jueves, 25 de abril de 2013

KAFKA ENAMORADO

Kafka es uno de los grandes autores del pasado siglo. Este gran mérito lo obtuvo plasmando en sus libros aquellos pensamientos que tanto le perturbaban. Y a pesar de su fama poco más sé de él ya que no me he leído ni uno solo de sus libros. Esto no dice mucho de mí ni de mi (buen, :D) criterio para elegir obras de teatro. Qué vamos a hacerle. En mi descargo diré que no elegí yo la obra, aunque bien es verdad que rápidamente acepté el ofrecimiento de asistir a la representación.

En la sala pequeña del teatro María Guerrero han conseguido montar un enorme escenario que ocupa la mitad del espacio. Unos entramados hacen las veces de paredes y acotan las habitaciones donde tendrán lugar los hechos. Observaremos al Kafka más puro, el más expuesto y vulnerable, el que muestra su amor ante la gran mujer de su vida, Felice Bauer.

La primera escena es muy anterior a la época en la que está ambientada el resto de la obra y de ahí su importancia. El pequeño Franz se esconde de sus padres, escucha sus gritos pero no responde a ellos. Se encuentra en la terraza de la casa familiar, ha sido castigado a pasar allí la noche, a la intemperie. El comportamiento de sus padres marcará el resto de su vida. 

Los años pasan, Franz, un apuesto hombre, quiere convertirse en escritor. Buscando consejo visita a su amigo Max y allí conoce a Felice, de la que se queda prendado. Tanto es así, que comienza a escribirle cartas para conquistarla. Ella es una mujer independiente, trabajadora y moderna que responde a Franz con parecidos sentimientos. 


Las cartas están llenas de poéticas frases que muestran la admiración y encandilamiento, pero en un modo platónico. Tan pronto como ella pretende avanzar en la relación y demuestra su amor, él intenta a través de excusas quitarle la idea. Le pone al corriente de su mala salud, de su situación familiar, de su detestable y aburrida vida en Praga. A pesar de quererla, intuye que esta relación solo le traerá problemas y le separará de su gran pasión, escribir. 

Pero Felice es una persona con decisión y carácter y desoye sus pretextos, le responde que la vida hay que tomarla con alegría y energía.

Así vemos comenzar una terrible historia de amor que no tendrá un final feliz. 

El desencuentro es producido por el pragmatismo de ella frente a la incapacidad de disfrutar y el apocamiento que él siente. Esa obsesión llevará a ambos a una continua lucha, donde en un lado están los sentimientos y en el otro la necesidad que cada uno tiene de reconocerse. 

Kafka admite que en él hay dos hombres, uno que quiere a Felice y otro que no sabe relacionarse con el mundo y sólo busca encerrarse en su cueva. Y tiene claro que el mejor es el que está enamorado de Felice. Pero ni sabe ni está dispuesto a renegar de ninguno. 

En los pocos encuentros que tienen se pone aún más de manifiesto las diferencias entre ambos y sólo mediante la correspondencia muestran su pasión sin límites. 

En una de esas contadas visitas Franz pretende convencerla del sinsentido de sus encuentros, pero finaliza diciendo que ella nunca querría casarse con un hombre como él. Felice se lanza a sus brazos como una adolescente loca de amor. Y en ese momento él es feliz.


Pero desde este compromiso Kafka pierde su capacidad para expresar todo lo que le atormenta y no debido a que esta sensación haya desaparecido, más bien porque junto a ella se ve anulado para escribir. 

La mujer a la que tanto ama es a la vez el ser que le impide realizar aquello que desea por encima de todo, expresar sus sufrimientos.

En la fiesta de presentación previa a su boda se muestra arisco, antisocial, fuera del mundo que le rodea. La familia de su futura mujer no siente ninguna simpatía por él e intentan mostrarle su desprecio pero no será necesario. Tras la celebración, las cartas enviadas por Franz son muy pocas y en ellas se muestra frío y cortante. 

Felice sabe de su sufrimiento y no está dispuesta a aceptar que todo haya acabado. Para averiguar qué le hace comportarse de forma tan hostil, envía a su amiga, Grette. Franz abre su corazón a la joven, le expresa sus sentimientos y explica a Grette que Felice no es capaz de escucharle ni entenderle, no comprende qué él tenga la necesidad de escribir para sentirse vivo. Acompañando las explicaciones despliega sus encantos y conquista a la chica que acaba siendo seducida. Confiesa que con Felice nunca habría llegado a esta intimidad, nunca había podido sentirse tranquilo, expresarse libremente. Pero quizá ésta sea su forma de cortar de raíz toda relación con su amor, Felice.


Felice conocerá todo lo ocurrido de boca de su amiga Grette y aunque siente un fuerte dolor por el daño que le ha provocado Franz, entiende que su actuación se debe a su sufrimiento. Consigue volver a encontrarse con él en un hotel en el que hace meses fueron muy felices. También entonces discrepaban, la felicidad de Franz era escribir y leerle sus textos, mientras que ella sólo pretendía estar con el hombre.

En esta segunda oportunidad consiguen revivir el amor y aunque parece que ya nada les separará, los fantasmas de Kafka vuelven a aparecer.

Kafka estaba dispuesto a dejar Praga e ir a Berlín con ella, pero sus miedos le impiden abandonar su ciudad y a su familia con la que hace mucho que no se entiende.

Poco antes de la boda la situación empeora. La comunicación entre ellos se ha deteriorado y solo son capaces de mostrar el rencor que guardan contra el otro.

Felice le acusa de que él solo pensó en sí mismo, mientras que ella ha luchado por hacer de él un hombre maduro, feliz, abierto al mundo y un hombre capaz de disfrutar con una mujer. A su vez le dice que nunca comentó sus libros por no hacerle daño. Él siente que Felice nunca entendió ni al menos pretendió ver su necesidad de escribir, y confiesa que hacerle el amor es el duro precio que tiene que pagar para estar junto a ella.


Felice no soporta el daño que Franz le provoca y le abandonará a para siempre. Y de esta historia surge uno de sus grandes textos, la metamorfosis. Kafka se ve como un ser incomprendido, apartado del mundo, un ser repulsivo que no sabe qué le está pasando, qué está viviendo.

Pero consigue mantener su soledad para escribir todo aquello que necesita contar.

La historia está realmente bien contada, aunque a través de esta crónica pueda parecer algo típica. Los actores representan sus personajes con maestría y la cercanía también ayuda a valorar mejor sus trabajos. Una estupenda tarde de teatro en un ambiente íntimo, encantador!


jueves, 18 de abril de 2013

JUICIO A UNA ZORRA

Fue el gran éxito de la temporada pasada, muchos premios Max y todo vendido desde semanas antes. Y yo, la gran teatrera, me lo perdí. Y a pesar de estar avisada sólo conseguí una entrada en la última fila in extremis.

La crisis provocada en la cultura ha hecho que las obras más destacadas de los años pasados vuelvan a estar en cartel, y así mejorar ligeramente la recaudación de esta mala época. La consecuencia de esta acción es que nuevos autores, jovenes directores y muchos actores no encuentren salas de teatro que se arriesguen a estrenar nuevas obras.

Llegamos al teatro con tiempo suficiente para charlar un poco, y, ¡oh, sorpresa!, la plana mayor de las artes escénicas está rodeándonos. Entre otros está el director de la obra, Miguel del Arco, el director del teatro Abadía, José Luis Gómez, actores como Eduardo Noriega, el argentino simpático compañero de Ricardo Darín, llamado Eduardo Blanco y muchos otros a los que ni conseguíamos dar nombre.

Entramos y el escenario sorprende y capta nuestra atención. Una enorme mesa moderna es el único mobiliario. Sobre ella y también debajo montones de botellas de vino y alguna que otra copa. Alguien va a salir mal de aquí.


Las luces se apagan, el escenario vacío se llena completamente con la presencia de Carmen Machi, nuestra Helena de Troya.
Los años no han perdonado a Helena, la que ostentó la mayor belleza jamás conocida ha sido castigada por el desafío a los dioses y ya nada en su cuerpo recuerda la mujer que fue. Su padre Zeus la condenó por ese provocación.
Helena se presenta ante su público y a la vez se somete a un juicio ante su jurado. Viene a contarnos quién es, a justificar su presencia aquí, y su vida en tiempos pasados. Quiere que sepamos la historia de su boca, y así tener una oportunidad para salvarse de la condena a la que ha sido sometida durante siglos. Porque Helena es la puta, la zorra y la casquivana, según la versión que de ella contaron.

Su padre Zeus se encaprichó de Leda y convertido en cisne vino hasta ella y la cubrió con su esperma, dando como resultado dos huevos, de los que nacieron Polux y Cástor, y Helena. La vida de la joven no fue nada fácil. Raptada por Teseo con nueve años se quedó embarazada de la pequeña Ifigenia. Sus hermanos gemelos la rescataron y la hija que tuvo fue entregada a su hermana mayor, Clitemnestra, mujer de Agamenón. Éste acabó con la vida de la pequeña.
Con catorce años Helena es ofrecida en matrimonio al mejor postor que resultó ser Menelao, hermano de Agamenón. Éste también la trató como un objeto para cumplir sus deseos. En su vida Helena no había hecho más que aceptar las imposiciones de todos sobre ella y sufrir. Con Menelao tiene una hija, Hermíone.


Tras diez años de un matrimonio lleno de desprecios y humillaciones Helena descubre por primera vez el amor. Paris se presenta ante ella como su salvador y Helena lo deja todo por él.

Pero Paris también tiene un pasado. Nació con la vaticinio de que acabaría con el reino de Troya, así que fue condenado a muerte nada más nacer. Pero una de estas sensibles matronas, de las que tantas hay en la mitología, sintió lástima y le salvó la vida, sería criado por una familia de pastores. Pasados los años Paris descubrió su procedencia y volvió al castillo real donde fue admitido por sus padres con cierto recelo. Ahora, a su vuelta de Esparta se presenta con Helena, la cuñada de Agamenón, rey de Micenas. Nadie en Troya la quiere, es una extraña, una enemiga. Sólo París le entrega todo su amor.
La ofensa del rapto de Helena tiene su pronta respuesta. Los reinos de Micenas y Troya eran enemigos declarados, Helena facilita que estalle la guerra que tanto deseaban. Pero ella no quería que hubiera muertes, batallas, bandos perdedores ni vencedores, sólo quería ser feliz.
¿Quién es el culpable de esa guerra, los reyes que mandan a sus tropas a la muerte para alimentar su orgullo o la pobre mujer que luchó por una oportunidad de ser feliz?
Zeus, con su gran poder, tampoco hizo nada por evitarlo. Más bien al contrario, él era un espectador que se divertía con las peleas de los hombres. Sin embargo para la historia ella es la gran culpable.

La guerra dura diez años y acaba con el asedio a la ciudad de Troya. Ya han muerto muchos de los hermanos de Paris, Troilo, el joven héroe, Héctor, el heredero de la corona que tanto respetó a Helena. Cuando llega el turno de Paris éste huye del campo de batalla, abandonándolo todo, entre ellos a su amada que ya no lo era tanto. Cuando finalmente Paris es herido mortalmente Helena no siente dolor, ya es tarde también para su amor. Paris muere y mientras que es quemado en una pira su antigua amante, la ninfa Enone, se lanza a las brasas para morir con él. Helena se pregunta porqué no hizo lo mismo, pero es que el amor que la movió a abandonarlo todo, hasta a su hija, se había extinguido.


Cuando Helena está a punto de morir por el hierro de Menelao, éste decide salvarla y mostrarla como trofeo. Ella es una vez más un objeto con el que todos juegan y tratan a su antojo. Voces gritan que sea muerta como única expiación de sus penas. Pero su culpa comparada con las de los hombres, los dioses o quién quiera  que comparen, son nimias, porque ella sólo luchó por el sentimiento más puro que es el amor. Otros pretendieron la gloria, el honor, el orgullo o la diversión, sólo ella quiso su bien sin desear el mal a nadie más.

Ahora es el público el que tiene que juzgar a la zorra de Helena y salvarla y concederle el olvido o condenarla para siempre.

Y en ese momento final Carmen-Helena se sube a la mesa y vacía las botellas de vino, y su sangre se derrama por el escenario.

Impresionante texto, impresionante dirección, impresionante la Machi! Todo el público en pie,olé, olé y olé!
Esta foto va por ella, que se lo merece:


Helena no para de beber en toda la obra. Se pasea, coge una copa, la rellena, la bebe de un trago. No es sólo vino, el mejunje lleva una poción que le ayuda a soportar sin llorar un día completo, y así poder contarnos la historia. Y es que hasta la ves que se va emborrachando. Hasta eso lo representa bien.

Helena habla con el público pero también con Zeus, que como Dios que es, siempre está presente. Se encara con él, le pide explicaciones, le acusa de jugar con la gente, castigarles, no tener piedad. Y le dice que hará que la gente sepa cómo es él, para que dejen de seguirle y nombrarle porque cuando un Dios no se  recuerda desaparece.

Habría muchas Helena de Troya ahora, pero más aún Agamenón, Priamo, y unos cuántos Zeus.

 

lunes, 8 de abril de 2013

ELOISA ESTÁ DEBAJO DE UN ALMENDRO

Se me ocurren diversas maneras para comenzar esta crítica y como sé que te gusta leerme, las contaré todas. Podría empezar recordando que esta obra pertenece a mi más tierna infancia, un libro con este título estaba en la colección SALVAT con la que tanto me gustaba jugar. Debo de decir que nunca lo leí.
Otra forma de empezar sería introducir el género de esta obra, el teatro del absurdo. El concepto es claro, vamos a ver hechos absurdos y cómicos, detrás de esta clasificación no se esconde nada extraño, no hay dobles sentidos. Este teatro se crea en mitad del s. XX para cuestionar la sociedad y el hombre a través de la incoherencia, el disparate y lo ilógico.
Por último quiero hablar de mi butaca en el Karpas Teatro, en la primera fila! No tiene un mérito especial tratándose de una sala de cinco filas. Pero es que los actores estaban sentados a dos cuartas de mí! Claro que en estas salas te arriesgas a sufrir los efectos secundarios de la cercanía, pequeños escupitajos, salpicaduras de sudor y lo que ellos quieran, como una "ozonopinación".

Paso a contar la obra, o al menos intentaré que lo aquí descrito se asemeje al argumento visto.

Clotilde y Mariana, tía y sobrina de la familia Briones, entran en un cine de barrio huyendo de Ezequiel y Fernando, tío y sobrino de la familia Ojeda. Mariana ama y detesta a Fernando a partes iguales, entre uno y otro sentimiento pueden pasar décimas de segundo, lo que desconcierta continuamente a Fernando. Mariana dice que algo cambia en él, adora su halo de misterio, pero cuando éste lo pierde no consiente ni una mirada suya. Tío y sobrino entran en el cine siguiendo a la pareja de mujeres. Cuando Mariana ve al joven cae nuevamente prendada de amor, pero instantes después sale corriendo de lugar sin una explicación.

El segundo acto transcurre en la casa de Mariana. Aquí descubrimos a los extraños personajes que integran su familia. Su padre, Edgardo, lleva veintiún años en cama, a vivir en ésta se condenó cuando tras enviudar fue rechazado por la hermana de su mujer, Clotilde. No se levanta de la cama pero todos los sábados hace viajes en tren a San Sebastián. Su criado Fermín simula el recorrido, silba al llegar a las estaciones del camino, anuncia los productos típicos de la región... Fermín es el criado de la casa, siente que la locura de todos le está afectando y pretende dejar a la familia lo antes posible. Para ello forma a un sustituto que alucina con todo lo que allí pasa. 

La hermana del padre, Micaela, presiente todas las semanas que el sábado vendrán los ladrones, motivo por el cual su hermano Edgrado no debería salir de viaje en tren. 
Mariana es la más normal de la familia, aparte de su extraño comportamiento hacia el hombre que ama y un pequeño detalle: cuando habla no para de mover las manos, haciendo una especie de traducción simultanea en lenguaje de signos.
Mariana y Clotilde huyeron del cine y llegan a casa. Fernando no desiste y corre tras ellas. Ezequiel, que tiene un affaire con Clotilde también aparece por la casa. Pero ambos son atacados por los perros de Micaela, Caín y Abel. Después de algún que otro mordisco, ambos pasan al salón de la casa donde se reune toda la familia. Fernando ha vuelto a recuperar su encantador misterio pero el pobre no sabe qué pensar entre tanto loco en la familia Briones. Además algunas objetos que allí encuentra le hacen comportarse de forma extraña, lo que encanta más a Mariana. Ella le promete que irá a la casa de él esa noche, pero segundos después cambia de opinión. Él está desesperado y necesita aclarar los misterios que no le dejan vivir así que duerme a su novia con cloroformo y se la lleva. Mientras tanto, Clotilde investiga por su lado lo que tío y sobrino ocultan. Consigue robar una libreta a Ezequiel en la que relata cómo cometió los asesinatos de Felisa, Ana, y muchas otras. De repente descubre lo que está pasando, pero le entra pavor cuando se entera de que Fernando se ha llevado a Mariana contra su voluntad hacia lo que parece ser la casa de los horrores.  

El último acto tiene lugar en la casa de los Ojeda, donde viven el tío, el sobrino y un extraño criado. Hasta allí ha llegado Fernando cargando con el cuerpo de Mariana. Cuando ésta se despierta tiene una extraña sensación, reconoce objetos de la casa, ubicaciones de muebles escondidos y habitaciones. Fernando está desconcertado, más aún cuando le muestra un retrato de ella que llevaba veinte años escondido en un desván. Además hay armarios que se abren y cierran solos, hoyos hechos en el jardín por Fernando, en escondites por la casa encuentran cuchillos y prendas de mujer manchadas de sangre... Todo apunta a que ambos hombres asesinan y entierran a jóvenes en el jardín. 


Ése es el teatro de enredo que tanto gustaba durante la dictadura, ése en el que todos los personajes acaban juntos y revueltos en un lío que parece imposible de aclarar. Y como siempre, se resuelve con final rocambolesco y feliz, lo cuento.

En el armario estaba escondida la hermana de Mariana, desaparecida hace tres años, que ha venido a la casa a ver a su marido, un policía que investiga las desapariciones que están teniendo lugar en la casa. Junto al supuesto retrato de Mariana hay un vestido que ella se pone para sorprender a todos y resolver el jaleo. Cuando aparece vestida, es Micaela, la hermana del padre la que se vuelve más loca, grita y pide perdón por el error cometido. 

El padre debe contar lo que lleva callando tantos años. Hace mucho las familias Ojeda y Briones fueron muy amigas. Tanto que la pareja Briones, Edgardo y Eloisa, junto con Micaela, fueron a vivir a la casa de los Ojeda. 


Micaela había perdido la cabeza, que ya es decir, y presintió que Eloísa y el señor Ojeda mantenían un lío. Movida por su locura apuñaló a la pobre Eloísa que fue enterrada bajo el almendro del jardín. Los Briones que quedaban vivos se fueron de la casa y sus recuerdos fueron escondidos en un baúl en el desván. Nunca más se habló del tema para proteger a Micaela. Pero Fernando siempre sintió la presencia de Eloísa en la casa y al ver a su hija creyó conocerla de toda la vida y se enamoró. Necesitaba traerla a la casa para encontrar qué la ataba a ella de una forma tan fuerte. Y así fue. El enredo queda descubierto. Sólo faltaría aclarar que Ezequiel se dedicaba a matar gatas para sus investigaciones, y a todas ponía nombre de mujer antes de sacrificarlas. 

 La obra es entretenida y graciosa. Aunque el argumento es desenfadado parece ser que esconde una fuerte crítica a la época que vivían, partiendo de personajes banales. En ese tiempo era importante superar la censura y usaban el humor para esconder mensajes acusadores.

Los actores hacen un gran esfuerzo por llegar al público, son expresivos y divertidos, muy necesario en este tipo de teatro. Claro que no son grandes profesionales y las comparaciones no les favorecen. Pero hay que valorar la energía y empeño que ponen en sus papeles, lo que hace casi olvidar que no estamos ante una gran compañía.




viernes, 5 de abril de 2013

A CIELO ABIERTO

Ha pasado mucho tiempo desde mi última visita al Teatro Español. Me siento desleal al volver a este escenario, donde ya no está Mario Gas dirigiendo, programando y eligiendo nuevas obras. La vida sigue y hay que conocer a sus nuevos habitantes.

Esta obra no me atrajo por su argumento, me pareció un tema bastante manido (una especie de The way we were), sin embargo sus actores sí me parecieron destacables: José Mª Pou y Nathalie Poza.

Vuelvo a mi asiento de siempre, el teatro está lleno pero mi fila ha sido respetada, creo que es la única zona del teatro no ocupada.

Cuando el telón se levanta aparece ante nuestros ojos un pequeño apartamento. Kyra acaba de llegar a casa, con las prisas deja la puerta abierta y un joven se cuela en la estancia. Al verse ambos, y tras el susto inicial, se funden en un tierno abrazo. Eddie es un chaval que pasa por una edad difícil y viene a contar sus problemas a Kyra y encontrar un apoyo en ella. El joven sabe a donde acude, ella vivió varios años con su familia y les conoce bien. Con la llegada del joven vuelven recuerdos que creía desterradas de su vida. Eddie cuenta que su madre murió hace un año y desde entonces su padre no abandona la casa de campo a la que se trasladaron cuando Alice enfermó. La diferencia de edad entre padre e hijo y la distinta forma de entender la vida hace casi imposible que se traten de una forma aceptable. En el fondo, con su visita el joven intenta reavivar la historia de amor que hubo entre ambos, y con ello suavizar el amargo carácter de su padre.

Tras su insistencia, Kyra le dice que lo único que echa de menos son los largos y gustosos desayunos, dejando bien claro que lo pasado pasado está y no volverá. Pero el pasado ha vuelto para plantarse delante de sus narices de la forma más inesperada.

Unas horas después de la visita de Eddie el timbre del portal comienza a sonar insistentemente. Y detrás, pulsándolo frenéticamente está Tom, el padre de Eddie. Tom ha decidido salir de su encierro y presentarse en casa de la mujer a la que amó y perdió hace años. No se han vuelto a ver desde entonces y el final de su historia no fue agradable. Aunque la primera reacción de la mujer es la de no abrir, acaba dejándole pasar.

Su saludo no se parece en nada al abrazo que dio a su hijo, la historia no es la misma.

La conversación que mantienen está cargada de tensión y reproches, ambos intentan aclarar los momentos que no entendieron, justificar sus reacciones y salir ilesos de la condena del otro, aunque eso ya es imposible. Así como es imposible recuperar lo que vivieron, hacer como si no hubieran pasado los cuatro últimos años, desde que ella se fue de la casa sin una explicación.


La conversación nos desvela la dura historia de amor e infidelidad ya pasada, y el presente al que se ha aferrado cada uno. Su forma de entender el mundo les hace difícil entenderse, aceptar que ambas realidades son válidas.

Hace doce años ya que Kyra buscaba trabajo y recaló en un restaurante de Alice y Tom. Una chica despierta y alegre que rápidamente gustó a Alice y fue contratada. Kyra y Tom se enamoraron y vivieron un romance a espaldas de la esposa engañada. Según su modo de entender, Kyra nunca sintió que engañara a su amiga y patrona, ya que ella vivía un amor a escondidas, solo compartido con la persona a la que quería. Tom también la quería locamente y escondía su culpa bajo capas de conformidad. Sólo un requisito puso Kyra para mantener la relación, que Alice nunca se enterara. Si llegara ese fatídico momento, ella dejaría la casa y a la familia. Como podemos imaginar, esto ocurrió, Alice descubrió unas cartas en las que la chica declaraba todo su amor. Como había prometido, Kyra dejó la casa y nunca más volvió. Los motivos eran varios, no quería destruir una familia aparentemente feliz, pero también había perdido la confianza en el hombre al que amaba, al que pidió que su mujer nunca supiera lo que había entre ellos o todo acabaría.

Contada así, la obra suena muy típica, hay que tener en cuenta que la historia se va descubriendo poco a poco, con saltos en el tiempo, bromas, recuerdos.


Lo que pasó después no pertenece a los recuerdos en común, sino a las vidas surgidas tras la ruptura. Cada uno ha tenido que soportar su calvario, vivir su soledad y crear una nueva situación soportable, todo esto tras seis años de relación oculta.

Poco tiempo después de la ruptura Alice enfermó, le detectaron un cáncer con el que vivió tres años. Ha pasado ya un año desde su muerte, pero el dolor no se ha ido mitigando con el tiempo. La sensación de culpa acompaña cada día a Tom que nunca obtuvo el perdón de su mujer. Hizo todo lo posible por hacerla feliz pero comprobó que la felicidad no se consigue a golpe de talonario. Alice usó la culpa como arma contra su marido, con su muerte dejó abierta una herida incurable.

Tom se esconde tras su máscara de empresario con éxito en los negocios, habla de sus logros, su cadena de restaurantes, las inversiones hechas. Pero no es capaz de entender todo lo que ha perdido: una mujer a la que quiso pero hizo infeliz, una joven a la que amó y sigue amando locamente pero no entiende, un hijo con el que paga todas sus frustraciones.

Cuando dejó la casa Kyra acabó sus estudios de maestra y ahora trabaja en uno de los barrios más marginales de Londres. Los problemas con los que se enfrenta cada día son más reales que los que nunca Tom pudo imaginar. Pero ella también se esconde tras ellos, simula tener una vida plena cuando reside en un cuchitril sin calefacción, vive para sus alumnos, no tiene más alicientes. Ésa es su condena, así evita su culpa, castigándose día a día, o al menos eso es lo que siente Tom. Él intenta ayudarla a su manera, pagarle una calefacción nueva, suministrarle los mejores quesos del país sin entender que una vida modesta puede ser suficiente.

Durante la noche charlan, se besan y sienten la pasión y creen poder recuperar el amor que vivieron, pero sus posiciones se han extremado. Ni si quiera son capaces de comprender lo que mueve al otro a vivir tal y como lo hace. Entre recriminaciones ambos acaban confesando que se siguen amando, pero a su vez reconocen que no están preparados para ceder. Aunque Tom iba a dormir con ella, en mitad de la noche Alice le pide que se vaya.

Antes de partir, Tom le pide que algún día vaya a comer a alguno de sus restaurantes, que intentará hacerle sentir como en su casa. Parece que ha comprendido que la vida que Kyra se ha construido es la mejor que podría imaginar.


A la mañana siguiente Eddie vuelve a aparecer por la casa de Kyra, trae el desayuno más maravilloso que ella podría imaginar. Intenta recuperar el mejor recuerdo que ella tiene de la vida que compartió con su familia. Quizá sea sólo eso, guardar en la memoria lo bueno que hubo, pero no intentar recuperar aquello que pasó hace demasiado tiempo.

La obra no destaca por su originalidad, pero sí por el estupendo reparto. Nunca vi a José Mª Pou actuar tan bien, de una forma tan creíble y compenetrada con el personaje. Nathalie Poza interpreta su personaje muy bien, realmente en ellos reside la calidad de la obra. Para hacer la situación más creíble, durante la charla Kyra prepara la cena, corta cebolla, la fríe, cuece la pasta.

Pasamos con ellos menos de veinticuatro horas, encerrados en esta casa acogedora o cuchitril, según se mire. Sentimos que hemos abierto un agujero en la pared y desde allí observamos lo que ocurre en el apartamento, y revivimos con ellos su historia. Con ellos nos sentimos cómodos, violentos, tristes, la mejor forma de comprobar que hemos disfrutado con la representación.