viernes, 24 de febrero de 2012

GUILLERMITO Y LOS NIÑOS, ¡A COMER!

Las comedias no son mi género favorito, especialmente en teatro, donde fácilmente se tiende a la risa fácil, a ese tipo de espectáculo One Man Show, tan poco personal y artístico.

Raramente las elijo entre tanta oferta buena, no veo el momento de optar por alguna de ellas. Pero en contados casos encuentro alguna que me llama especialmente la atención, me “toca la fibra”, y cada cierto tiempo, quizá meses, me gusta disfrutar de una comedia. El resultado de estas experiencias es siempre difícil de prever, aunque muy raramente salgo fascinada.

Llevo semanas echando el ojo a la obra de Secun de la Rosa. Su humor fresco, y sus interpretaciones tan creíbles y reales, tanto en teatro como en televisión, siempre me hacen reír. No espero ver algo parecido a la serie Aída en teatro, no es lo que quiero encontrarme. Lo que sí quiero es disfrutar de una buena historia y pasar un rato divertido con un gran actor.

Pero a priori no pagaría 20€, así que hoy, que estaba a mitad de precio, no dudé en aprovechar la ocasión.

La historia es un monólogo donde Secun nos cuenta su vida. Empieza por esos tiernos recuerdos de su infancia, un curso de verano de inglés en un barrio gaditano de La Línea, lo más cercano a Gibraltar. En esos días no aprendió una palabra en otro idioma, y sí a bailar sevillanas, pero ¡como bailan las niñas! Y uno tras otro escuchamos esos recuerdos, y con todos esos momentos nos va haciendo reír e imaginar una vida llena de dilemas, problemas y enfrentamientos a los mayores, padres, hermanos, profesores. Porque él nunca supo lo que era, sólo que era tratado de forma diferente al resto de niños. Siempre recuerda el grito de su madre: “¡Guillermito y los niños, a comer!, nunca fue un niño más.

Pero si no era un niño, ¿era una niña? Y pasó por colegios especiales, internados, academias de reeducación, bares gays, creyó enamorarse de chicos, huyó de ellos, se decidió a ser ingresado en balnearios para curas de salud. Porque Guillermito nunca quiso defraudar, siempre quiso ser la hija que su madre tanto había deseado y nunca tuvo, y así acabó creyendo que lo era. Y en tanto años nunca quiso o pudo encontrar a nadie que mínimamente se acercara al puesto de ella. Pero cuando encuentra a la persona perfecta, la reconoce, aclara todas sus dudas, se siente pleno y feliz, y preparado para todo. Claro que a la familia le supone un trauma, ya acostumbrados a verle como homosexual.

Realmente la obra busca hacer reir, y en el fondo enseñarnos una bonita historia de superación.

Interpretado por cualquier otro cómico, la obra perdería mucho encanto, pero siendo Secun el único actor, todo desparpajo, es fácil salir con una amplia sonrisa y un gran cariño hacia el personaje que nos contó.


miércoles, 22 de febrero de 2012

EXTRACCIÓN DE LA PIEDRA DE LA LOCURA

Elijo las obras según diversos criterios, la sala de teatro en que se representa, su director, su autor, algún actor que aparece, o incluso, simplemente por el mismo título. Hay veces que la sonoridad del título me conduce sin remedio a la sala. Dicen que el sentido de la intuición está muy infravalorado y que debemos devolverle su prestigio. Bueno, yo creo que aplico la intuición cuando decido ir a ver una obra según este criterio.

Extracción de la piedra de la locura tiene tanta fuerza que es difícil escapar de ella. Más si tiene buenas críticas y lleva más de seis meses representándose en una pequeña sala, la de la compañía La Pajarita de Papel.

A ellos les conocí hace unos siete años, allá por Lavapiés, en el Teatro de la Puerta Estrecha. Tiempo después cambiaron de sede pero mantuvieron el nombre. Puede que sea una de las salas más arriesgadas que me he encontrado en Madrid, tienen un fin claro, programan lo que sienten, basan su teatro en Samuel Beckett. Hacen cosas muy poco cercanas al público, dramáticas, macabras, y así consiguen  en ocasiones llenar la sala y seguir ahí. Creo que no tienen más de veinte sillas en la sala, eso da idea del teatro íntimo que quieren hacer para el público que les sigue.

Así que tras Este Sol de la Infancia, vuelvo a mi cita con el Teatro de la Puerta Estrecha.

Y ahora viene lo complicado. Un escenario casi vacío, una especie de ruedo, tierra en su centro y escasos objetos, una silla, una palangana, una muñeca, una sábana, un espejo. Una mujer sale, el cabello largo y despeinado le cubre la cara. Y con toda la fuerza de un hilo de voz empieza a declamar un texto que podría ser casi poético, pero de esa poesía que hace daño, que hiere y critica. Nos habla de dolor, de oscuridad, de sueños, de abandono, de locura, de única escapatoria, de la muerte. Cada objeto le trae a la memoria temas, nuevas reclamaciones y más dolor. Hasta aquí todo podría estar bien, pero el texto, además de poético, es demasiado inconexo, no consigo saber si quiere contarnos una historia, busca algo de comprensión, o nuestra complicidad o sólo es una sucesión de sentimientos. Así que acabada la obra decido que lo buscan es transmitir pensamientos y sentimientos, porque no he llegado a entender nada coherente que me haga pensar otra cosa. Durante el transcurso de ésta he creído que la locura se debe a un hijo que ha perdido, también que puede ser por el abandono y rechazo en el que vive, o porque su gran amor ha muerto, pero no consigo sacar nada en claro.

Y es que su autora escribió esta obra recientemente, y hay una gran diferencia entre las obras clásicas o con una cierta trayectoria y las acaban de salir. Llegué incluso a pensar que había fragmentos del Ulises más loco en este texto.


Sobre la actriz todo comentario es bueno. Sin prácticamente apoyo, escenifica un personaje muy difícil. Pero el texto es demasiado complejo, (por decirlo de alguna manera) para ser seguido en una representación y a pesar de todos los esfuerzos me deja petrificada.

miércoles, 8 de febrero de 2012

ELLING

Entro a la sala y sufro una especie de déjà-vu (pero sin que actúe el subconsciente), un escenario simple, dos camas y dos actores masculinos, ¿esto es El Montaplatos? Pero a los tres segundos del comienzo compruebo que no. Lo primero que vemos es un orgasmo. Simpático comienzo. Para más inri, no es el único que vemos, y lo mejor de todo es que no desentonan, diría que hasta quedan bien, y es que la enfermedad de uno de los personajes es una obsesión desmedida por las mujeres y por follar. Eso sí, nunca ha estado con mujer alguna. El otro también está enfermo pero tardamos más en ver cuál es su padecimiento, pasa más desapercibido, éste es un hombre culto, sabe expresarse y reprimir sus sentimientos.

Ambos se acaban de conocer, Kjell llevaba tiempo en el manicomio y Elling acaba de llegar. A Elling le encanta apuntar en su libretita lo que piensa de todos, entre otras lindezas, llama "orangután" a su compañero. Se entienden a su manera, se aceptan. Ellling inventa historias para Kjell, cuántas más mujeres aparezcan, más interesantes serán.

Tras dos años compartiendo habitación, les es concedido un piso tutelado, el mayor deseo que podrían tener.  Y ahí comienzan los auténticos problemas, cuando se tienen que enfrentar al día a día, a toda esa cotidianeidad que para ellos es tan difícil. Y aquí vemos que Elling no superó la muerte de su madre, sigue viviendo bajo sus faldas, espera que ella siga protegiéndole y facilitando su mundo. No es capaz de poner un pie en la calle. Su tutor ve pocas esperanzas en que esto triunfe, pero se merecen esta oportunidad.

Así, con muchos problemas y pequeños avances, uno y otro van consiguiendo superar miedos, aceptarse, adaptarse a la sociedad civilizada. Y con gran esfuerzo Kjell aprende a refrenarse, conoce a una mujer que le quiere y Elling encuentra un amigo y con éste, su pasión, escribir poesía.

Kjell es sincero, directo, no se reserva nada, no tiene maldad y quiere compartir su tiempo con su chica y su amigo. Elling es celoso, inteligente y vive rodeado de miedos e inseguridad, siente que esa mujer le distancia de su mejor amigo. Pero la sencillez de su amigo le demuestra que el sitio que él ocupa, el de “mejor amigo” nunca podrá ser usurpado por nadie. Kjell seguirá escuchando las historias inventadas por su amigo, ya sabiendo que es todo falso, sólo por disfrutar de esos momentos irrepetibles en que los dos están juntos.

La historia es bonita, está llena de luz y positivismo, una historia de superación, de problemas y lucha que al final son vencidas con apoyo y empeño. Además los diálogos están llenos de momentos cómicos, que en ningún caso son soeces. Bromas divertidas que aumentan el cariño que se siente por los personajes.

La obra dura 2 horas y sólo en un corto momento se me hizo pesado algún diálogo, el resto estaba ocupado con risas y sonrisas. Si comparo lo que esperaba ver con lo que finalmente me encontré, diría que la obra me sorprendió gratamente. En lugar de tender a una representación conservadora llena de diálogos estáticos, han optado por arriesgar, moverse, expresar, no ocultar nada, cualquier recurso es bueno para transmitir al público.

También me sorprendió que actores de esta talla estén representando en un teatro de no mucho caché, una obra como ésta, haciéndose pasar por locos,  prestándose a todo, hasta llegar a  intercambiarse los calzoncillos en escena.

Sobre los actores, los dos son geniales. Javier Gutierrez  es divertidísimo, ¿de verdad no está loco? Y Carmelo Gómez con su papel más comedido, serio o antipático, consigue que acabemos adorándole y queriendo apoyarle en todo lo que quiera emprender.

domingo, 5 de febrero de 2012

NOCHES BLANCAS

Parece ser que cierran el Teatro de Cámara de Chejov. Les han quitado las subvenciones de un plumazo y ya las cuentas no les salen. El teatro de Cámara de Chejov es el sueño hecho realidad de Ángel Gutiérrez, un niño de la guerra que se crió en Rusia entre todos los grandes escritores, y cuando volvió, después de la dictadura, quiso compartir todo lo que había visto y aprendido con la gente que amaba el teatro.


Parece que ésta es la última obra que van a representar, Noches Blancas. Es verdad que no he aprovechado este teatro mucho, pero la primera experiencia que tuvimos allí no fue muy grata y nos marcó. Quizá se habían merecido este ostracismo, pero también se merecían esa segunda oportunidad. Por eso he querido pasarme por allí y apoyar el trabajo que hacen de la única forma que puedo.


Noches Blancas cuenta una historia de amor y desamor en el ambiente de Rusia de principios del s. XX. En algunos aspectos podría tratarse de una obra de Chejov, aunque los textos de éste último suelen mezclar más tipos de personajes, reflejar la situación social en su conjunto y también suelen ser algo más cómicos.
Con Dostoyevski nos quedamos en un paso anterior, escudriñamos más a fondo los sentimientos y la historia que nos acompaña y trae aquí. Sólo dos personajes, dos actores jóvenes, que por suerte no eran conocidos de la anterior visita a este teatro, nos lo cuentan todo noche tras noche.


El encuentro entre una alegre chica y un joven señor le llena de vida a él. Él es tímido y nunca tuvo trato con mujeres pero entabla una amistad que por su parte se convierte en amor. Este sentimiento le lleva a ayudarla en todo lo que pueda, a pesar de que esto le cause mucho daño. Ella vive junto a su abuela que la tiene atada corto, por eso los ratos de charla con el señor son de gran felicidad. Pero ama a otro hombre, al que se declaró, pero él se fue prometiendo que volvería a por ella. Ella no tiene ojos para nadie más, pero este hombre tan bueno le hace a veces dudar, sabe que con él sería tan feliz. Pero el amor es incontrolable y truhán. Cuando ella acepta que su amado no aparecerá, promete al joven señor quererle para siempre y cumplir sus sueños. Pero esta ilusión dura lo mismo que un soplo, aparece el caballero amado y ella olvida lo dicho y corre hacia él. No  puede negarse, no es consciente de lo que pierde o gana, porque ya no hay nadie más que el hombre al que quiere.


La obra es sencilla, tanto personajes como decorados o vestuario, realmente sólo se compone de un texto que nos transmite mucho más de lo que tiene escrito, lo que lleva implícito, lo que no se dice aunque está ahí.
Vamos viviendo noches con ellos, noches de ilusión, amistad, desengaño, aceptación y resignación. Vamos conociéndoles con cada día que pasa, vemos sus debilidades, y entendemos que no se les puede juzgar por lo que hacen, hay que entender en lo que se han convertido, lo que han vivido hasta llegar ahí.


miércoles, 1 de febrero de 2012

EL MONTAPLATOS

Hoy vamos a ver a Animalario, o mejor dicho, nos arriesgamos y vamos a ver a Animalario. Nunca sabes qué vas a encontrar, más aún cuando hemos comprado las entradas hace un mes y la obra se estrenó hace tan solo dos semanas. Y es que Animalario no permite que te confíes, da una de cal y una de arena, y las malas suelen ser inventos de la compañía que no hay quién entienda. 

En la obra de hoy tenemos algo a favor, el texto no es de la compañía, sino del magnífico Harold Pinter, un premio Nobel de literatura que consigue hacerte sentir incómodo hasta ocupando la mejor butaca. Pinter te despierta, te agita, consigue recordarte toda la perversidad que nos rodea. El texto fue elegido por Alberto S. Juan que, encantado con "Traición", investigó y quedó fascinado con esta otra obra. 

Pinter escribe obras directas y dañinas, como la que hemos visto hoy. La historia es sencilla. Ben y Gus despiertan en una especie de sótano, una habitación oscura, insalubre. Han ido hasta allí para hacer un trabajo, esperan órdenes y mientras charlan. Su espera no es tranquila, su conversación no es amigable y su trabajo no se podría calificar como "del montón". Estas circunstancias hacen que la situación vaya empeorando, la relación se va tensando cada vez más, llega al punto de estallar. 
Ben y Gus son sicarios, han sido llamados para un nuevo trabajo y esperan recibir las ordenes finales  de la operación. Pero Gus desconfía, está nervioso, se replantea lo que hace, qué es de los asesinados, no puede parar quieto, no es capaz de quedarse callado, siente que algo no va bien. En cambio Ben ejecuta el trabajo sin dilación, no piensa, acata únicamente. Y cuando Gus plantea sus dudas, Ben le critica, le grita, le calla para no tener que aguantar ninguna insolencia más. No acepta esas dudas en él. 
A su vez Ben y Gus mantienen una relación de dominante y siervo, casi rozando la esclavitud. Ben no se mancha las manos, para eso está Gus, enviado como avanzadilla ante cualquier peligro. Se han acostumbrado a esta situación y Gus la suele aceptar pero a veces se rebela contra su compañero. Éste, sabedor de su poder, acaba siempre imponiéndose a través de gritos.
De repente, un montaplatos baja al sótano y reclama platos de comida. Ben no se pregunta nada, sólo acata, mientras que Gus ve en esto un juego perverso orquestado por su jefe para desconcertarles, volverles locos. 
Y sin posibilidad de discusión, Gus vuelve a doblegarse y ambos intentan suministrar toda la comida existente, como respuesta a la petición del montacargas. Como si cualquier orden tuviera que ser resuelta, ya sea matar o enviar galletas. La desesperación crece y Gus está al borde del shock, grita, suda, deja de obedecer a su compañero, tiene miedo. Sale de la habitación buscando algo de calma. 
En entonces llega el momento esperado, la orden, la víctima va a entrar en la sala, pero aún Gus no ha vuelto. Y es que es Gus la próxima víctima.

La obra es así de corta, el argumento es sencillo, quizá demasiado para lo esperado. He visto piezas mejores de este autor, quizá el problema esté en la forma de representarla, una obra larga es poco conveniente. Y como solución para que luzca más, parece que la han prolongado, de manera bastante forzada. Como ejemplo, los primeros diez minutos transcurren a oscuras, la única acción es que los personajes se están despertando. El cuerpo de la obra se extiende demasiado y sólo no llega al aburrimiento porque la interpretación de los actores es magnífica. Willy Toledo me ha sorprendido especialmente. Da la impresión de que para la alargar la obra, la compañía ha añadido temas de conversación que no pertenecen al texto original, noticias del periódico, partidos de futbol del Zaragoza, encender la cafetera...

Por otro lado decir que la obra se disfruta, los actores consiguen hacernos reír con su diálogo a pesar de la tensión que se respira, y sin recurrir a las típicas bromas. Sólo con la forma de decir su texto llegan a arrancarnos sonrisas.  

Y como detalle diré que pasó de todo: un espectador hablando por teléfono, otro que decide abandonar la actuación atravesando el escenario, Willy Toledo echa a reír sin poder parar, las primeras filas aprovecharon para dormir. Parece que nos sigue faltando consciencia de lo que significa ir al teatro.