de una boda acusó a sus vecinos de catetos, vulgares y cabrones. Y todo eso al ritmo de la música que le recorría por dentro.

Esteban, hombre por encima de todo enamorado de su Marigel, intentó llevársela a su terreno e inventó para ella historias de su nueva vida, un viaje a las Canarias, un vuelo libre sin avión ni alas, y un hijo, el que tanto esperaron. Su objetivo era que ella dejara de vivir de forma insustancial y se dedicara a partir de entonces a disfrutar de cada momento.




Marigel decidió atajar el problema de la forma más directa que pudo imaginar, y copiando la primera aparición que Esteban vivió, cuando vino la música en persona a visitarle, simuló que el espíritu de la madre de Esteban se presentaba en la ferretería. Esta vino a decirle que volviera a su vida anterior, como era de esperar. Pero la intervención no consiguió su efecto porque Esteban tuvo muy claro que ésta no era su madre sino el mismo Belcebú disfrazado que quería robarles a su hijo para que se convierta en su heredero. Esteban no lo iba a permitir y para ello harían un gran numero final en el que se sacrificarían para convertirse en seres totalmente libres.

Nuestra pobre Marigel no supo qué más probar y desistió de su plan. Se unió a Esteban y le siguió la corriente viendo que no había forma de hacerle entrar en razón y por encima de todo le quería y sabía que así él sería feliz. Esteban llevó a cabo su ceremonia en la que riéndose del mundo encorsetado que le rodeaba, se lanzó a las llamas del volcán del Teide, el que pensaban ir a visitar, y para abandonar esta vida junto a su mujer y su "hijo". Pero Marigel no creía en él ni estaba dispuesta a tirarse al volcán, ella prefirió volver sola a la ferretería y seguir en solitario con su vida, cada vez más apagada, más muerta. 



Esta es una historia con dos caminos sin retorno, son las dos posibilidades que tenemos cuando descubrimos una vida insulsa y vacía o una posibilidad de plenitud. En ambas se gana y se pierde, la ruta elegida depende de cada uno. 

La historia está contada de una forma impecable, sabiendo mezclar en su justa medida la risa y el drama. Siempre me deja con la boca abierta esa facilidad que tienen algunas obras, compañías, actores, actrices, cuando en mitad de una risa se te hiela el corazón y descubres lo cruel que estabas siendo con tu carcajada. Es la vida misma. Aquí lo consiguen magistralmente cuando Esteban vuela con Marigel entre risas, mostrando ese punto de locura, y momentos después le da un regalo que esconde un muñeco al que llama hijo con la mayor ternura. 

El escenario está hecho con la misma lucidez que el texto o la elección de los actores. Sencillo, un mostrador y unas sillas sirven para trasladarnos a una tienda, hacernos volar o quemarnos en un volcán. 

El comienzo de la temporada teatral post-cuarentena no ha podido ser mejor: una obra para reflexionar, cargada de risas y llanto. Lo dicho, como la vida misma.