La sala a la que vamos es la Guindalera, y la compañía es la suya de toda la vida, formada por su cantera de grandes actores. Esta vez no hemos venido a ver un Chejov, se me hace rara la actualidad de esta obra.
Andrew acaba de triunfar en una serie de la televisión, todo el mundo le reconoce y él vive feliz su efímera celebridad. Acaba de cambiarse de ciudad, ha llegado a Nueva York. Andrew es un pusilánime, todos hacen lo que quieren con él; una agente inmobiliaria ha conseguido "colocarle" el castillo donde vivió el gran actor Barrymore a pesar de que él buscaba una sencilla residencia de alquiler; su representante le ha hecho aceptar un papel para representar a Hamlet en una pequeña compañía que actuará en un parque con entrada libre; el productor de su serie le ha negociado un nuevo contrato con la productora; y su novia es el peor de sus castigos, una alegre chica llena de vida que le mantiene alejado del sexo mientras que no esté segura de que él es el hombre de su vida. Ella también es la culpable de que él se haya visto obligado a aceptar el papel de Hamlet en el teatro. Como si esto fuera poco, un nuevo personaje viene a perturbar la poca paz que le quedaba. Los extraños ruidos del castillo llevan a la agente inmobiliaria, la novia y la representante del actor a preparar una sesión de espiritismo con el fin de que Andrew contacte con el gran Barrymore y aclare sus dudas sobre Hamlet. Así que el difunto se presenta en la casa, al más puro estilo del padre de Hamlet, para enseñarle lo que implica representar al personaje de Shakespeare. Realmente Barrymore está aquí para ayudar a su sucesor en el papel que le ha tocado, como manda una vieja tradición, y no se irá del mundo de los vivos hasta ver cumplido su cometido. Andrew está desesperado y es que, por si fueran pocos, un nuevo personaje viene a decirle lo que tiene que hacer.
Odio a Hamlet nos cuenta el dilema que vive un actor cuando tiene que decantarse entre un personaje en una serie de televisión y un papel en una función de teatro. Dicho así puede que no suene muy atractivo pero la historia está contada de forma muy original y divertida, y a su vez intenta hacernos sentir la pasión por el teatro.
Las conversaciones entre los personajes son dinámicas e interesantes, tratan sobre muchos temas del teatro, la actuación y en definitiva las decisiones de la vida. Cuentan las diferencias entre las representaciones clásicas y las actuales, las antiguas formas de declamar que llevaban a una sobreactuación, o las nuevas técnicas de enseñanza del teatro en las que el actor tiene que vivir el personaje para poder interpretarlo. Barrymore incluso comparte con el joven el truco del triunfo: las pantys, y por encima, el paquete! Y es que él interpreta que los problemas de Hamlet son de hombría porque Ofelia le obliga a la castidad. Claro que nuestro Hamlet-Barrymore es muy hombre a pesar de ser un espíritu y queda prendado de la dulce novia de su sucesor. Los consejos de Barrymore ayudan a Andrew en muchos campos, el actoral, el de personalidad y también el sentimental. El nuevo Andrew provisto de la fuerza de un Hamlet resulta muy atractivo para la chica.
Tras muchas dudas, tentaciones y arrepentimientos llega el temido día del estreno. Los últimos consejos de Barrymore le hacen temblar y creer que todo ha sido un error. Habría preferido seguir siendo el chico mediocre pero simpático de las series de televisión para no tener que verse ante este precipicio.
Y como era lógico, su actuación fue un fracaso. No supo defender el gran papel de la historia del teatro, sus nervios no le permitieron transmitir al público la emoción.
La vuelta a la realidad es dura, por suerte su productor está ahí para ofrecerle un papel a su medida. Todos saben que ha fracasado pero sólo él conoce lo que ha vivido, que ha sido atrapado por un sentimiento de amor profundo, de adoración por el teatro y por hacer que el público sienta lo que él quiere decir. Y tal y como él dice, todos los que estamos en la sala sentimos lo que él quiere decirnos. Barrymore está tremendamente orgulloso de su chico, atrapado por la red que teje el teatro.
Alguien más quedó fascinada por ese Hamlet, su novia. Ella entiende que todo lo que él ha hecho es por amor, ha superado su miedo, se ha enfrentado al público, a un personaje que él detestaba y todo por hacerla feliz. Así que como en un bonito cuento, ella descubre que él es el hombre de su vida y se entrega a él como una tigresa en celo.
Todo la acción transcurre en el salón del castillo, detalle que yo considero que indicativo de las buenas obras. Puede que la obra contenga bastantes tópicos, no sabría decir. Pero si así fue éstos quedan ocultos entre tantos argumentos bien explicados, situaciones divertidas, actuaciones perfectas. Incluso hemos disfrutado de un baile y de una lucha de espadas. Todo un despliegue de medios, teniendo en cuenta el tamaño y presupuesto de la sala. Es una suerte que siga haciéndose tan buen teatro.
Jeje, me hace gracia lo del cálculo del 90% de acierto.
ResponderEliminarUna muy buena crítica, quizás la mejor que has escrito. Se nota la diferencia cuando uno escribe sobre lo que le gusta; es más fácil y las palabras salen con facilidad, y se leen de la misma manera.
Me ha parecido muy interesante y lo único que no me cuadra es que la novia se tire en sus brazos al acabar la representación... las novias no hacen eso... :D