viernes, 30 de noviembre de 2012

EL JURAMENTO

Tales fueron las buenas sensaciones que me dejó Los Niños se han Dormido/La Gaviota, que no he podido evitar volver a pisar un teatro pocos días después. Hice una lista con todas las obras que quería ver antes de fin de año, entre ellas apunté una un tanto especial.Sin rodeos, una zarzuela. Cada cierto tiempo me gusta disfrutar de una obra así, es curioso teniendo en cuenta que detesto los musicales. Pero las zarzuelas están muy cerca del teatro, incluso podría decir que comparten muchos rasgos con el teatro clásico. Por supuesto no es comparable a las grandes obras de Lope o Calderón, aunque sí cuentan con los enredos típicos del siglo de Oro, las confusiones y equivocos y el final feliz para todos.
Y entre los rasgos comunes de las zarzuelas está el ambiente costumbrista, las piezas cantadas por tenóres y sopranos y la poca profundidad de los personajes. Así que asistir a una zarzuela cada seis meses es una frecuencia óptima.

El Juramento ya cuenta algún detalle en su título: un juramento debe de ser mantenido pero éste a su vez no permite desenmarañar el lío montado.

La historia transcurre en el palacete de campo que pertenece a un rico noble. Éste piensa casar a su hijo,  Don Carlos, con una joven rica y de buena familia, desoyendo sus deseos. Pero el hijo quiere a la joven huérfana, María, que su padre recogió siendo pequeña. Además el chico no es capaz de oponerse a la orden de su padre y acepta su destino. Ella se siente abandonada porque su querido no ha sido capaz de luchar por su amor.

En éstas llega al palacio un amigo del hijo, un capitán al que éste salvó la vida. Tras conocer la historia decide ayudarle con la condición de que deberá marcharse inmediatamente de allí. Rápidamente el capitán, que también es marqués, elabora un plan para salvar a la linda María de su paso por el altar con Sebastián, un chaval simplón del pueblo con el que el marqués también ha concertado una boda. Sólo hay un problema: para evitar que María se case con Sebastián, el marqués pide su mano.

Dicho y hecho, la boda se celebra días después. Tan pronto ésta finaliza, el marqués comienza a ignorar a su actual esposa y a tontear con otras mujeres. Viven en casas separadas y nunca se les ve juntos, no hay quien entienda qué ha hecho a este hombre cambiar tanto de la noche al día. María le rechazó en un principio pero tampoco entiende ese desdén del que es víctima y no está dispuesta a verle con otras mujeres y convertirse en el centro de las habladurías del pueblo. Y entre celos y admiración empieza a enamorarse de ese hombre que la esquiva. Ese sentimiento surgió ya en él la primera vez que la vio, pero se debe a su amigo, no puede revelar que la quiere y por eso huye de ella.

Y como tenía que ser, Don Carlos vuelve a aparecer. Confía en su amigo y en que el entuerto esté solucionado pero la furia le corroe cuando se entera de que su supuesto amigo se ha casado con su amada. Todo tiene una explicación y el marqués le cuenta que se batió en duelo y mató a un hombre pero fue condenado injustamente a morir. Por su posición se le permitió que su vida acabara en el frente, para lo que se le dio un permiso de cuarenta de días que finalizarían la mañana siguiente. Esto quería decir que el partiría a la muerte y su mujer enviudaría heredando una gran riqueza. Así ellos podrían casarse sin oponerse a los designios del padre. Pero este juramento nunca debería de ser rebelado a su mujer, al igual que su amor.

Cuando Don Carlos ve a María descubre que ésta ya le dejó de querer, ella ama a su marido. Se enfada y les culpa, disfruta pensando que él morirá. Pero alguien viene a abrirle los ojos, a mostrarle que él es el único culpable de su desgracia, que fue un cobarde ante el amor. Así que decide devolver el favor a su amigo que siempre actuó de buena fe. Consigue una confesión que salva al marqués de la sentencia de muerte y bendice su amor, que está por encima de todo.


La historia es sencilla pero se ve complementada con un vestuario muy original (de Jesús del Pozo) y unos alegres decorados en tonos cálidos que reconfortan el espíritu. Realmente el montaje en conjunto es un gran espectáculo, hasta los cantantes de ópera trabajan bien cuando actúan. Un estupendo rato en el que viajamos a otros tiempos de nuestro país.


martes, 27 de noviembre de 2012

LOS NIÑOS SE HAN DORMIDO

Y con ésta van cuatro representaciones de Chejov, según me dijo Isma. Cuatro en el recuento parcial (realizado por el blog), en total seguramente sobrepaso las diez obras vistas. Y no me canso de ver a Chejov, sobre todo si la historia y los actores se combinan en una simbiosis perfecta. Lo digo sabiendo de lo que hablo, porque quizá la peor representación que he sufrido fue de esta misma obra, la Gaviota. 


Aunque el texto era éste, la obra vista hoy se presentaba con otro nombre: Los Niños se han Dormido. No es la primera vez que esto sucede, que La Gaviota es anunciada con otro título. Dicen los directores que representar La Gaviota es tan complejo que es pretencioso suponer que se pueda hacer. Por eso se acercan a ella con adaptaciones en torno a su obra. 

Esa complejidad de la que hablan se percibe en los personajes, Chejov nos los describe en todas sus facetas, les conocemos, llegamos a intuir lo que piensan y en este análisis descubrimos al ser humano. 

El contexto de las obras de madurez de Chejov es siempre parecido: la escena transcurre en una lujosa casa de la época de los zares, en una zona rural de la Rusia de principios del s. XX. Los personajes reflejan los diferentes estamentos sociales: señores y criados.

En este palacete tendrá lugar hoy una representación teatral. El hijo de la señora, Konstantin, ha adaptado una obra que interpretará su alegre novia, Nina. El joven está expectante por conocer la opinión de su madre, la famosa actriz Irina. Además pretende recuperar así la admiración de ésta por él, que perdió en favor de su novio, un famoso crítico y escritor, Boris Trigorin. Boris es un autor famoso, ha triunfado y vive cómodamente, y es encantador, especialmente con las mujeres. A la actuación también asistirán los sirvientes de la casa, el hermano de Irina y su médico, amigo de la familia. 

El estreno será un desastre porque la madre ridiculizará a su hijo, dejándole en evidencia ante todos. Irina siempre pretende quedar por encima del resto y un hijo escritor es un desafío a su profesión de actriz. Además la obra que Konstantin eligió era Hamlet, con lo que el papel de Ofelia quedaba "demasiado grande a esa niña". Elegir Hamlet no fue un capricho de Konstantin sino un intento de hacer ver a Irina lo que está pasando en su propia familia. 

Pero esta confrontación no es la única que veremos. A través de los diálogos se muestran las distintas relaciones entre los personajes, todos desean aquello inalcanzable y rechazan lo cercano y asequible con desprecio. Con esto sólo consiguen sentirse desgraciados y convertir en infelices a aquellos que les quieren. Nasha, la hija del ama de llaves, ama desesperadamente al joven Konstantin que la rechaza. Sin embargo desprecia al maestro, un chico soñador que la haría feliz. El ama de llaves desea al médico y le declara su amor delante de su propio marido en un acto de desprecio hacia éste. Los comportamientos se repiten y pasan de una generación a otra, las sirvientas, madre e hija, tienen que aceptar a un hombre que no aman para acceder a una vida mejor.

Todos los seres viven y sufren en una especie de equilibrio inestable que es roto por un acontecimiento: Boris, el crítico, y la joven Nina se enamoran. El dilema está servido, dejarse llevar por el amor o renunciar a éste y vivir en la comodidad del día a día. Boris es débil y es arrastrado por Irina, pero la juventud e ingenuidad de Nina consiguen que él vuelva a ella. 
Vivirán un romance con trágico final cuando ella pierde al bebé nacido de su amor y con éste, la fuerza para actuar. Boris acaba abandonándola y vuelve con Irina.

Pasan los meses y la familia vuelve a reencontrarse tras tantos acontecimientos. Pese a las demostraciones de alegría, todos siguen escondiendo sus desdichas y vergüenzas. Quizá porque no pueden guardarlo dentro más tiempo o porque piensan que tienen derecho a ser felices, acaba llegando el momento en que confiesan su verdad. Pero con esto lo único que consiguen es volver a enfrentarse a su soledad sintiéndose más ridículos que antes. Otros, los cobardes, se ocultan tras una máscara. 
De entre todos ellos sólo Konstantin muestra su tormento,  ha triunfado como escritor pero perdió el amor de Nina y no es capaz de soportar este mundo falso. 
Y en esa gran noche de reencuentros Nina aparece en la casa. Se fue siendo una niña y ahora es una mujer, ha sufrido y ha entendido que la vida consiste en aceptar el dolor que te toca vivir. Desvaría, se llama a ella misma Gaviota, como esa gaviota que Konstantin mató "por hacer algo", cuando empezó el fin de su juventud. Esa gaviota muerta era ahora ella. 
Y cuando Konstantin le confiesa que la sigue amando, aparece Boris, el crítico, que ignora por completo su presencia. Ella no puede sentir más dolor al verse rechazada por el hombre que sigue amando y sólo le queda huir y aceptar su cruel destino de soledad. 
Igualmente Konstantin entiende que ese mundo en el que no encaja no es para él. Perdió la última esperanza de ser feliz y decide acabar con su vida, mientras los demás ríen y festejan su infelicidad.  

Esta historia está completada con todos los personajes que rodean a la familia, de cada uno entendemos sus sentimientos y nos preguntamos cómo han podido llegar a ser tan infelices. Esta es la magia del teatro intemporal de Chejov, ya sea en la estepa rusa o en el s. XXI.


miércoles, 21 de noviembre de 2012

EL TRAJE

La última vez que estuve en la sala galileo disfruté de una entrañable obra (Elling). Eso fue allá por primavera. Aquella representación me viene a la memoria porque uno de los actores vuelve a estar aquí, Javier Gutierrez. Otro parecido es que son solo dos personajes los que nos acompañarán esta noche.

El texto es español y actual, así que no las tengo todas conmigo. Prefiero obras ya consagradas, aunque en ellas se pierde el factor sorpresa.

Con los primeros minutos la obra muestra un guión original. Dos hombres discuten en el sótano de unos almacenes. Uno es el jefe de seguridad, el otro es un cliente. Estamos en el primer día de las rebajas y una avalancha de gente entró en la tienda en tropel, se pisotearon y aplastaron, y de entre todos, dos de ellos -un hombre y una mujer- consiguieron alcanzar una misma prenda, un traje. Una lucha fraticida por la pieza les ha conducido a la reclusión en ese sótano. La señora está herida en la sala contigua (nunca la veremos) mientras que el otro implicado es interrogado por el jefe de seguridad. Éste intenta aclarar los hechos y quién tuvo la culpa, pero parece que las acusaciones son mutuas y ninguno se responsabiliza de lo ocurrido.


La escena se vuelve cada vez más absurda, el interrogatorio gira hacia lo personal y el guardia jurado pretende averiguar los problemas familiares del cliente. El despiadado comprador está perdiendo los estribos, insulta y suelta tacos, tema que pone especialmente nervioso al interrogador, que pertenece a una iglesia evangélica. Para colmo la sala está cerrada con llave, lo que pone más frenético al arrestado. Y con los nervios las confesiones van surgiendo: "sí la llamé zorra", "si le di un puñetazo fortuito", "sí lancé su cabeza contra el están con todas mis fuerzas". La cosa se complica para el caballero porque la situación le ha superado y no sabe ni qué dice. Además una grabación parece inculparle definitivamente. Por si esto fuera poco, el guarda jurado, que cada vez desvela más su locura, le cuenta que la señora está herida grave, para pocos minutos después comunicar su muerte.

"Hay que esconder el cuerpo, total, es una vieja y nadie la reclamará", y el pobre cliente se siente sobrepasado y acepta cada nuevo desproposito del empleado como algo natural. Al parecer, el guarda intenta ayudar y encubrir al señor, pero a cambio le pide un favor, que sea su amigo. Desesperado y asustado, el otro acepta, quiere acabar con esto, salir de ese sótano y volver con su familia. Él sólo quería comprar un traje para regalarlo a un político con el fin de conseguir algún contrato y así mantener su empresa abierta. No es tan malo buscarse medios para sobrevivir.  

Cuando intentan sacar el cuerpo para llevarlo a una obra y enterrarlo entre sus cimientos, descubren que no hay otra salida más que pasando por la tienda, todo se ve negro y sin salida. En este momento un rayo de lucidez muestra al cliente la verdad: nadie murió en la avalancha, la disputa por el traje no ocasionó ningún herido grave. El muerto que intentan sacar es una víctima de la locura del guarda, él es el asesino y mató a la señora para forzar a la amistad al otro cliente  haciéndole creer un criminal y él su encubridor. Pero esta verdad llega demasiado tarde, cuando ya se encuentran en un camino sin salida.

El argumento es original pero la historia se puede contar en cuarenta minutos y alargarla hasta 1h 30 minutos la hace a veces aburrida y repetida. Es una lástima porque los actores interpretan a sus personajes con mucha sabiduría.


jueves, 8 de noviembre de 2012

IVAN-OFF

Ha llovido desde mi última función, allá por julio. Muchos han sido los acontecimientos vividos desde entonces.Hoy asisto a una obra muy diferente de las que suelo frecuentar. Este tipo de teatro está surgiendo recientemente, pequeñas salas representan nuevas obras de autores jovenes o adaptaciones alternativas, y donde el publico asistente es muy escaso.
La idea me gusta, una actuación muy personal para ser disfrutada por unos pocos de afortunados.

Desde el primer momento se observan diferencias. Entramos a un piso que recrea el ambiente de los años 50: paredes empapeladas, lámparas de araña, muebles rococó, una ornacina con una virgen dentro, cuadros de pavo real o perros humanoides o la misma duquesa de alba.

Entramos a una sala y nos situamos en un banco continuo que recorre las cuatro paredes. En el centro un actor nos mira fijamente esperando su momento. A partir de aquí comienza la historia de Ivan-off.

Ivan es un hombre desgraciado, infeliz, amargado. Se casó hace cinco años pero poco después dejó de querer a su mujer y ahora se siente atrapado en una vida que no le llena. Sin embargo ella le ama más que nunca y por culpa del rechazo que sufre, vive enferma. Pero ni esta culpabilidad puede hacer que en Ivan surgan sentimientos de cariño. Además sus negocios empeoran y le llevan a la ruina. Debe dinero a una importante familia de la región a la que visita cada día aparentando ante su mujer que se siente obligado por los favores recibidos. En realidad es su única válvula de escape, que tampoco le hace feliz porque Ivan dejó de sentir ilusión. Ese mismo hastío le hace ser cruel con todos, especialmente con su esposa.

En la casa de sus protectores los sentimientos hacia Ivan son bien diversos. Mientras que la señora reclama el pago de la deuda, el marido se desahoga con él y a la vez hace de mensajero de su mujer, es un pelele en sus manos. La hija es la joya de la corona, un ser dulce e inocente que conoce la triste vida del joven y pretende salvarle de su amargura. Le declara su amor y él ve en ella una tabla de salvación, igual a otras anteriores. La mujer de Ivan descubre la relación extramatrimonial y su enfermedad se agrava. Su médico es se autodenomina como un ser "honrado", que siente asco ante la crueldad humana. Pero acusa a los personajes creyéndose con autoridad para ello, cuando lo que así consigue es convertirse en el ser más despreciable. Castiga continuamente a Ivan con sus palabras con el único fin de sentirse superior.

Cada personaje se ve encerrado en una vida que no le llena y sin salida posible, deseando lo que el tiene. Su felicidad depende de los otros y éstos,seres crueles, nunca se la concederán. Y con esta tesitura la historia no podrá acabar bien. La esposa acaba falleciendo e Ivan parece que rehará su vida con la hija de sus acreedores, la familia adinerada. Pero poco antes de que se celebre la boda, él acabará siendo consciente de que perdió completamente la ilusión por ser feliz, la alegría de vivir y lo único que provocará es la desdicha de su joven prometida. Antes de arrastrar a más personas a su infierno, el día de su boda se presenta en casa de la novia y tras expresar su reflexión hace lo único que le devuelve la dignidad: pegarse un tiro.

Lo más interesante de la obra es cómo ésta se desarrolla. Está estructurada en cuatro actos y cada uno de ellos transcurre en una sala distinta. Al finalizar un acto, un personaje nos invita a pasar a la siguiente sala, nos introduce en la obra, nos invita a la fiesta del salón contiguo, nos reune en otro lugar para contarnos un secreto...

El único aspecto negativo se centra en la adaptación del texto. La obra original se llama Ivanov, del gran Anton Chejov. Pocas adaptaciones son necesarias en una pieza de este autor. Pero entre todos los posibles cambios, intentar meter con calzador conflictos actuales no producen un buen resultado. Al final nos perdemos en un texto clásico con toques modernos que a ratos chirrían.

Lástima porque todo apuntaba a que la tarde de teatro podía salir redonda.