viernes, 25 de octubre de 2019

¿QUIÉN ES EL SEÑOR SCHMITT?

Hoy al teatro Español iba con un grupo de amigas no tan asiduas a estos lugares así que elegí unos buenos asientos para dar la mejor imagen del lugar y de la obra y lo más importante: una obra que sería éxito seguro. 

Marga y Juan Andrés cenan tranquilamente en el salón de su casa. De repente suena un teléfono y empiezan a buscar por todos lados su origen, ya que ellos no tienen instalado ninguno en casa. El marido lo encuentra y descuelga, atendiendo una extraña llamada que pide hablar con el señor Schmitt. Tras colgar después de una airada conversación pregunta a su mujer qué hace un teléfono en su casa. Ella contesta que no tiene nada que ver y automáticamente se percata de que el salón está totalmente cambiado y ninguno de sus objetos se encuentran allí. 



Los dos quedan estupefactos y no se explican lo que está ocurriendo. Deciden llamar a la policía utilizando el extraño teléfono aparecido, pero al marcar el 112 hablan con la protectora de animales que se niega a facilitarles en número de la policía de... Andorra!!!! Una nueva llamada a información para averiguar el nuevo numero de la policía les lleva a una conversación con otro extraño personaje que solo colabora a aumentar el caos del matrimonio. 


Cuando intentan salir de casa descubren que su llave no abre la puerta y están encerrados. Están viviendo una pesadilla para la que no encuentran ninguna explicación.
De pronto se abre la puerta desde fuera, el portero viene acompañado de un policía. Éste quiere comprobar si las personas que están allí son los dueños de la casa o la han allanado. 


Pregunta por sus identidades y estos contestan inocentemente con la verdad. Rápidamente el policía les apunta con una pistola y les amenaza diciendo lo mal que se las gastan con los ladrones allí en... Andorra!!!




 Así que instintivamente los dos responden afirmando que son los señores Schmitt. El policía no quedándose tranquilo intenta pillarles y les hace más preguntas, como sus nombres. La indignación de Juan Andrés es tremenda, sin embargo Marga opta por seguirle la corriente y simular que es quién esperan que sea.
El interrogatorio a los personajes es muy ágil y divertido, las continuas meteduras de pata de Juan Andrés son salvadas por su mujer que consigue reencaminar el dialogo. 


Finalmente el policía se va de la casa después de anunciar que serán investigados y que tienen que permanecer dentro de la vivienda. 




Tan pronto éste sale el matrimonio pacta hacerse pasar por los Schmitt, llamarse por sus nuevos nombres, Enrique y Mónica, y adoptar su nuevo roll, al menos hasta que puedan salir de allí. Ella le insiste en que deben de ser peces, que se dejan llevar por la corriente y no salmones que intentan luchar contra ella. Cada vez que él duda y la mira, ella mueve la mano como un pez en el agua. 




Al amanecer del día siguiente llaman a la puerta y aparece un psiquiatra que viene a evaluar el estado psíquico de la pareja. Juan Andrés ha pasado la noche levantado revisando papeles e indagando en su nueva identidad. Ha descubierto que hay ciertas similitudes entre el tal Enrique Schmitt y él, Juan Andrés Carnero. Desayunan lo mismo, ambos son médicos aunque él es oftalmólogo y en su nueva identidad es dermatólogo. El psiquiatra con sus preguntas consigue sacar de sus casillas a Enrique-Juan Andrés, que dice todo tipo de barbaridades, como que ametrallaría a todos sus pacientes con esos granos sebosos, o que le va el porno y los rabos. 



Su mujer está horrorizada de escuchar tantas barbaridades y decide retirarse. La siguiente prueba para evaluar el estado del médico es coger una pelota que el psiquiatra le lanzará. Él se obsesiona con la prueba, discute con el lanzador, se burla de él cuando la coge... Entra al trapo de todo lo que el experto le pide. Las nuevas preguntas sobre sus datos personales las "resuelve" con la ayuda de su mujer y del DNI de Enrique Shcmitt que misteriosamente ha aparecido en el bolsillo de su abrigo.


Cuando se marcha la mujer le echa en cara todas las barbaridades que han salido de su boca, sin embargo él explica que se burlaba del médico, sin entender la magnitud del problema en el que están metidos.

El policía vuelve a aparecer para explicar el avance que han tenido en la investigación, les comunica que han encontrado a su hijo, Carlos. La estupefacción se muestra en sus caras y nuevamente las preguntas del policía muestran que no tienen ni idea. La edad del ¿niño?¿hombre? oscila entre 12 y 20, que son las respuestas de los supuestos ambos progenitores. 





Cuando el hijo entra en la casa, se trata de un hombre negro!!! Mónica se lanza sobre él, le besa le abraza, es feliz de volver a verle y le dice que la reconozca como madre y le dará lo que él quiera. Entonces Carlos la llamará mamá. A continuación le pide que también salude a su padre que no ha mostrado ninguna efusividad, pero el hijo contesta que ya no es su padre. El policía intenta detener a Juan Andrés y éste se indigna por su ignorancia y explica la diferencia entre "no es mi padre" y "ya no es mi padre". El debate léxico da para mucho y al fin Carlos admite que es su padre. El policía se lleva a Carlos para interrogarle a solas y en ese momento Juan Andrés aprovecha para felicitar a Marga por su gran actuación. Pero Marga ya no es su Marga sino Mónica, la otra, la suplantada. Mónica no sabe de qué le habla Enrique, Juan Andrés no entiende qué le pasa a Marga... Ahora Juan Andrés se siente totalmente pedido y solo.  



Juan Andrés se queda a solas y vuelve a aparecer el psiquiatra pidiendo hacerle una prueba más, sencillamente andar en línea recta. Juan Andrés accede para quitárselo de en medio, y al hacerlo el psiquiatra descubre el auténtico problema que tiene Enrique: tiene doble personalidad y camina junto a Juan Andrés. Todo empieza a rechinar, nada encaja... Éste solicita hacer una llamada y marca el número de su consulta para hablar con Juan Andrés. Éste se lo coge. Él empieza a compartir datos de su vida, de su infancia, información que nadie conoce más que él y al otro lado alguien escucha atento. Pero cuando le dice el número de pie éste lo niega, no tiene un 39 sino un 40. 
Juan Andrés desiste, acepta que ya no es el que creía ser y a partir de ahora será Enrique. 

Días después el matrimonio Schmitt se dispone a cenar tranquilamente con su hijo Carlitos. Enrique quiere saber que piensa su familia de él. Con tono irónico hace comentarios a sus compañeros de cena. Su mujer le comenta que es una persona luchadora, admirable, trabajadora. Sin embargo su hijo le habla sinceramente, le explica el ser despreciable que es. A Juan Andrés no le queda nada más por lo que luchar, escribe una nota, se retira a su habitación y se pega un tiro para acabar con el horror en el que está encerrado. Su pregunta es la última oportunidad para intentar adaptarse a ese mundo que no siente y que no quiere, en la nota dejó escrito que él era salmón. 




La historia habla de cuál es nuestra posición ante la vida, si somos como los peces que se dejan llevar por la corriente y hacemos aquello que se espera de nosotros o nos arriesgamos a luchar aunque sus consecuencias puedan ser la soledad y el rechazo. 

La obra está llena de simbolismo, muchos pequeños detalles cuentan y complementan la historia de diferentes maneras. Cada día que pasa cambia la posición de la puerta de la entrada de la casa, avanza, se desplaza de izquierda a derecha, son pasos que sus mentes van asumiendo, aceptando y transformándoles, en algunos casos sí, en otros no. 




El humor absurdo no es tal humor, no es simple, Ionesco es elaborado, rebuscado, roza la crueldad de Artaud. La historia cala de forma mucho más profunda porque después de reírnos sentimos la atrocidad que hemos cometido, abandonando al indefenso, al ser que se vio solo. Pero no somos bárbaros, simplemente tenemos miedo de vernos como él, señalados, acusados, abandonados. 



domingo, 13 de octubre de 2019

RICARDO III

Todo apuntaba a que no íbamos a ver una obra convencional y ortodoxa, una adaptación fiel a un texto de William Shakespeare. Algunas referencias hablaban de atemporalidad con guiños a situaciones actuales. El Ricardo III que hemos visto más allá del clásico permite entrever las referencias a la historia reciente, que bajo mi opinión no hace otra cosa que aumentar la validez de la representación.

Comenzamos asistiendo a las reflexiones de un dictador en el que yo creo recordar a Stalin. Explica el papel de la sociedad como una profunda incoherencia, que se sostiene como ejemplo del absurdo del ser humano. La sociedad se crea con el objetivo de un fin común mejor, pero sus integrantes solo buscan el bien individual y la mantienen simulando un falso altruismo.

Hechas las referencias al siglo XX y su similitud con el mundo real, pasamos a ver Ricardo III. 
En el reino de Ricardo las guerras han sido durante los últimos tiempos el estado natural. Todo es más fácil cuando las familias de York y Lancaster luchan defendiendo unos colores y el bando contrario es fácilmente identificable. Pero una vez llegada la paz el enemigo no es tan visible y en todos los lugares puede encontrarse.

El rey Eduardo, de la familia York, pide la paz y el trabajo en equipo para resolver los conflictos del pasado. Sin embargo acaban de salir a la luz unos papeles que implican a su hermano Jorge en negocios turbios, su inicial, J., está en las anotaciones. Para limpiar la imagen Eduardo manda encarcelarle en la torre del Palacio. Él, el rey, está enfermo y su mujer Isabel, una plebeya, teme por su futuro, ya que se ha acostumbrado a ocupar el buen cargo de reina.  



La reina Margarita es la representante viva de mayor grado de la casa de Lancaster, su bando es el perdedor, frente al de Eduardo padre, ya difunto. Margarita perdió a su marido Enrique VI y a su hijo, e Isabel también pertenecía a sus filas, la que está ahora casada con el rey Ricardo, del bando contrario. Margarita aparece para maldecir a toda la familia, premoniza que no tendrán descanso, todos caerán igual que los suyos perecieron.



Todos los personajes que vamos conociendo se mueven por su afán de poder, su lucha por conservarlo por encima de cualquier persona y cualquier situación y por la avaricia. Pero por encima de todas ellas destaca el personaje de Ricardo III, el tercer hermano del rey Eduardo. Aquel que pese a quién pese busca ostentar el poder sin mirar si los perjudicados son de su familia o no. Cuenta con un arma muy poderosa, su capacidad de convencer y envaucar aunque todo sea una pura falsedad. A pesar de ser un jorobado, un tullido, hazmerreir de todos, consigue tornar la risa que provoca en horror. 




En el lecho de muerte del hijo de la reina Margarita, Ricardo convence con artimañas a su mujer Ana para que se case con él, así consigue afianzar su Reino uniendo a parte de las tropas del enemigo. Cuando Ana deja de interesarle acaba con su vida, pero antes Ana le dirá lo desdichada que ha sido desde que se unió a él. Ella pronunciará las palabras "mañana en la batalla piensa en mí y caiga tu espada sin filo", haciendo referencia a todos los muertos que fue dejando por el camino y que siempre le acompañarán y atormentarán. Ricardo III ordena el asesinato de su hermano Jorge, que fue encerrado en la torre por aparecer en los papeles, cuando el rey iba a indultarlo. Ricardo siembra la desdicha y el horror por donde quiera que va, colabora en la muerte de su hermano el rey. Acaba con primeros ministros, caballeros y señores en cuanto dejan de serle útiles para sus fines. 

Su última demencia será solicitar a Isabel casarse con su hija, una niña, para así asegurarse el trono, tras haber acabado con su hermano mayor, que se convirtió en heredero debido al fallecimiento del rey Eduardo. 



Ricardo III parapetado de su muleta recorre el escenario haciendo de maestro de ceremonias, acompañado de un micrófono con el que dará su show, el papel que viene representando años. Ese tullido vive en una continua guerra y no quiere apearse de ella, fuera de la contienda no sabe actuar, la lucha pierde su sentido. 



Sus acciones solo consiguen que todos acaben uniéndose contra él, la batalla vuelve a empezar, pero esta vez hasta sus más fieles le acaban abandonando al ver que en Ricardo nunca tendrán a un líder sino a un ser enfermo y soberbio a partes iguales. 

Cuando todos van hacia él, enemigos y fantasmas del pasado, Ricardo proclama la más famosa frase: "Mi reino por un caballo". Sólo desea continuar la lucha. En esa batalla, la de Bosworth, caerá. 

Esta representación de Ricardo III hace referencias continuas a tantos dictadores que han sido los tristes protagonistas del siglo XX. Incluso Franco en su lecho de muerte hace un cameo, como marido de Ana y rey de la casa de Lancaster.
No hay atrezzo del siglo XVII, no hay escenario, no hay referencias a la época victoriana porque todo sigue vigente, es más vigente que nunca. 

El miedo como única forma de imponerse, la soberbia, la maldad más pura, nos llevan acompañando toda la historia y sin embargo cada cierto tiempo nos tienen que recordar cómo tergiversan nuestra verdad para hacerse con el poder y tenernos de su lado.

Obra muy interesante para reflexionar y buscar las similitudes con las noticias de nuestro día a día.