jueves, 18 de abril de 2013

JUICIO A UNA ZORRA

Fue el gran éxito de la temporada pasada, muchos premios Max y todo vendido desde semanas antes. Y yo, la gran teatrera, me lo perdí. Y a pesar de estar avisada sólo conseguí una entrada en la última fila in extremis.

La crisis provocada en la cultura ha hecho que las obras más destacadas de los años pasados vuelvan a estar en cartel, y así mejorar ligeramente la recaudación de esta mala época. La consecuencia de esta acción es que nuevos autores, jovenes directores y muchos actores no encuentren salas de teatro que se arriesguen a estrenar nuevas obras.

Llegamos al teatro con tiempo suficiente para charlar un poco, y, ¡oh, sorpresa!, la plana mayor de las artes escénicas está rodeándonos. Entre otros está el director de la obra, Miguel del Arco, el director del teatro Abadía, José Luis Gómez, actores como Eduardo Noriega, el argentino simpático compañero de Ricardo Darín, llamado Eduardo Blanco y muchos otros a los que ni conseguíamos dar nombre.

Entramos y el escenario sorprende y capta nuestra atención. Una enorme mesa moderna es el único mobiliario. Sobre ella y también debajo montones de botellas de vino y alguna que otra copa. Alguien va a salir mal de aquí.


Las luces se apagan, el escenario vacío se llena completamente con la presencia de Carmen Machi, nuestra Helena de Troya.
Los años no han perdonado a Helena, la que ostentó la mayor belleza jamás conocida ha sido castigada por el desafío a los dioses y ya nada en su cuerpo recuerda la mujer que fue. Su padre Zeus la condenó por ese provocación.
Helena se presenta ante su público y a la vez se somete a un juicio ante su jurado. Viene a contarnos quién es, a justificar su presencia aquí, y su vida en tiempos pasados. Quiere que sepamos la historia de su boca, y así tener una oportunidad para salvarse de la condena a la que ha sido sometida durante siglos. Porque Helena es la puta, la zorra y la casquivana, según la versión que de ella contaron.

Su padre Zeus se encaprichó de Leda y convertido en cisne vino hasta ella y la cubrió con su esperma, dando como resultado dos huevos, de los que nacieron Polux y Cástor, y Helena. La vida de la joven no fue nada fácil. Raptada por Teseo con nueve años se quedó embarazada de la pequeña Ifigenia. Sus hermanos gemelos la rescataron y la hija que tuvo fue entregada a su hermana mayor, Clitemnestra, mujer de Agamenón. Éste acabó con la vida de la pequeña.
Con catorce años Helena es ofrecida en matrimonio al mejor postor que resultó ser Menelao, hermano de Agamenón. Éste también la trató como un objeto para cumplir sus deseos. En su vida Helena no había hecho más que aceptar las imposiciones de todos sobre ella y sufrir. Con Menelao tiene una hija, Hermíone.


Tras diez años de un matrimonio lleno de desprecios y humillaciones Helena descubre por primera vez el amor. Paris se presenta ante ella como su salvador y Helena lo deja todo por él.

Pero Paris también tiene un pasado. Nació con la vaticinio de que acabaría con el reino de Troya, así que fue condenado a muerte nada más nacer. Pero una de estas sensibles matronas, de las que tantas hay en la mitología, sintió lástima y le salvó la vida, sería criado por una familia de pastores. Pasados los años Paris descubrió su procedencia y volvió al castillo real donde fue admitido por sus padres con cierto recelo. Ahora, a su vuelta de Esparta se presenta con Helena, la cuñada de Agamenón, rey de Micenas. Nadie en Troya la quiere, es una extraña, una enemiga. Sólo París le entrega todo su amor.
La ofensa del rapto de Helena tiene su pronta respuesta. Los reinos de Micenas y Troya eran enemigos declarados, Helena facilita que estalle la guerra que tanto deseaban. Pero ella no quería que hubiera muertes, batallas, bandos perdedores ni vencedores, sólo quería ser feliz.
¿Quién es el culpable de esa guerra, los reyes que mandan a sus tropas a la muerte para alimentar su orgullo o la pobre mujer que luchó por una oportunidad de ser feliz?
Zeus, con su gran poder, tampoco hizo nada por evitarlo. Más bien al contrario, él era un espectador que se divertía con las peleas de los hombres. Sin embargo para la historia ella es la gran culpable.

La guerra dura diez años y acaba con el asedio a la ciudad de Troya. Ya han muerto muchos de los hermanos de Paris, Troilo, el joven héroe, Héctor, el heredero de la corona que tanto respetó a Helena. Cuando llega el turno de Paris éste huye del campo de batalla, abandonándolo todo, entre ellos a su amada que ya no lo era tanto. Cuando finalmente Paris es herido mortalmente Helena no siente dolor, ya es tarde también para su amor. Paris muere y mientras que es quemado en una pira su antigua amante, la ninfa Enone, se lanza a las brasas para morir con él. Helena se pregunta porqué no hizo lo mismo, pero es que el amor que la movió a abandonarlo todo, hasta a su hija, se había extinguido.


Cuando Helena está a punto de morir por el hierro de Menelao, éste decide salvarla y mostrarla como trofeo. Ella es una vez más un objeto con el que todos juegan y tratan a su antojo. Voces gritan que sea muerta como única expiación de sus penas. Pero su culpa comparada con las de los hombres, los dioses o quién quiera  que comparen, son nimias, porque ella sólo luchó por el sentimiento más puro que es el amor. Otros pretendieron la gloria, el honor, el orgullo o la diversión, sólo ella quiso su bien sin desear el mal a nadie más.

Ahora es el público el que tiene que juzgar a la zorra de Helena y salvarla y concederle el olvido o condenarla para siempre.

Y en ese momento final Carmen-Helena se sube a la mesa y vacía las botellas de vino, y su sangre se derrama por el escenario.

Impresionante texto, impresionante dirección, impresionante la Machi! Todo el público en pie,olé, olé y olé!
Esta foto va por ella, que se lo merece:


Helena no para de beber en toda la obra. Se pasea, coge una copa, la rellena, la bebe de un trago. No es sólo vino, el mejunje lleva una poción que le ayuda a soportar sin llorar un día completo, y así poder contarnos la historia. Y es que hasta la ves que se va emborrachando. Hasta eso lo representa bien.

Helena habla con el público pero también con Zeus, que como Dios que es, siempre está presente. Se encara con él, le pide explicaciones, le acusa de jugar con la gente, castigarles, no tener piedad. Y le dice que hará que la gente sepa cómo es él, para que dejen de seguirle y nombrarle porque cuando un Dios no se  recuerda desaparece.

Habría muchas Helena de Troya ahora, pero más aún Agamenón, Priamo, y unos cuántos Zeus.

 

1 comentario:

  1. ¡Gran teatrera! Jajaja :D ¡me encanta! Y te has juntado con otros grandes teatreros, los directores y actores que mencionas.

    Jo, qué obra más interesante. Mezclando la mitología con una historia muy humana, y también con la tragedia de la historia, que la escriben los vencedores. El punto de que Helena esté bebiendo toda la obra para poder contarla sin llorar es magnífico, y que la actriz lo represente también es grandioso. Para culminar, que Helena se dirija al público, jurado y dios Zeus a la vez, es lo que tú dices, un recordatorio de que entre nosotros hay Agamenones, Príamos y Zeus(es).

    Qué buena obra y qué bien contada.

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