miércoles, 27 de enero de 2021

YO SOY EL QUE SOY

Hoy he podido disfrutar de la que irremediablemente parece ser la última actuación que veré en el Teatro Pavón, al menos siendo éste gestionado por Kamikaze Producciones.

Asistir al cierre de un teatro es una pérdida, un vacío que nos hace sentir menos humanos, seres insensatos, acercándonos a la barbarie. Así vamos.

Hoy en la despedida disfruté de una obra de una ternura tremenda, el sonido del violín recorría toda la sala y nos dejaba a todos sin aire ni Alma.

Hoy los acomodadores de la sala eran las locas personas que durante estos cinco años han hecho el sueño de Kamikaze posible. Ellos nos han acompañado hasta nuestros asientos para que nos sintiéramos parte del lugar, y de cerca compartiéramos con ellos la magia del teatro.

Aunque el cierre suena a fracaso, estos cinco años hemos crecido con este proyecto, tanto es lo aprendido que ya forma parte de nosotros.

La obra es un canto a la vida y a la libertad contada a través de una persona que tuvo que enfrentarse al rechazo, al dolor, a la tortura, y sólo a través del arte que creaba encontró su sentido de vida.




Conoceremos la historia de dos maneras: a través de la palabra, contada en la voz de una actriz; y a través del violín, instrumento que toca Aaron Lee. Él mismo interpreta con su música la historia de su vida, se sitúa delante de nosotros, nos abre su corazón nos cuenta su dolor y cómo consiguió sobreponerse a él y ser quién quiere ser.

Aaron descubrió en la pubertad su atracción por los hombres. Viniendo de una familia coreana conservadora y católica, supuso que dar este mensaje no iba a ser nada fácil. Así que prefirió ocultarlo y ser el hijo ejemplar. Pero su familia fue percibiendo estos cambios y le pidió explicaciones. Como medida extrema decidieron mandar a Aaron con su padre a Corea (había vivido siempre en Madrid) para alejarle de las malas influencias y del camino desviado. Allí fue encerrado en una habitación de la que solo le permitirían salir si renunciaba a su tendencia homosexual. Después de varios meses Aaron pensó en el suicidio y solo le ató a la vida su violín y su capacidad de crear música. Pasado un tiempo sin encontrar escapatoria decidió sucumbir, aceptar la propuesta y declararse "curado". Esto le facilitaba su vuelta a España y a su vida normal. Pero el engaño duró pocos años y le enfrentó nuevamente a la intransigencia de la familia. Aaron tomó la decisión más difícil de su vida, renunciar a los seres más queridos para seguir su camino. Abandonó su casa y para acabar viviendo en la calle y mendigando para comer. Pero siempre tuvo claro su camino y nunca renunció a él.



Ahora Aaron Lee es un gran violinista, una persona de éxito gracias a su pasión. Defiende su amor por la música, y éste se ha convertido en su trabajo. Sigue echando de menos a aquellos que le rechazaron y lo siguen haciendo. Pero sabe que por encima de todo está el respeto que se debe a él mismo.

La escena sólo está ocupada por una voz que narra y un violín que transmite. Detrás dos personas que nos cuentan; no hay más acción, pero esta es más que suficiente. Salir del teatro es tener los ojos llenos de lágrimas y el corazón lleno de esperanza.