jueves, 12 de diciembre de 2019

INVENCIBLE

Fue una rápida elección, un deseo de buscar un plan, una excusa sin más complicación, algo que abriera las ganas de quedar y que nos permitiera tachar alguna obra de la cartelera. Charo la había sopesado en algún momento, especialmente por ver a la Verdú, y a mí tampoco me parecía mal plan. Me sentí un poco estafada cuando fui consciente de que el precio publicitado era la mitad del real, pero no era el momento de volver al principio ya que estaba acordado el espectáculo.


Este modelo de obra con actores famosos representando un conflicto entre dos parejas es algo típico, no suele estar en teatros públicos y sí en esos privados de la Gran Vía. Hoy es el Alcázar, teatro al que habré venido no más de cinco veces en mi vida y del que nunca he conseguido salir con la sensación de haberme saciado con la obra. Hoy no quiero ser agorera pero tampoco las tengo todas conmigo.




La obra empieza y dos grandes actores aparecen: Maribel Verdú y Jordi Bosch. Con su diálogo nos sitúan en la historia. Son Emilia y Julio, una pareja con dos hijos pequeños que acaban de mudarse a un pueblo alejado de la ciudad donde los precios son más asequibles, aunque ellos lo venden como una oportunidad de acercarse al mundo real. Son de mentalidad bastante moderna, cultos, acomodados y de izquierdas, especialmente se podría decir que la de ella roza el comunismo. Con cualquier mínimo comentario, sensación o gesto, ella se lanza a hacer campaña contra la sociedad de consumo, la pertenencia de los bienes, las clases....

Emilia es artista y vende cuadros por elevadas sumas de dinero. Julio perdió el trabajo durante la crisis y ahora se dedica a temas menores mientras espera que su madre fallezca y así heredar su ilícita fortuna.



Para integrarse mejor en el barrio han invitado a cenar a sus vecinos. Quieren conocer de primera mano las clases obreras para sentirse a su lado y apoyarles en la lucha. 

Esperando a sus vecinos se asoman a la calle y descubren que todos los balcones están cubiertos con banderas de España, suponen que se debe a un partido de futbol que en esos momentos está jugando la selección. Sin embargo ellos llaman al futbol "el opio del pueblo".

Aparece la vecina, Laura, que se ha acercado sola mientras su marido acaba de ver el partido. Julio se come a la vecina con la mirada, es una chica alegre, simpática, ligera de ropa y algo chabacana, justo lo contrario de su esposa. Emilia se da cuenta y le critica su comportamiento, se enciende por la falta de respeto del vecino que llega tarde con la excusa del futbol. Cuando éste llega sólo trae cervezas, sin tener en cuenta que en la casa de los huéspedes no se bebe alcohol. 
La conversación toma unos derroteros algo incomodos, desagradables. El invitado, Pablo, no para de hablar sin fijarse en que su conversación no interesa ni agrada a los dueños de la casa, su mujer sigue sus comentarios y los ríe con gracia.



Pablo agasaja a su mujer "por lo buena que está", tratándola como a una muñeca de exposición, a la que prácticamente no escucha. Mientras los huéspedes no salen de su asombro, no paran de limpiar lo que estos ensucian, colocar lo que descolocan... Los invitados hacen comentarios a los cuadros de la casa, asumen que han sido pintados por la hija pequeña. Cuando Emilia responde que es la autora, Pablo confiesa que él también pinta y corre a su casa a por los cuadros para conocer la opinión de la experta. 
Algunos son desnudos de su mujer a la que idolatra, otros son cuadros de su adorado gato, Invencible, el mismo que se mete en el jardín de los nuevos vecinos a destrozar las plantas y mearse por todos sitios. A la petición de su opinión , Emilia contesta abiertamente todo lo que piensa, sin paños calientes ni tapujos, directamente, como ella es. El vecino y su mujer muy dolidos abandonan la casa.

Días después Emilia y Julio disfruta de un rato de tranquilidad y risas, el motivo principal son sus vecinos. Se mofan de sus comentarios, su simplicidad, su falta de elegancia, todo les vale, porque tienen alguien de quién reírse juntos y así esconder sus desacuerdos y miserias. 

Mientras en la casa de los vecinos están viviendo un momento difícil: su adorado gato ha desaparecido. 

La pareja snob conversa animadamente ayudados por el vino hasta que el marido se ve obligado a hacer una confesión: él ha matado al gato, Invencible. Su mujer reacciona como si tuviera ante ella a un héroe. Julio pasa del miedo al orgullo cuando su mujer reconoce su hazaña. 

Pero en la casa de los vecinos todo está yendo de mal en peor. A la desaparición de la mascota, se ha unido una confesión con graves consecuencias: Laura declara a su marido que le ha sido infiel con el nuevo vecino. Tras años de matrimonio insulso, pequeños desprecios , falta de preocupación, ella ha tenido un affair con Julio y ha descubierto que no es feliz en su relación y quiere dejarlo. Su marido está destrozado y corre a la casa de los vecinos para pedir explicaciones. 



Los cuatro se encuentran en una situación bien diferente de la del primer día. La discusión que se establece es un juego de frases en el que la pareja rota supone que la relación extramatrimonial es conocida por Emilia, que piensa siempre que se habla del asesinato del gato, mientras que su marido intenta lidiar con cada frase para que no quede su infidelidad al descubierto. Diálogo entretenido pero muy previsible, sin aportar gran genialidad a la obra. Parece que todo acaba saliendo bien y la ardiente historia queda oculta. 

Finalmente la moderna pareja hereda la esperada fortuna y deciden marcharse de ese odiado barrio que tantos problemas les ha traído con los vecinos. Cuando están realizando la mudanza Laura y Pablo reaparecen por allí a saldar algunas cuentas. Laura quiere confesar su amor por Julio tras aquella relación y mientras Pablo desea que no vuelvan más por allí, ya que han estado a punto de arruinarles la vida. Éste espera que todo les vaya ahora mejor, y una señal de eso es que el gato invencible ha reaparecido! 



En estos momentos Emilia se da cuenta que algo no va bien, en su cabeza el puzle se desencaja y las piezas caen rotas al suelo... una duda se ha sembrado en su cabeza, no consigue esclarecer lo que hay detrás, pero va a hacerlo. 

Y esta obra con algún adorno más es en resumen lo que hemos visto. Es entretenida, dinámica, bien interpretada... Pero no tiene mucho más. No hay ningún momento genial que se pueda recordar especialmente, no son grandes diálogos.... Está claro que hemos ido a ver una comedia, pero este tipo de obras se me sigue quedando corta. 


sábado, 7 de diciembre de 2019

LA ESPUMA DE LOS DÍAS

Nunca fui a ver obras de Boris Vian, no leí nada suyo, casi no le conozco pero hay algo del pasado que ahí se quedó guardado y los recuerdos se repiten, se nos graban a fuego, se confabulan contra nosotros, nos engañan.  Ver que el Teatro Español iba a poner una obra suya era una necesidad orquestada desde el subconsciente, esa parte que no podemos controlar pero que tira de nosotros y que nos lanzaría por un abismo con nuestro beneplácito si así lo quisiera.


La Espuma de los Días es esa obra de la que no sabes lo que esperas, pero sabes que lo que sea lo que sea te va a remover. En el escenario dos mujeres toman el sol en bikini. Una montaña de arena de playa con caracolas, un sofá y una butaca, todo esto ocupa el escenario, todo sin mucho sentido, sin sabe qué nos van a traer.


Chick aparece disfrazado de Mickey y nos habla de cómo es vivir en la ciudad del amor, donde es imposible pagar un hotel o invitar a una comida decente. Chick se encuentra engañado y frustrado, solo hace que malvivir, añora una situación mejor y no soporta tener que conformarse  con las migajas a las que puede acceder un extranjero. Chick conversa con su amigo Colin, un ser muy diferente a él, despreocupado de los problemas materiales y dedicado a analizar cuestiones más elevadas, justificable por su holgada situación económica. Cuando Chick conoce a Alise y se enamora, su amigo Colin desea también encontrar a alguien. Él quiere a una persona que le motive intelectualmente y así descubre a Chloe. Colin se enamora de ella, sus fuertes sentimientos van acompañados de admiración y éstos son mutuos. Se casan. Su vida siempre está acompañada de un crecimiento personal y como pareja gracias a un continuo análisis de las dudas existenciales. 


Colin hablará durante toda la obra de todos aquellos momentos de la vida, el amor, la soledad, la muerte, la religión, la esclavitud del trabajo. Pero raramente nos lo cuenta como un diálogo entre personajes del que extraemos ideas y textos, más bien nos hablan directamente a nosotros con un extraño tono entre pedagógico y destructivo, con un aire de suficiencia de quién ha vivido y meditado sobre todos los temas y ahora solo le queda dar sus conclusiones y llegar a su fin. 



Entre Colin y Chloe hay algo de diálogo pero es mucho más importante cómo sus cuerpos se mueven, interactúan, bailan, giran y se retuercen contándonos el resto de la historia que no está en palabras. 



La belleza de la obra está en muchas partes, pero la genialidad de esta adaptación es la de usar tantos recursos para contarnos una típica historia de amor. 

El tiempo les acompaña, los años les hacen madurar y quererse aún más pero también dudar. Ya los movimientos se templan, no sugieren tanto el enamoramiento alocado sino las luchas internas. Ella quiere saber si él la seguirá queriendo si fuera un ser mutilado, y él no duda, ¡sí!



Y como una premonición, ese momento llega. El cuerpo de Chloe sufre amputaciones, cercenamientos a causa de la enfermedad. Ella cae y él vuelve a levantarla, un saco de huesos que pierde las fuerzas por luchar. Hasta que su llama se extingue. 



Mientras, Chick y Alise luchan por vivir. Él siempre odió su trabajo en un parque de atracciones divirtiendo a los niños. Junto a Alise se siente bien pero nunca vivirá plenamente, a su alrededor todo se extingue. Ve en las ratas el único ser vencedor, que dominará el mundo. Alice deja de admirarle y quererle, para ella Chick se ha convertido en un ser vacío.



Cuando Chloe muere Alice confiesa a Colin su amor por él. Pero Colin solo hace que recrear a la que fue el amor de su vida y le dejó.

Cuerpos desnudos bailan, cantan, recitan, se desgajan, se pierden y se encuentran. El dolor está presente en cada momento, al igual que en la vida real. Obra existencialista que se dedica a romper y acabar con todos los estamentos sociales fijados hasta antes de la Segunda Guerra Mundial. Por eso la obra es irrespetuosa, faltona, destructiva y muy muy sincera, y por esa verdad engancha tanto.

Impresionante música, recreando lo que hacía Boris Vian con sus libros, siempre unidos a composiciones. Belleza máxima en la mezcla de todas las partes. Y esa espuma final que todo lo ocupa, que sube y baja, efímera y bella como la vida.



Del texto habría mucho que decir pero la obra toca tantos temas y va tan rápido que es imposible absorber tanto. Ahora solo deseo coger su libro y destriparlo entero.