domingo, 10 de marzo de 2019

AGRUPACIÓN SEÑOR SERRANO - KINGDOM

Me encantan estos días llenos de improvisación, en que surgen los planes con total sencillez, sin ninguna necesidad de planificación previa. Así ha sido hoy. Gracias a la recomendación de Charo, entró en la lista de deseos una obra a la que por otro lado era muy difícil llegar por los caminos normales (revista de teatro, reseñas en internet). Y así era por su extraño título y por los pocos días que iba a estar en cartel. Sin embargo todo se puso a favor, y una hora antes del comienzo de la representación encontré las dos últimas entradas libres y compañía para ir a verla.

La obra era bastante curiosa, como casi todas las programadas en el Teatro Canal durante el tiempo que Alex Rigola lo ha dirigido. Su programación es muy transgresora, y en particular esta obra tira por tierra todas las normas y convencionalismos del teatro clásico. Aquí no veremos a actores interpretando a personajes, ni tan si quiera como en la función ILUSIONES. Los actores nos van a contar una historia real de nuestro pasado y presente. Tampoco vamos a tener un escenario al uso, éste se irá construyendo en cada escena dando una sensación efímera. Todo está vivo y todo es cambiante, asistimos a la genuina, a una única representación, irrepetible.


La historia nos va a hablar del plátano como elemento central. Así dicho se puede pensar en muchas posibilidades y llama a la imaginación. Empezando por la historia más clásica viajaremos con la Biblia al momento de nuestra creación, el de Adán y Eva. En los textos se habla del árbol del bien y del mal, que es el árbol que daría el conocimiento a Adán y Eva en caso de probar su fruto, y a su vez serían expulsados del paraíso como castigo por la desobediencia. Y con una canción muy “cañera” cantada por un chino conoceremos esta historia de este árbol de vida y de expulsión. Y por si éste fuera poco comienzo, aquí empiezan las disquisiciones alrededor del plátano. Porque el “arbe de bien et male” fue mal traducido, ya que "male" significa manzana y de ahí la confusión en la que nos ha tenido sumida la religión durante tantos siglos. El árbol realmente era un platanero, el “arbe di paradisi”, como le llamó después el gran inventor de la taxonomía. El plátano es el fruto que nos llevó a la perdición.



El plátano era un fruto totalmente desconocido, que se encontraba en la selva de Costa Rica. Hasta allí llegó Minor Cooper Keith para construir el tranvía que atravesara la selva. En vista de la tremenda dificultad de su misión, se le ocurrió reconvertir su negocio a la exportación de un fruto sólo existente allí, el plátano, y para ello utilizaría el ferrocarril para llevarlos desde la selva a puerto. Así en 1877 se descubre el plátano como fruta maravillosa y se funda la National Fruit Company y su consumo se extiende por toda la tierra. En 1920 es la fruta más consumida del mundo, o al menos eso es lo que nos cuentan. 

Aquí podemos decir que asistimos a la primera gran empresa de la globalización y el consumismo al ser capaces de crear una necesidad de la nada, de algo de lo que no se tenía ni constancia. Además fruta tremendamente peculiar, no tiene semillas así que se reproduce por esquejes, lo que quiere decir que es una planta en continuo peligro de extinción y sin embargo es la base de la alimentación de muchos pueblos.  

Esa fruta maravillosa que en esa época había conseguido colonizar enormes tierras por todo el mundo, grandes áreas de cultivo se rindieron a sus pies, se acabará convirtiendo en una ruina: surge un parásito que ataca al platanero y mata a la planta. No había forma de hacer frente a esta plaga, así que el mundo sufre y se lamenta por la pérdida de este fruto de los dioses. Llega la crisis del 29 en EEUU y el hombre se siente cerca de su fin.


En ese momento aparece como salvador de la sociedad casi extinta King Kong, el gran Kong. Este ser revitalizará y dará fuerza al hombre, volverá a traer la confianza al macho, que se siente viril, capaz de todo. Y el plátano será el símbolo de esta recuperación. El hombre se ve como un reflejo de King Kong y para imitarlo y sentirse como él hace sus bailes y demonstraciones de fuerza. Y el plátano fálico lo representa todo.

El paso del tiempo nos lo cuentan a través de las portadas de revistas icono de la época, como el TIME con el personaje del año. 

Cuando la obra está a punto de acabar, se muestra al hombre como un imitador de king kong, que basa su ser en demostraciones de fuerza, en su baile. Y el plátano fálico lo representa todo. 

En la época actual hemos convertido el plátano en lo que queramos, el plátano hipster, el plátano mujer, el plátano gay, el plátano consentido, el plátano explotador... lo hemos transformado en la etiqueta que más nos guste, ya no somos seres individuales que decidimos libremente, sólo somos las etiquetas que nos pongamos y nos asignen. No hay que forjarse una personalidad, sólo hay que elegir la etiqueta. 

La obra acaba con la aparición de un grupo de tíos muy cachas que imitando a un líder harán un baile para demostrar su fuerza y hombría basado en su ídolo, King Kong. 



Todo esto contado así parece una historia difícil de llevar al teatro. de todas las posibles opciones para su representación, han elegido quizá la más complicada. En el escenario hay tres enormes mesas con elementos, plátanos por supuesto, pero también revistas, papeles, fajos de billetes, fruta,  maquetas de trenes, cabañas, tierra, plantas, instrumentos de música, teclados, batería, guitarra, sintetizadores, y también cámaras. Y con todo esto irán montando la obra sobre la marcha. Las cámaras servirán para poner el foco sobre lo que nos quieren explicar en cada momento, de forma que irán grabando y proyectarán en la pantalla del fondo. Así veremos las manzanas del árbol del Edén, la maqueta del tren y el poblado centroamericano, la expedición por la selva entre plantas de plástico, los fajos de billetes, las revistas TIME, los recortes de periódicos con el crack del 29. 


Y el último eslabón que permite la genialidad de esta obra son los actores, cinco personas que nos van a acompañar. Uno de ellos es el narrador, una especie de telepredicador, que repite como un mantra "¡estamos bien!" y nos cuenta las maravillas del plátano. Habla de las quejas continuas de esta sociedad que no tienen ninguna razón, porque ¡estamos bien!
Otro de los personajes es un chico chino que cuenta sus historias cantando, en una música marchosa y discotequera. Nos mete en ese ritmo marchoso, nos lleva a esa inhibición del individuo hasta llegar al fin común, donde se controlan nuestras necesidades y consumos. 



Obra muy interesante y divertida pero con un mensaje atroz que en el momento no cala porque estás rodeado de esa locura. pero cuando dejas la sala y el ruido para y no ves a esos hombres con cuerpos esculturales, todo vuelve a su lugar y aquí surgen las preguntas que nos plantean cuánto de verdad hay en la vida que vivimos, hasta qué punto se ejerce ese control sobre nosotros. 

1 comentario:

  1. Muy interesante y un tipo de obra que gusta ver. La que rompe los moldes y nos cuenta algo desde otra perspectiva, desde un ángulo nuevo.

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