Sin embargo lo que nos encontramos no tenía ninguna relación con lo esperado. Es más, no pudimos reconocer en la obra ninguna idea aprovechable o argumento con sentido. El supuesto juego onírico se convirtió en una especie de improvisación sin pies ni cabeza.
El experimento empieza con una imagen transgresora. Los ocho actores posan semidesnudos formando un círculo en el centro del escenario. La música comienza, consiste en un ritmo sencillo que impone el movimiento de los actores. Éstos se van deslizando hacia el suelo, van perdiendo la fuerza. Allí se arrastran y revuelven, recorren con sus cuerpos todo el escenario y de camino, se meten entre nuestros pies y nos hacen arrinconarnos. De entre todos ellos, una actriz surge y se revuelve, baila y contorsiona su cuerpo. Es el momento más interesante de la obra. A partir de aquí aparecen personajes estrambóticos, una cantante-vampiresa, una turista extranjera histriónica, una mujer con cola de caballo, una atractiva joven a la que todas copian e imitan... Mientras tanto, el único actor de sexo masculino reparte mascarillas entre el público y teje entre ellos una red en la que todos quedamos atrapados. Este actor comparte con nosotros unas reflexiones a las que es difícil ponerles un significado tras todo lo visto. Y como despedida de la actuación, las actrices representan un número de música, canto y gimnasia rítmica.
La obra acaba bastante peor de lo que comenzó. No entendimos nada y sentimos haber perdido el tiempo. Es difícil apoyar a las nuevas compañías sin llevan a cabo representaciones tan incomprensibles y extrañas.
Y además haciéndose auto publicidad, o publicidad dirigida. La que venía en Atrápalo era toda excesivamente brillante. Es imposible que una obra sea tan buena como la pintaron. Así uno siente que ha sido manipulado, no persuadido, tan engañosa era la sinopsis con lo que hemos visto.
ResponderEliminarCon lo que nos gusta el teatro... qué pena. :(