Llegué con tiempo de sobra, ocupé mi sitio, un estupendo
asiento en primera fila, incluso centrado. Curiosamente, a pesar de estar el
teatro lleno, alrededor mío no había nadie sentado, ni a izquierda ni a
derecha, así que alguna vez pillé a algún actor mirándome de soslayo, como
preguntándose qué pasaba en la primera fila. Bueno, lo importante es que llegué
al teatro Valle-Inclán con tiempo suficiente para leer mi folleto
tranquilamente y relajarme.
Vuelvo al teatro de las obras desconcertantes, pero esta vez
he sido avisada de que la obra “se entiende y está bien”, así que me siento
confiada y creo que disfrutaré con la representación. Pero leo y releo el
folleto y no consigo entender nada de lo que aquí va a pasar. El texto que
presenta la obra fue escrito por su autor, Adolfo Marsillach, allá por el año
92, cuando ésta se estrenó. La obra nos habla sobre lo que ocurre y la verdad
de este hecho y a la vez, sobre lo que nunca ha pasado, los acontecimientos que
no se han llegado a dar y qué de verdad hay cuando estos se dan. Visto así se
podría decir que la obra encaja bastante con el teatro en el que estamos.
Pero a pesar de este sentido enrevesado, la obra está
representada de forma clásica: la acción transcurre en el salón de una lujosa
casa, los personajes no son en absoluto estrafalarios y los textos son claros
con diálogos amenos y divertidos.
Un señor que se está afeitando es interrumpido, alguien
llama al timbre de su casa. Un chica joven aparece en la puerta y pregunta por
la casa en venta, salió publicado en un anuncio en el periódico días antes. El
hombre amablemente explica que se ha producido un error, pero ella insiste en
que todo es correcto, ya que llamó al teléfono del anuncio y habló con la
señora de la casa, que le dijo que el motivo de la venta era que se había
quedado viuda hacía un mes. El señor, marido supuestamente de la señora viuda
queda desconcertado, pero intenta buscar una explicación a esta situación
absurda, ¡él está ahí, y vivo! A partir de aquí todo comienza a empeorar para
él, su estado “vivo” es cada vez más cuestionado por diferentes personajes que
van pasando por la casa: un hombre viene a cobrar la factura de su entierro,
otros vienen a llevarse los muebles al piso a donde se trasladará la viuda.
Todo apunta a que él miente, pero si miente, está muerto, así que no estaría
ahí. Incluso una supuesta llamada de su mujer, que fue a visitar a su hermana
enferma en Barcelona, no consigue aclarar lo que allí está pasando, la línea
telefónica se corta en el momento más comprometedor, ¿de verdad había alguien
al otro lado de la línea? Las dudas arrecian sobre el pobre señor medio vivo.
Para colmo, aparece un periódico con su necrológica, todo encaja menos el vivo.
En una nuevo acto el señor de la escena anterior acaba de
levantarse. Durmió mal por un extraño sueño que no acaba de recordar, algo así
como que aparecía gente en su casa que le decía que estaba muerto. Se lo cuenta
a su mujer durante el desayuno, pero ella le quita importancia. Sin embargo,
momentos antes alguien ha venido preguntando por el anuncio de la venta de la
casa y ella ha explicado que la vende porque su marido se suicidó allí mismo un
mes antes.
El hombre sale a pasear y durante este rato volverán a pasar
por la casa el cobrador del entierro y los chicos de la mudanza, esta vez se
encontrarán con la señora que, desconcertada, intenta explicarles que su marido
vive y lo que reclaman no tiene razón de ser. Pero su hermana ha caído enferma
y se tiene que ir a Barcelona. Así que todo vuelve a encajar menos el muerto
que está vivo. El supuesto sueño es una realidad, o es todo sueño o todo
realidad, menos el muerto que no puede ser real sino que es un sueño.
Y en este desconcierto, parece que lo único real es que la
señora publicó un anuncio y quizá con ello desencadenó todo lo que tendría que
haber pasado de haber sido real.
Y por si aún no estuviera suficientemente embrollado, viene
el final: días después la chica interesada en comprar la casa, viene a verla y
encuentra el cuerpo del marido muerto, suicidado en la bañera. Y su esposa
llama justo en esos momentos desde Barcelona.
Quizá el hecho de pensar en algo que puede pasar, o un
simple cambio o error a nuestro alrededor puede llegar a desencadenar
situaciones incontrolables que a priori eran insospechadas.
Quizá un cambio puede desencadenar consecuencias no sólo en
el futuro, también en el pasado, que cuesta asimilar.
Yo llamaría a esto teatro absurdo (sin ningún menosprecio),
porque no consigo explicar lo que ha pasado aquí de otra manera que me convenza
más.