sábado, 26 de enero de 2013

ZIGURAT

La obra fue elegida a duo, su nombre era Zigurat. La sinopsis auguraba una representación curiosa y diferente, un teatro-danza donde se profundizaba a través de los sueños en las personalidades y nos podríamos identificar con alguna de ellas. Un juego onírico para el sábado noche. 

Sin embargo lo que nos encontramos no tenía ninguna relación con lo esperado. Es más, no pudimos reconocer en la obra ninguna idea aprovechable o argumento con sentido.  El supuesto juego onírico se convirtió en una especie de improvisación sin pies ni cabeza. 

El experimento empieza con una imagen transgresora. Los ocho actores posan semidesnudos formando un círculo en el centro del escenario. La música comienza, consiste en un ritmo sencillo que impone el movimiento de los actores. Éstos se van deslizando hacia el suelo, van perdiendo la fuerza. Allí se arrastran y revuelven, recorren con sus cuerpos todo el escenario y de camino, se meten entre nuestros pies y nos hacen arrinconarnos. De entre todos ellos, una actriz surge y se revuelve, baila y contorsiona su cuerpo. Es el momento más interesante de la obra. A partir de aquí aparecen personajes estrambóticos, una cantante-vampiresa, una turista extranjera histriónica, una mujer con cola de caballo, una atractiva joven a la que todas copian e imitan... Mientras tanto, el único actor de sexo masculino reparte mascarillas entre el público y teje entre ellos una red en la que todos quedamos atrapados. Este actor comparte con nosotros unas reflexiones a las que es difícil ponerles un significado tras todo lo visto. Y como despedida de la actuación, las actrices representan un número de música, canto y gimnasia rítmica. 

La obra acaba bastante peor de lo que comenzó. No entendimos nada y sentimos haber perdido el tiempo. Es difícil apoyar a las nuevas compañías sin llevan a cabo representaciones tan incomprensibles y extrañas. 


viernes, 25 de enero de 2013

ODIO A HAMLET

Hoy el tema de la obra versaba sobre el teatro, hacían eso que tan poco te gusta, Isma. Y para más inri, trataban concretamente de Hamlet. "Avocado al fracaso", ó "un tostón", pensarías. Sin embargo la obra contaba con todo lo necesario para ser genial, y así fue. Una vez más compruebo que fiárme de la sala y de la compañía me garantiza un acierto del noventa por ciento.

La sala a la que vamos es la Guindalera, y la compañía es la suya de toda la vida, formada por su cantera de grandes actores. Esta vez no hemos venido a ver un Chejov, se me hace rara la actualidad de esta obra.

Odio a Hamlet nos cuenta el dilema que vive un actor cuando tiene que decantarse entre un personaje en una serie de televisión y un papel en una función de teatro. Dicho así puede que no suene muy atractivo pero la historia está contada de forma muy original y divertida, y a su vez intenta hacernos sentir la pasión por el teatro. 

Andrew acaba de triunfar en una serie de la televisión, todo el mundo le reconoce y él vive feliz su efímera celebridad. Acaba de cambiarse de ciudad, ha llegado a Nueva York. Andrew es un pusilánime, todos hacen lo que quieren con él; una agente inmobiliaria ha conseguido "colocarle" el castillo donde vivió el gran actor Barrymore a pesar de que él buscaba una sencilla residencia de alquiler; su representante le ha hecho aceptar un papel para representar a Hamlet en una pequeña compañía que actuará en un parque con entrada libre; el productor de su serie le ha negociado un nuevo contrato con la productora; y su novia es el peor de sus castigos, una alegre chica llena de vida que le mantiene alejado del sexo mientras que no esté segura de que él es el hombre de su vida. Ella también es la culpable de que él se haya visto obligado a aceptar el papel de Hamlet en el teatro. Como si esto fuera poco, un nuevo personaje viene a perturbar la poca paz que le quedaba. Los extraños ruidos del castillo llevan a la agente inmobiliaria, la novia y la representante del actor a preparar una sesión de espiritismo con el fin de que Andrew contacte con el gran Barrymore y aclare sus dudas sobre Hamlet. Así que el difunto se presenta en la casa, al más puro estilo del padre de Hamlet, para enseñarle lo que implica representar al personaje de Shakespeare. Realmente Barrymore está aquí para ayudar a su sucesor en el papel que le ha tocado, como manda una vieja tradición, y no se irá del mundo de los vivos hasta ver cumplido su cometido. Andrew está desesperado y es que, por si fueran pocos, un nuevo personaje viene a decirle lo que tiene que hacer.  

Las conversaciones entre los personajes son dinámicas e interesantes, tratan sobre muchos temas del teatro, la actuación y en definitiva las decisiones de la vida. Cuentan las diferencias entre las representaciones clásicas y las actuales, las antiguas formas de declamar que llevaban a una sobreactuación, o las nuevas técnicas de enseñanza del teatro en las que el actor tiene que vivir el personaje para poder interpretarlo. Barrymore incluso comparte con el joven el truco del triunfo: las pantys, y por encima, el paquete! Y es que él interpreta que los problemas de Hamlet son de hombría porque Ofelia le obliga a la castidad. Claro que nuestro Hamlet-Barrymore es muy hombre a pesar de ser un espíritu y queda prendado de la dulce novia de su sucesor. Los consejos de Barrymore ayudan a Andrew en muchos campos, el actoral, el de personalidad y también el sentimental. El nuevo Andrew provisto de la fuerza de un Hamlet resulta muy atractivo para la chica. 

Tras muchas dudas, tentaciones y arrepentimientos llega el temido día del estreno. Los últimos consejos de Barrymore le hacen temblar y creer que todo ha sido un error. Habría preferido seguir siendo el chico mediocre pero simpático de las series de televisión para no tener que verse ante este precipicio.  
Y como era lógico, su actuación fue un fracaso. No supo defender el gran papel de la historia del teatro, sus nervios no le permitieron transmitir al público la emoción. 

La vuelta a la realidad es dura, por suerte su productor está ahí para ofrecerle un papel a su medida. Todos saben que ha fracasado pero sólo él conoce lo que ha vivido, que ha sido atrapado por un sentimiento de amor profundo, de adoración por el teatro y por hacer que el público sienta lo que él quiere decir. Y tal y como él dice, todos los que estamos en la sala sentimos lo que él quiere decirnos. Barrymore está tremendamente orgulloso de su chico, atrapado por la red que teje el teatro. 

Alguien más quedó fascinada por ese Hamlet, su novia. Ella entiende que todo lo que él ha hecho es por amor, ha superado su miedo, se ha enfrentado al público, a un personaje que él detestaba y todo por hacerla feliz. Así que como en un bonito cuento, ella descubre que él es el hombre de su vida y se entrega a él como una tigresa en celo. 

Todo la acción transcurre en el salón del castillo, detalle que yo considero que indicativo de las buenas obras. Puede que la obra contenga bastantes tópicos, no sabría decir. Pero si así fue éstos quedan ocultos entre tantos argumentos bien explicados, situaciones divertidas, actuaciones perfectas. Incluso hemos disfrutado de un baile y de una lucha de espadas. Todo un despliegue de medios, teniendo en cuenta el tamaño y presupuesto de la sala. Es una suerte que siga haciéndose tan buen teatro. 

jueves, 24 de enero de 2013

LENGUA MATERNA

Ciertos acontecimientos me han mantenido alejada de los teatros y ya iba notando su falta. Hoy me topé con una tarde libre, la oportunidad perfecta para presentarme en alguna sala conocida. Recorro la cartelera frenéticamente y visito mis páginas de confianza. En ellas encuentro algunas obras interesantes pero éstas ya han conseguido el cartel de "no quedan localidades para hoy". Me alegro por ellos, aunque me habría gustado tener una butaca libre que ocupar. Por fin encuentro algo que me convence: LENGUA MADRE. Escuché hablar de la obra hace días pero no presté especial atención, aunque sí recuerdo que es un monólogo de Juan Diego, así que "me vale".

Salgo hacia el teatro y a pesar de que la tarde se complica (voy en bici y comienza a llover) me siento dispuesta a disfrutar de mi espectáculo. 

La obra es sencilla, vemos poco despliegue de actores, escenografía y vestuario. Toda está en la palabra, y es que éste es el tema en torno al que gira toda la obra. Juan Diego viene a darnos una charla sobre la importancia de la palabra, la capacidad que da a las personas para comunicarse y transmitir ideas. Y a su vez viene a contarnos la catástrofe a la que se encamina nuestra lengua, y nosotros con ella. La lengua ha conseguido mantener durante siglos un orden intacto: el alfabeto. Los órdenes, económicos, políticos, sociales, fueron creados para perdurar pero acabaron siendo sustituidos por otros mejores. Sin embargo el orden de la lengua, el abecedario, ha conseguido permanecer inalterado. Ni emperadores, ni familias, ni revoluciones consiguieron situar su inicial como primera letra. A su vez, este orden consigue reunir palabras que no tendrían nada en común, escritura y escroto, por ejemplo. Esa arbitrariedad es uno de los factores que le ha hecho perdurar.

Así, nuestro actor nos lleva a hacer un recorrido por su amor por la palabra, sus descubrimientos, sus primeras experiencias. Nos cuenta como, siendo pequeño, quedó fascinado por el diccionario y decidió aprender todo su contenido según el orden establecido. Entre las primeras entradas que conoció nos cuenta anécdotas con las palabras "aborto", "abúlico", "amorfo"ó "efímero". La interpretación que hizo de sus significados le llevaron tener una vida llena de grandes sorpresas. 

También imaginó su vida y la de su familia a través de las frases hechas tan repetidas por todos: "en esta casa somos muy cafeteros", "los negros llevan el baile en la sangre" o "no somos nadie". 
Como conclusión nos recuerda que todos somos parte de este gran lenguaje que ha creado tanto obras inigualables como textos nefastos. 


Pero Juan Diego nos recuerda que está aquí para anunciarnos la catástrofe, la pérdida del significado de las palabras y el desuso de muchas de ellas a cambio de otras nuevas. Éstas se han impuesto últimamente en todos los campos de nuestra vida: hipotecas subprime, poder de endeudamiento, cashflow... 

Aquí el autor parece estar empeñado en meter, aunque sea con calzador, que la crisis actual es generada por los mercados y lo enlaza con lo expuesto antes argumentando que la palabra será el siguiente elemento a ser controlado por los mismos mercados. En ese momento las palabras perderán la libertad y la magia que encierran. Un nuevo salto en la línea argumental para decirnos que ya hemos vivido esta situación en otras materias como es el estado de bienestar, el cual nos han quitado justificando que así conseguimos que éste sea universal. Otra reflexión más para anunciar que toda reestructuración es sinónimo de privatización. Aunque la obra continúa, parece que el mensaje que pretendía darnos estaba aquí. 

Se apagan las luces, finaliza la obra y una enorme algarabía recibe al actor. El público se levanta, señal de que les gustó. Yo permanezco sentada, aplaudo sin más porque la obra me ha parecido bastante normal y previsible exceptuando ciertos momentos buenos. En un primer momento pienso que se debe a que yo ya conocía bastante los textos de Juan José Millás, el autor. Me percato de que ésto tampoco es lo que me diferencia del resto porque escucho a auténticos forofos del escritor. Concluyo que entre el público había mucha gente convencida de lo que venía a ver, una obra del autor en estado puro, y escuchar mensajes parecidos a los de una campaña electoral. 

Por último, tampoco destacaría la interpretación de Juan Diego. Con voz tímida representaba a una especie de lingüista defensor del castellano. El papel que representó contenía silencios debido a la emoción que sentía, que se hacían muy poco creíbles. Juan Diego es mejor que un actor de la Paramount Comedy, pero su actuación es muy mejorable. 

viernes, 11 de enero de 2013

LA VERDAD

El año de teatro se inaugura con una comedia, buena cosa. Sin embargo, no es un género que yo frecuente, soy algo exquisita para el humor en el teatro. Hoy me animo porque las referencias de la obra son muy atractivas: Josep Mª Flotats es el director y protagonista.  Flotats es el gran caballero del teatro, un catalán con apariencia de Sir ingles (me recuerda mucho a Jeremy Irons, ó éste a él) que hizo su carrera en Francia. Allí consiguió la fama y ahora comparte su amor por el teatro en España.

Calificaría la obra como una comedia inteligente de enredo romántico. ¡Ahí queda eso! Y ésta es la justificación:

Miguel y Alicia mantienen una relación extraconyugal desde hace seis meses. También tienen en común a Pablo, marido de Alicia y amigo íntimo de Miguel. Alicia se replantea continuar viendo a su amante, pero éste no está dispuesto a perderla. El engaño es difícil de mantener y en ciertas ocasiones aparecen pruebas incriminatorias, a pesar de ello los amantes consiguen salir airosos de estas situaciones.  


Pero la caja de los truenos se destapa cuando pasan un fin de semana juntos, lejos de sus hogares. Las llamadas telefónicas de sus respectivas parejas les hacen temer que éstos sospechan una infidelidad. Alicia se siente culpable y decide confesar a Pablo toda la verdad. Miguel intenta disuadirla argumentando que no debe de hacer a su marido infeliz por puro egoísmo, al sentirse culpable. Opina que el engaño es la única manera de mantener las parejas unidas. 

Al día siguiente Pablo y Miguel juegan al tenis; Miguel se deja ganar como forma de purgar su culpa. Pablo comenta a su amigo el comportamiento cariñoso de su mujer, lo que le hace sospechar una infidelidad. Esta afirmación junto con algunas insinuaciones muestran a Miguel que Alicia ha confesado la falta cometida, así que corre a verla. Ella responde que él lo sabe todo, pero le aconseja actuar normalmente, como si nada hubiera ocurrido. Contra todo pronóstico Miguel se siente dolido por el engaño de su amigo,  porque a pesar de conocer el affair, no se lo ha recriminado. 

Busca a su amigo para echarle en cara su falsedad y engaño, pero como respuesta recibe sorpresas aún mayores: Pablo conocía la relación que mantenían desde los primeros días y desde el principio lo habló con su mujer; fue Laura, la mujer de Miguel, la que contó a Pablo el lío que mantenían ambos. Y lo peor de todo, Pablo sentía que no tenía la potestad de recriminarle la infidelidad por su "asunto" con la mujer de Miguel. 


Éste no puede creer lo que le cuentan, ¡su mujer y su mejor amigo llevan liados año y medio a sus espaldas! Él, que tanto habló de ocultar la verdad para no hacer daño, descubre la mentira que todos han representado, y siente el ultraje cometido contra él. Ahora es a su mujer a quien acusa, y nuevamente se lleva un disgusto. Laura no ha tenido ninguna relación con el amigo de su marido, pero al pedir Miguel explicaciones de la supuesta verdad, desvela su propio lío. Laura rápidamente entiende lo ocurrido, su amigo se ha vengado de él haciéndole que confiese su infidelidad ante su mujer, pensando que ella ya lo sabía. Contra todos sus principios ha confesado la verdad, cosa que daña a su mujer, que prefería ignorarlo todo. Ella dice habría mantenido oculta la relación con su amante para proteger a su marido... Entonces, ¿quién ha mentido? ¿su amigo? ¿su mujer? 

Miguel confiesa que a partir de ese momento se acaban las mentiras, se querrán y contarán toda la verdad desde ese día. Además, su mejor amigo le ha comunicado que él y su mujer parten a Suecia por trabajo, con lo que su amante estará bien lejos. Pero esta noticia cambia la cara de Laura, no puede evitar la pena que le invade por alejarse de su querido Pablo. Mientras tanto Miguel disimula con una suave sonrisa, al haber descubierto la verdad entre tanta mentira, y todo gracias a un nuevo engaño. 

El argumento de la obra es original a pesar de tratarse del tantas veces representado enredo amoroso. Los actores acompañan perfectamente esta historia, con el sello único de Flotats. Es genial disfrutar de una obra entretenida, original y de humor sutil y con una moraleja que no deja lugar a dudas.