Kafka es uno de los grandes autores del pasado siglo. Este gran mérito lo obtuvo plasmando en sus libros aquellos pensamientos que tanto le perturbaban. Y a pesar de su fama poco más sé de él ya que no me he leído ni uno solo de sus libros. Esto no dice mucho de mí ni de mi (buen, :D) criterio para elegir obras de teatro. Qué vamos a hacerle. En mi descargo diré que no elegí yo la obra, aunque bien es verdad que rápidamente acepté el ofrecimiento de asistir a la representación.
En la sala pequeña del teatro María Guerrero han conseguido montar un enorme escenario que ocupa la mitad del espacio. Unos entramados hacen las veces de paredes y acotan las habitaciones donde tendrán lugar los hechos. Observaremos al Kafka más puro, el más expuesto y vulnerable, el que muestra su amor ante la gran mujer de su vida, Felice Bauer.
La primera escena es muy anterior a la época en la que está ambientada el resto de la obra y de ahí su importancia. El pequeño Franz se esconde de sus padres, escucha sus gritos pero no responde a ellos. Se encuentra en la terraza de la casa familiar, ha sido castigado a pasar allí la noche, a la intemperie. El comportamiento de sus padres marcará el resto de su vida.
Los años pasan, Franz, un apuesto hombre, quiere convertirse en escritor. Buscando consejo visita a su amigo Max y allí conoce a Felice, de la que se queda prendado. Tanto es así, que comienza a escribirle cartas para conquistarla. Ella es una mujer independiente, trabajadora y moderna que responde a Franz con parecidos sentimientos.
Las cartas están llenas de poéticas frases que muestran la admiración y encandilamiento, pero en un modo platónico. Tan pronto como ella pretende avanzar en la relación y demuestra su amor, él intenta a través de excusas quitarle la idea. Le pone al corriente de su mala salud, de su situación familiar, de su detestable y aburrida vida en Praga. A pesar de quererla, intuye que esta relación solo le traerá problemas y le separará de su gran pasión, escribir.
Pero Felice es una persona con decisión y carácter y desoye sus pretextos, le responde que la vida hay que tomarla con alegría y energía.
Así vemos comenzar una terrible historia de amor que no tendrá un final feliz.
El desencuentro es producido por el pragmatismo de ella frente a la incapacidad de disfrutar y el apocamiento que él siente. Esa obsesión llevará a ambos a una continua lucha, donde en un lado están los sentimientos y en el otro la necesidad que cada uno tiene de reconocerse.
Kafka admite que en él hay dos hombres, uno que quiere a Felice y otro que no sabe relacionarse con el mundo y sólo busca encerrarse en su cueva. Y tiene claro que el mejor es el que está enamorado de Felice. Pero ni sabe ni está dispuesto a renegar de ninguno.
En los pocos encuentros que tienen se pone aún más de manifiesto las diferencias entre ambos y sólo mediante la correspondencia muestran su pasión sin límites.
En una de esas contadas visitas Franz pretende convencerla del sinsentido de sus encuentros, pero finaliza diciendo que ella nunca querría casarse con un hombre como él. Felice se lanza a sus brazos como una adolescente loca de amor. Y en ese momento él es feliz.
Pero desde este compromiso Kafka pierde su capacidad para expresar todo lo que le atormenta y no debido a que esta sensación haya desaparecido, más bien porque junto a ella se ve anulado para escribir.
La mujer a la que tanto ama es a la vez el ser que le impide realizar aquello que desea por encima de todo, expresar sus sufrimientos.
En la fiesta de presentación previa a su boda se muestra arisco, antisocial, fuera del mundo que le rodea. La familia de su futura mujer no siente ninguna simpatía por él e intentan mostrarle su desprecio pero no será necesario. Tras la celebración, las cartas enviadas por Franz son muy pocas y en ellas se muestra frío y cortante.
Felice sabe de su sufrimiento y no está dispuesta a aceptar que todo haya acabado. Para averiguar qué le hace comportarse de forma tan hostil, envía a su amiga, Grette. Franz abre su corazón a la joven, le expresa sus sentimientos y explica a Grette que Felice no es capaz de escucharle ni entenderle, no comprende qué él tenga la necesidad de escribir para sentirse vivo. Acompañando las explicaciones despliega sus encantos y conquista a la chica que acaba siendo seducida. Confiesa que con Felice nunca habría llegado a esta intimidad, nunca había podido sentirse tranquilo, expresarse libremente. Pero quizá ésta sea su forma de cortar de raíz toda relación con su amor, Felice.
Felice conocerá todo lo ocurrido de boca de su amiga Grette y aunque siente un fuerte dolor por el daño que le ha provocado Franz, entiende que su actuación se debe a su sufrimiento. Consigue volver a encontrarse con él en un hotel en el que hace meses fueron muy felices. También entonces discrepaban, la felicidad de Franz era escribir y leerle sus textos, mientras que ella sólo pretendía estar con el hombre.
En esta segunda oportunidad consiguen revivir el amor y aunque parece que ya nada les separará, los fantasmas de Kafka vuelven a aparecer.
Kafka estaba dispuesto a dejar Praga e ir a Berlín con ella, pero sus miedos le impiden abandonar su ciudad y a su familia con la que hace mucho que no se entiende.
Poco antes de la boda la situación empeora. La comunicación entre ellos se ha deteriorado y solo son capaces de mostrar el rencor que guardan contra el otro.
Felice le acusa de que él solo pensó en sí mismo, mientras que ella ha luchado por hacer de él un hombre maduro, feliz, abierto al mundo y un hombre capaz de disfrutar con una mujer. A su vez le dice que nunca comentó sus libros por no hacerle daño. Él siente que Felice nunca entendió ni al menos pretendió ver su necesidad de escribir, y confiesa que hacerle el amor es el duro precio que tiene que pagar para estar junto a ella.
Felice no soporta el daño que Franz le provoca y le abandonará a para siempre. Y de esta historia surge uno de sus grandes textos, la metamorfosis. Kafka se ve como un ser incomprendido, apartado del mundo, un ser repulsivo que no sabe qué le está pasando, qué está viviendo.
Pero consigue mantener su soledad para escribir todo aquello que necesita contar.
La historia está realmente bien contada, aunque a través de esta crónica pueda parecer algo típica. Los actores representan sus personajes con maestría y la cercanía también ayuda a valorar mejor sus trabajos. Una estupenda tarde de teatro en un ambiente íntimo, encantador!