La pajarita de
papel y su teatro la puerta estrecha siempre nos cuentan historias
con mucha carga social y sentido de compromiso. No recuerdo que haya
pasado por su sala una obra para adultos de carácter ligeramente liviano. Desde su fundación nos dejaron claro cuáles eran sus
referentes: Samuel Beckett y Bertolt Brecht. Han pasado ya años y han
ampliado el repertorio, pero periódicamente vuelven a sus origenes,
a la esencia que les lleva a contar estas historias.
Madre Coraje y
sus hijos es una de las obras más famosas de Bretch. Su denso
contenido nos obliga a escuchar y pensar en cada frase que pronuncian
de forma indpendiente y reposada. Más que una representación de
teatro parece que asistimos a un alegato contra la guerra. Y es que
probablemente: Bretch no fue capaz de contar sus historias de otra
manera, tuvo que meterse de lleno en su mensaje, solo comparable a la
realidad que había conocido.
Madre Coraje
no transcurre en ningún lugar concreto, por eso esta historia puede
ocurrir en cualquier sitio. Sólo hace falta que en esta tierra haya
un conflicto, una guerra, y de esto ningún país está a salvo. Los
motivos que han desencadenado el enfrentamiento pueden ser muy
diversos aunque probablemente las razones reales sean bien distintas
de las proclamadas. Las preguntas que nos plantea Bretch son:
¿quienes son los beneficiados con la guerra? ¿Cómo los
perjudicados por ella pueden a la vez aprovecharse de la situación?
¿Hasta qué punto se puede aguantar y aceptar una guerra por el
hecho de que nos estamos beneficiando?, o dicho de otra forma, ¿hasta
dónde vamos a soportar la injusticia y ceder al chantaje?
En el país de
Madre Coraje el conflicto que desencadenó la guerra es uno bien
conocido en nuestro mundo: la religión. En este caso es el
enfrentamiento entre protestantes y católicos. Hasta aquí todo es
posible, es más, ya ha ocurrido. Madre Coraje y sus tres hijos viven
de la venta de chatarra, utensilios viejos, comida, ropa usada y todo
lo que se tercie. Son tantas las carencias que cualquier cacharro
viejo es objeto de compra.
Tienen un
carro como única propiedad, pero muy valiosa en tiempos de guerra.
Ofreciendo su género recorren caminos y pueblos con su carro, tirado
por los dos hijos varones, a falta de un caballo.
Pero las
primera necesidad de la guerra no son los objetos sino la mano de
obra, los soldados que se dirigen al frente. Así que tan pronto como
se cruzan con unos militares despiadados se llevan al hijo mayor hacia el combate . Su madre intenta defenderle por todos los medios, le expica
que la guerra es una lucha sin sentido para conseguir unos benificios
que otro se quedará y que nunca él encontrará su gratificación. Pero
el joven se siente atraído por la idea y deja el carro y a su
familia.
Tiempo
después se vuelven a encontrar, el hijo mayor se ha convertido en
uno de los mejores soldados de su regimiento y es admirado por sus
jefes. Se ha transformado en un ser sin escrúpulos que ha aprendido
a matar sin que esto le plantee ningún conflicto moral. Su madre se
averguenza de él y le deja en evidencia, pero sólo consigue
perderle.
El
hijo mediano también ha sido reclutado. Su puesto es más acorde con
los pensamientos de la madre, tiene que administrar el dinero de las
tropas. Éste es un chico formal y responsable que jamás robaría de
la caja, es más, la defendería con su vida. Su madre le enseñó el
valor de la honestidad y responsabilidad, pero también intenta que
éste entienda que por encima está la vida. En uno de los avances de
las tropas enemigas, las católicas, el joven se arriesga en defender el dinero de las tropas y es capturado. Su madre
a través de una prostituta intenta comprar la vida de su hijo a
un general del bando enemigo. Quiere negociar un buen precio, porque tiene en cuenta que no puede gastar todo lo que recibiría por
la venta de su carro. En su intento de regatear su hijo es ejecutado.
La única pena que quedaría a una madre, la de poder llorar a un
hijo muerto, le es negada. Para no verse implicada con el bando
protestante, niega conocer al joven que le traen muerto. Madre Coraje
sufre pero oculta su dolor porque tiene que salir adelante y luchar
por la hija que le queda.
La
guerra se recrudece para el bando protestante, madre Coraje y su hija
tienen que adaptarse a la nueva situación. Un párroco protestante
que en el pasado solía criticarles, se esconde ahora con ellas. Sin
ningún perjuicio cambia su sotana por una camisa de trabajo aunque
siempre intenta escabullirse de las tareas terrenales; y es que los
principios pierden su valor en tiempos de guerra. Incluso el viejo
cura intenta alternar con madre Coraje. Pero ella no quiere saber
nada de él, vive para sacar adelante su vida y la de su hija.
Su
hijo mayor también suele aparecer por los alrededores, en el carro uno de los bienes
más preciados es el vodka, al que todos los soldados acuden como las
ratas a Hamelin.
El
ritmo de la guerra parece haber cubierto a todos de una indolencia
inexplicable. El objetivo de las gentes es pasar desapercibidos, o
lidiar con la muerte sin que ésta les atrape. Y esperar. Pero
esperar a qué. Muchas voces dicen que la guerra es la mejor via de
enriquecerse, de avanzar, es el motor del pueblo. También dicen que
lo peor de la guerra es cuando llega la paz y hay que enfrentarse a
toda la destrucción provocada, entonces lo mejor es que ésta nunca
acabe.
Y
sin embargo llega la paz. El bando protestante ha podido avanzar y
acorralar al enemigo. La paz se ha firmado pero no todos sienten
alegría. Madre Coraje acaba de hacerse con nuevas mercancías que ya nadie querrá comprar. El cura al que han mantenido refugiado
en el carro durante años ahora insulta a madre coraje por
rechazar la paz. La paz que se llevó a su querido hijo ahora es
deseada, el fin de la guerra es su ruina.
Los
desastres de la paz no acaban aquí. El hijo mayor ha robado y
asesinado a una familia de granjeros, entró a buscar comida y acabó
matando a sus legítimos dueños. Pero no entiende el motivo de su
detención porque lleva años actuando así y siempre era aclamado.
Ahora no comprende qué ha cambiado para que la misma acción
implique una sentencia de muerte.
Nada
le salvará del pelotón de fusilamiento. Su madre nunca conocerá
cuál ha sido el triste destino de su hijo.
Con
la paz vuelven antiguas amistades y viejos sueños. Un cocinero alistado en las tropas reaparece, viene a buscar a la madre
Coraje, intenta rehacer su vida. Ambos piensan que
existe una posiblidad para los dos. Nuevamente el egoismo les aleja
de su sueño: el cocinero acepta cargar con la mujer pero no con su
hija de la que tendrán que deshacerse. La joven es muda, una chica
inocente que nunca se separó de su madre. Madre Coraje le prometió
que cuando acabe la guerra encontrará a un buen marido, aunque sabe
que es difícil porque un borracho malnacido le desfiguró la cara.
Estas cosas trae la guerra. La madre nunca dejaría a su hija, es el
único ser puro y quiere protegerla del mundo. Prefiere seguir
malviviendo con su carro y renunciar a su sueño antes que perderla.
La
paz, como suele pasar, dura poco. La guerra vuelve, más encarnizada
que nunca. El negocio parece que vuelve a marchar bien. Uno de esos
días en que la madre ofrece sus cachivaches en el mercado, unos
soldados del bando enemigo aparecen en las afueras del pueblo. Están
dispuestos a matar, a niños y mujeres sin ninguna piedad. La hija, que cuida del carro aparcado en esa zona, lo descubre y se sube a un árbol con cacharros viejos que hace sonar
para avisar a todo el mundo. Los soldados lanzan un tiro
certero y acaban con el ruido. La hija cae desplomada al suelo.
Cuando madre Coraje llega al carro descubre a su hija muerta. La
acuna, la deja descansar esperando a acabe despertándose. No es
capaz de entender porqué el ser más puro tuvo que tener una
vida de sufrimiento y acabar así. Una vez más tiene que huir para
no ser relacionada con el bando de los perdedores. Madre Coraje se
esconde tras su dureza pero por dentro no puede seguir más. Sin
embargo se levanta, tira de su carro y se marcha del lugar.
Esta es la historia de madre coraje y sus hijos, un relato que nos clava en el asiento durante dos horas y media y a ratos nos deja sin respiración. Aunque no lo haya mencionado hasta ahora, la obra es un musical, es decir, algunas partes son contadas mediante canciones. Los actores no son cantantes profesionales, mejor así, en este ambiente no necesitamos gorgoritos sino voces desgarradas que saquen fuerzas del fondo de sus almas. Algunos gallos suenan, pero no importa. Una pianista acompaña las canciones con notas sencillas.
Sobre el escenario, lo mejor sería pintarlo pero éste blog no me lo permite. La idea sería así, un carro enorme para las dimensiones de la sala se pasea por todo el escenario. Los espectadores ocupamos las paredes, en filas de 4 butacas, colocadas en ciertas esquinas para que el carro pueda girar. Da la impresión de que la obra es llevada a escena como una necesidad y no como un negocio para hacer dinero. Parece que el público se forma por un grupo de agraciados al que nos permiten disfrutar del montaje. No sé cuánto pueden ganar con cada representación pero dudo mucho que cubran gastos. Pero el teatro es pasión, no negocio. El equilibrio entre ambos sería genial aunque cada día se hace más dificil conseguirlo.
Reportaje: "Madre Coraje y Sus Hijos", de Bertolt Brecht, por la Pajarita de Papel Compañía de Teatro from La Puerta Estrecha on Vimeo.
Jo, qué duro. Pasan demasiadas cosas. Pero es que en la guerra no hay ninguna seguridad. La obra parece un repertorio de calamidades. ¿Cómo habrían debido actuar para evitar todo ese dolor? No hubiera sido posible hacerlo de otro modo y sólo queda ver cómo responden las personas.
ResponderEliminarMe gusta que haya sido cantado, al menos en parte. Es una buena manera de transmitir emociones, y me gusta más en una obra con fundamento que en un vano musical.
La pajarita de papel. Tendré que recordar ese grupo y verles algún día en compañía de mi propia pajarita...