Empezaría por aclarar que la obra es un monólogo. Cuesta imaginar cómo se puede contar esta historia con un solo actor, es una complicación rebuscada y arriesgada. Pero eso es en parte lo que la convierte en una obra genial. Y a su vez, el ser un monólogo me hace volver a tener interés en ellos, les devuelve su importancia, la del actor sólo creando todo un ambiente frente al público, lejos de los shows cómicos que le han quitado su nombre y genialidad.
La complicación de esta historia en formato monólogo estriba en el tema, la tortura. El resultado es una obra de máxima sencillez, sin escenario, sin movimiento, sin acción, sin actores que entran y salen, sin violencia, sólo partiendo de lo mínimo consiguen dar el mensaje. Pero, ¿cuál es el mensaje? Son tantos que cuesta poner en pie todo lo visto, todo lo sentido. Porque si la obra consigue algo es remover a la gente, hacernos sentir incómodos, cuestionarnos si somos dignos merecedores de lo que tenemos o si somos cómplices de lo que está pasando. La sencillez es la base, a partir de un texto bueno y muy actual se construye todo, y a la vez todo está hecho con sólo el texto.
Un personaje encerrado en una urna de cristal, sentado, desnudo, con las manos esposadas, dando la espalda al público, nos cuenta qué hace allí. Su nombre es José, su apellido no importa, pero no se arrepiente de lo que ha hecho. Puso una bomba en el alcantarillado de una gran plaza cuando se concentraba allí toda la ciudad alrededor de unos altos cargos. Y fue atrapado cuando faltaba una hora para que estallara. Los policías, conscientes del poco tiempo, torturan de todas las formas posibles al detenido. Hay dolores y humillaciones que está preparado para soportar porque los principios que le mueven son fuertes, pero, ¿hasta dónde puede llegar?
José K. es arquitecto, hizo sus estudios con el fin de crear viviendas, hogares, crear era la meta. Pero también se educó en el marxismo y descubrió que para crear antes hay que destruir y que por medios pacíficos no conseguiría llamar la atención, romper lo establecido, así que decidió unir sus fuerzas a la lucha, a la destrucción. Pero en un mundo tan hipócrita como el nuestro donde aparentamos unas normas morales que aplicamos según nos conviene, es difícil explicar esta lucha, que ya de por sí sería difícil de entender. Y es que esta destrucción se lleva por delante vidas, inocentes, ciudadanos que no son realmente culpables de la situación. Es un mal menor, pero que cada día vuelve a tormentar al terrorista, ya no sabe ni cuántos van, los primeros muertos fueron los peores. Pero ése es el precio a pagar para demostrar el error en el que vivimos, la hipocresía de este mundo , donde unos son explotados para que otros vivamos bien, nuestros países crearon dictaduras para controlar y oprimir a otros países, y sólo condenamos a aquellos dictadores que no siguen nuestras ordenes, vendemos bombas a países que las utilizarán contra una población sometida…
Y por eso, por no dejar vivir tranquilos a los que crearon este juego es por lo que José K lleva matando años, para vengar a los inocentes, para hacer sentir a los beneficiados con este sistema, que no han ganado, por no dejarles en paz.
Y está preparado para afrontar lo que le pase ahora, lleva 30 años esperando el momento de ser atrapado. Pero el torturado no es él, sino su madre, y todo pasa delante de sus ojos.
Los torturadores, policías, saben lo que hacen, las 72 horas de detención preventiva son para eso, para hacerles hablar. El dilema moral que nos plantea nos asfixia, al igual que él la siente encerrado en la urna. ¿Cuál es el límite de la tortura? ¿Qué es lícito? ¿Quién lo controla? ¿Cómo podemos fiarnos de un sistema basado en principios amorales?
Esas ideas pasan por su cabeza y él se reafirma en sus creencias, en su forma de asumir su vida, la lucha. Resuelve con frialdad cualquier duda desde sus principios, a nosotros no nos queda tan claro. Pero cuando se une a esto la violencia, la torutra, el dilema moral es mucho mayor. Porque el mundo ideal no existe y hay que afrontar las imperfecciones y la maldad, y frente a ello, tener siempre presentes los principios, que a veces son muy fáciles de olvidar.
Me ha encantado cómo lo has explicado. Para mí queda claro que la representación transmite un mensaje muy potente, y que es una obra especial si consigue con esos medios tan simples comunicar tantas cosas. Ahora me queda la intriga de saber cómo termina... :)
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