domingo, 1 de noviembre de 2020

PEDRO PÁRAMO

Es una suerte que haya gestores de salas de teatro que eligen con tan buen gusto a directores que deciden mostrarnos textos tan maravillosos. 

Hace años viví mi propia historia de amor con Pedro Páramo. Ese libro, sin apenas haberlo leído, se convirtió en un talismán que me acompañó mucho tiempo. Hace unos meses llegó su momento, abandonó la estantería para quedarse un tiempo en mi mesilla de noche y para siempre en mis recuerdos. 

Pedro Páramo para mí es poesía y eso quiere decir que llevarlo a teatro supone una renuncia de muchas de las maravillas de esa historia. Así que tenía cierta curiosidad por saber cómo habían conseguido convertirla en una representación teatral.

La historia es muy fiel al texto original, ligeramente recortado para poder mostrarlo en un formato de dos horas en lugar de unas tres horas que supondría la versión completa. 


Juan Preciado, el hijo de Dolores, va hasta Comala a conocer a su padre y reclamarle lo que es suyo, cumpliendo la promesa que hizo a su madre en su lecho de muerte. Este es el comienzo de la historia de un pueblo, de sus gentes y especialmente de ese padre que nunca ejerció, Pedro Páramo. 

En el relato nos iremos encontrando con personajes que vuelven del pasado para traer el recuerdo de todos los que estuvieron en la finca la Media Luna, todos aquellos que sufrieron en sus carnes al cacique Pedro Páramo. 

Entre las víctimas de Pedro está su esposa, que nunca fue bien tratada, o los sirvientes y trabajadores que estaban acostumbrados a humillaciones y desprecios del patrón. 


La línea que separa la vida y la muerte no está definida, los muertos siguen visitando a los vivos en una eterna procesión. Juan recibirá a las amigas de su madre, que irán reconstruyendo su pasado. Juan no sabrá quién es difunta o pertenece al reino de los vivos. Él mismo estando en Comala sufrirá un episodio de asfixia o de miedo o de ambos juntos que acabará con su vida, pasando a pertenecer al reino de los muertos. Desde su tumba él podrá acabar de reconstruir la historia, con los testimonios que los muertos que le rodean le cuentan.  


Así conocerá que muchos de los que vivían en el pueblo eran también hijos de Pedro Páramo, pero sólo de uno se hizo cargo. El hijo elegido era maldito, ni el cura Rentería se quiso encargar de él cuando su madre murió, y a Pedro sólo le trajo problemas. Miguel Páramo encontró su muerte cuando cabalgaba como un loco en su caballo, yendo a ver a una mujer a la que quería enamorar. Fue su caballo el que trajo el mensaje de la muerte de su amo. El cura quería negarle la última bendición y con ella el descanso eterno, pero coaccionado por Pedro tuvo que ceder.  Pedro siempre conseguía lo que se proponía.



Entre otras de sus fechorías, Pedro Páramo eligió a su mujer Dolores, la madre de Juan, porque debía grandes cantidades de dinero a su familia. Con este enlace saldó las deudas pero tiempo después la echó de casa y nunca volverían a verse. Realmente Pedro no estaba enamorado, él desde muy pequeño quería a Susana y ella se convirtió en su obsesión. Para conseguirla incluso se rumoreaba que mató a su padre, y quedando ella desvalida, la obligó a que se uniera a él. Pero Susana nunca le perteneció, ella quería a otro hombre al que perdió y con su marcha vino su locura. Susana era el único sentimiento puro en el corazón de Pedro.

Así lo hacía todo Pedro Páramo, se sentía con el derecho de otorgar o quitar la vida a quien decidiera. Estaba por encima de leyes, religión, personas... Incluso compró a los revolucionarios, les dio dinero, armas y hombres para que lucharan, de forma que intervenía en todas las decisiones de la revolución. 

Hombres así dan mucho miedo. A pesar de tener bastantes enemigos difícilmente suelen verse amenazados. Pero ante la desesperación no hay armas para defenderse, porque cuando el hombre lo pierde todo, no tiene miedo a nada. Pedro Páramo encuentra su final en los brazos del arriero Abundio cuando a este se le muere su mujer y no tiene ni dinero para el enterramiento. El arriero desesperado pide ayuda a Pedro Páramo que no se la da, así que éste lo acuchilla.

 La historia realmente está contada mediante dos relatos, el del padre y el del hijo, que se intercalan durante toda la obra y hacen una única historia. Aquella de Pedro Páramo no es lineal, son retazos que vamos juntando y componiendo, fragmentos que nos cuentan los personajes que vienen a visitarnos. El realismo mágico lo ocupa todo en esta obra, esa forma de entender la realidad mucho más ampliamente de lo establecido, donde cualquier personaje y situación es lícita, se trata como algo habitual, cotidiano. 

Como decía, la dificultad del texto es uno los temas más complicados en la adaptación. Esto lo salvan muy bien con dos actores maravillosos que son capaces de interpretar a todos los personajes, buscando que entendamos la complejidad del texto a través de la sencillez, dando pinceladas que es más que suficiente.

Un escenario sencillo que con pocos cambios se adapta a cualquier paisaje, con el apoyo de proyecciones. En conjunto la obra está hecha para disfrutar al máximo del maravailloso texto de Juan Rulfo y de unos actores inmejorables. 

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