Las comedias no son mi género favorito, especialmente en teatro, donde fácilmente se tiende a la risa fácil, a ese tipo de espectáculo One Man Show, tan poco personal y artístico.
Raramente las elijo entre tanta oferta buena, no veo el momento de optar por alguna de ellas. Pero en contados casos encuentro alguna que me llama especialmente la atención, me “toca la fibra”, y cada cierto tiempo, quizá meses, me gusta disfrutar de una comedia. El resultado de estas experiencias es siempre difícil de prever, aunque muy raramente salgo fascinada.
Llevo semanas echando el ojo a la obra de Secun de la Rosa. Su humor fresco, y sus interpretaciones tan creíbles y reales, tanto en teatro como en televisión, siempre me hacen reír. No espero ver algo parecido a la serie Aída en teatro, no es lo que quiero encontrarme. Lo que sí quiero es disfrutar de una buena historia y pasar un rato divertido con un gran actor.
Pero a priori no pagaría 20€, así que hoy, que estaba a mitad de precio, no dudé en aprovechar la ocasión.
La historia es un monólogo donde Secun nos cuenta su vida. Empieza por esos tiernos recuerdos de su infancia, un curso de verano de inglés en un barrio gaditano de La Línea, lo más cercano a Gibraltar. En esos días no aprendió una palabra en otro idioma, y sí a bailar sevillanas, pero ¡como bailan las niñas! Y uno tras otro escuchamos esos recuerdos, y con todos esos momentos nos va haciendo reír e imaginar una vida llena de dilemas, problemas y enfrentamientos a los mayores, padres, hermanos, profesores. Porque él nunca supo lo que era, sólo que era tratado de forma diferente al resto de niños. Siempre recuerda el grito de su madre: “¡Guillermito y los niños, a comer!, nunca fue un niño más.
Pero si no era un niño, ¿era una niña? Y pasó por colegios especiales, internados, academias de reeducación, bares gays, creyó enamorarse de chicos, huyó de ellos, se decidió a ser ingresado en balnearios para curas de salud. Porque Guillermito nunca quiso defraudar, siempre quiso ser la hija que su madre tanto había deseado y nunca tuvo, y así acabó creyendo que lo era. Y en tanto años nunca quiso o pudo encontrar a nadie que mínimamente se acercara al puesto de ella. Pero cuando encuentra a la persona perfecta, la reconoce, aclara todas sus dudas, se siente pleno y feliz, y preparado para todo. Claro que a la familia le supone un trauma, ya acostumbrados a verle como homosexual.
Realmente la obra busca hacer reir, y en el fondo enseñarnos una bonita historia de superación.
Interpretado por cualquier otro cómico, la obra perdería mucho encanto, pero siendo Secun el único actor, todo desparpajo, es fácil salir con una amplia sonrisa y un gran cariño hacia el personaje que nos contó.