La última vez que estuve en la sala galileo disfruté de una entrañable obra (Elling). Eso fue allá por primavera. Aquella representación me viene a la memoria porque uno de los actores vuelve a estar aquí, Javier Gutierrez. Otro parecido es que son solo dos personajes los que nos acompañarán esta noche.
El texto es español y actual, así que no las tengo todas conmigo. Prefiero obras ya consagradas, aunque en ellas se pierde el factor sorpresa.
Con los primeros minutos la obra muestra un guión original. Dos hombres discuten en el sótano de unos almacenes. Uno es el jefe de seguridad, el otro es un cliente. Estamos en el primer día de las rebajas y una avalancha de gente entró en la tienda en tropel, se pisotearon y aplastaron, y de entre todos, dos de ellos -un hombre y una mujer- consiguieron alcanzar una misma prenda, un traje. Una lucha fraticida por la pieza les ha conducido a la reclusión en ese sótano. La señora está herida en la sala contigua (nunca la veremos) mientras que el otro implicado es interrogado por el jefe de seguridad. Éste intenta aclarar los hechos y quién tuvo la culpa, pero parece que las acusaciones son mutuas y ninguno se responsabiliza de lo ocurrido.
La escena se vuelve cada vez más absurda, el interrogatorio gira hacia lo personal y el guardia jurado pretende averiguar los problemas familiares del cliente. El despiadado comprador está perdiendo los estribos, insulta y suelta tacos, tema que pone especialmente nervioso al interrogador, que pertenece a una iglesia evangélica. Para colmo la sala está cerrada con llave, lo que pone más frenético al arrestado. Y con los nervios las confesiones van surgiendo: "sí la llamé zorra", "si le di un puñetazo fortuito", "sí lancé su cabeza contra el están con todas mis fuerzas". La cosa se complica para el caballero porque la situación le ha superado y no sabe ni qué dice. Además una grabación parece inculparle definitivamente. Por si esto fuera poco, el guarda jurado, que cada vez desvela más su locura, le cuenta que la señora está herida grave, para pocos minutos después comunicar su muerte.
"Hay que esconder el cuerpo, total, es una vieja y nadie la reclamará", y el pobre cliente se siente sobrepasado y acepta cada nuevo desproposito del empleado como algo natural. Al parecer, el guarda intenta ayudar y encubrir al señor, pero a cambio le pide un favor, que sea su amigo. Desesperado y asustado, el otro acepta, quiere acabar con esto, salir de ese sótano y volver con su familia. Él sólo quería comprar un traje para regalarlo a un político con el fin de conseguir algún contrato y así mantener su empresa abierta. No es tan malo buscarse medios para sobrevivir.
Cuando intentan sacar el cuerpo para llevarlo a una obra y enterrarlo entre sus cimientos, descubren que no hay otra salida más que pasando por la tienda, todo se ve negro y sin salida. En este momento un rayo de lucidez muestra al cliente la verdad: nadie murió en la avalancha, la disputa por el traje no ocasionó ningún herido grave. El muerto que intentan sacar es una víctima de la locura del guarda, él es el asesino y mató a la señora para forzar a la amistad al otro cliente haciéndole creer un criminal y él su encubridor. Pero esta verdad llega demasiado tarde, cuando ya se encuentran en un camino sin salida.
El argumento es original pero la historia se puede contar en cuarenta minutos y alargarla hasta 1h 30 minutos la hace a veces aburrida y repetida. Es una lástima porque los actores interpretan a sus personajes con mucha sabiduría.
Me parece un argumento muy chulo. Pero no me quedan claras las razones del guarda. ¿Por qué necesita tan imperiosamente que el retenido sea su amigo? Incluso se permite amonestarle por los tacos ya que ofenden su sensibilidad religiosa. No le veo mucho sentido.
ResponderEliminarEn cuanto al otro hombre, sí me parece interesante cómo se degrada a colaborar con el crimen, para tapar su otro supuesto crimen menor. Es decir, que responde a un crimen con otro en una escalada sin sentido que al final le lleva a la ruina (espero).
Una pena que no esté bien ejecutado.