Podría
decir que la obra que he visto hoy es en conjunto una de las mejores
del último año. Cuenta una historia interesante y reivindicativa en un
contexto de comedia/musical muy divertida. El tema es el mismo de las
últimas entregas, aunque no por eso se hace pesado y puede que, a base
de tanto repetirlo, nos acabe calando hondo. Aquí nos hablan de la
avaricia de los poderosos, de los delitos cometidos por los que ostentan
el poder aprovechándose de su posición.
En
un pequeño pueblo el alcalde y sus secuaces dirigen el ayuntamiento,
pero a su vez sacan todos los beneficios posibles aprovechándose de sus
conciudadanos. Los personajes son caricaturescos pero en ellos
descubrimos a personas reales que en poco se diferencian de éstos
inventados. Todos los delitos, apropiaciones indebidas, cohecho,
sobornos se muestran aquí, como copia de nuestro mundo. Y eso que la obra fue
escrita por el ruso Gogol en el s. XIX, parece que no hemos cambiado
nada.
La
vida transcurre cómodamente para estos aprovechados de la sociedad, viven entre inauguraciones y fiestas, y todos los actos a costa del erario
público. Los problemas empiezan cuando se enteran de que un inspector
aparecerá de incognito en el pueblo a revisar si las subvenciones se han
destinado adecuadamente a los proyectos previstos: sanidad, educación,
obras públicas. Con el miedo en el cuerpo, alcalde y concejales intentan
esconder en un día lo que no hicieron en 10 años. Para colmo, atan
cabos y deducen que el extraño inquilino que lleva dos semanas en la
pensión del pueblo tiene que ser el funcionario mandado desde la
capital. Y qué mejor para salir airoso del entuerto que ir a presentarle
los respetos y tantear las posibilidades de un soborno. El joven es un
don nadie, un vividor que pasa mucha hambre y tiene mucha cara. Subsiste
con el dinero que le pasa su padre, que tan pronto como recibe, se
gasta en juergas. Pero ve el cielo abierto cuando descubre la confusión:
está siendo tomado por un alto cargo de la administración. Así que
intuyendo los beneficios, decide aceptar su nuevo rol y demandar
sobornos en metálico a todos los concejales, alcalde, y hasta al pueblo
llano, que también pasa por allí a contarle la explotación a la que son
sometidos. No sólo recibe dinero, también otros favores, como ser
acogido en la casa del alcalde y el derecho a roce con la mujer de éste,
que rápidamente se le insinúa. Todos valoran su educación y
conocimientos, reconocen en él el porte de la capital, todos son elogios para este
aprovechado. En el colmo de su engaño y jeta, pide la mano de la hija
del alcalde, lo que toman todos por el mayor regalo que le hayan podido
hacer a éste.
La
nueva situación, estar emparentado con un alto funcionario que se codea
incluso con el rey, hace a todos soñar con las ventajas que podrán
obtener de la nueva situación. El alcalde llegará como mínimo a
ministro, si no a presidente, sus concejales ocuparán altos cargos en la
capital, ya que tienen mucha información comprometedora que les asegura
un buen puesto a cambio de su silencio. La ambiciosa mujer del alcalde
se lucirá como primera dama ante su país.
Todo
va sobre ruedas para el supuesto funcionario, y como colofón anuncia
que tiene que partir unos días pero pronto volverá para cerrar la fecha de la boda. Así
consigue huir con todo el dinero recogido, los bolsillos llenos de
billetes a cambio de nada. Ha disfrutado tanto con la farsa que antes de
marchar escribe una carta a un amigo describiéndole las personalidades
de cada uno de los paletos concejales, alcalde y su señora y confesando
lo que se ha reído de ellos. El
departamento de comunicaciones, que se dedica únicamente al cotilleo, la intercepta y lee, pensando encontrar
ahí un buen informe de su pueblo. A cambio lo que descubre es el timo que ha
sufrido. No sólo se sienten heridos por el robo, también porque un ser
simple como ése ha descrito a la perfección las mezquindades de todos y
cada uno.
Ninguno
se salva de quema en la hoguera, todos los personajes se mueven por su propio interés
intentando obtener el mayor beneficio personal, engañando a todo el que
se les ponga delante. Dice Gogol que lo único ingenuo aquí es la risa, y
es verdad que ésta sale espontanea, aunque también es una risa amarga
porque acabamos divirtiéndonos y arrancando una carcajada de nosotros
mismos, de lo caricaturesco que podemos llegar a ser. El problema es que nos
cuesta verlo en nosotros y parece que contado desde fuera nos resulta
más sencillo de entender. La obra recuerda a las del italiano Eduardo de
Filippo, y su Arte de la Comedia. También recuerda a las noticias del
telediario.
La
obra es del s. XIX, pero como tema universal, en su adaptación evita toda mención a esa época, tampoco se ambienta en la Rusia original. Sí se incluyen algunas pequeñas
referencias a nuestro país y al momento actual, que no me suelen gustar
pero aquí quedaban estupendamente, como son la construcción de un futuro casino y el regalo de los trajes.
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ResponderEliminarMe ha gustado mucho cuando dices "[La obra] También recuerda a las noticias del telediario". Es cierto, es así, sólo que los personajes de verdad tienen más jeta y escapan indemnes, gracias al soporte de quienes vienen a auditarles.
En fin, del siglo XIX, lo que nos espera en el siglo XXI y sucesivos.