miércoles, 30 de mayo de 2012

LA LOBA


Una vez más, y ya casi pierdo la cuenta, asisto a una obra de un autor (autora en este caso) americano del s. XX. Sin ánimo de repetirme, sólo diré que parece que esta época es favorable para recuperar a aquellos escritores y dramaturgos. Ellos contaron las desgracias de un mundo hipócrita en el que todo se creía posible pero lo único real era una vida de miseria. Por ello fueron investigados por el Comité de Actividades Antiestadounidenses.

Todas llevan a un mensaje final parecido pero cada obra sigue su propio camino para llegar hasta él. En este caso Lillian Hellman retrocede unos años respecto a sus coetáneos, para contar su historia. Ella entiende que los acontecimientos que ocurrieron durante el siglo XX tuvieron su origen en los primeros años de ese siglo.  En algunos puntos parece que volvemos al gran Chejov, la época, la historia, los personajes, los dramas, nos recuerdan su obra. Tan sólo que no estamos en Rusia sino en Estados Unidos.

Estamos en un lujoso salón de una casa victoriana, la residencia de Regina Hubbard. Allí se reúnen los tres hermanos y sus familias. Los Hubbard pertenecen a una familia de trabajadores que fueron enriqueciéndose a costa de la explotación de los esclavos negros en sus campos de algodón. Ya pasó el tiempo del esclavismo, la guerra de la Secesión dio la razón al Norte, pero el Sur sigue dominando y explotando a sus trabajadores y lucrándose gracias a ellos.
Un nuevo negocio con altos rendimientos se les ofrece: las fábricas de algodón. La industria algodonera ya era rentable en el Norte, traerlas al Sur aumentará los beneficios ya que los salarios aquí son realmente bajos. Para entrar en el negocio los Hubbard sólo deben de invertir una parte del capital. Los hermanos Oscar y Ben cuentan con el dinero, pero Regina debe de convencer a su marido para que aporte la cantidad necesaria. Éste, James, lleva meses ingresado en el hospital, no tiene trato con su mujer porque sólo recibe odio y rechazo de ella. Pero la situación y la posibilidad de ganar mucho hace que ella use sus armas para conseguir que él vuelva y acepte participar en el negocio. Así, manda a su hija Alex en su busca. La joven es un ser cándido y puro, ha sido siempre la debilidad de su padre.
James regresa con su hija, esperanzado en que la situación familiar cambie pero vuelve a encontrar el rechazo de su mujer, y entiende que su dinero es el único motivo por el que ha sido llamado. Además, descubre que los tres hermanos, intentado que nada escape a la alcance, han pactado la boda de su hija Alex con su primo hermano, un Hubbard de los pies a la cabeza. Esto supera y encoleriza a James. Él también empezó a escalar posiciones desde la mayor pobreza pero nunca se aprovechó de la explotación de las personas para lucrarse. Su profesión, banquero, le ha convertido en una persona rica, pero su mujer le considera un ser blando, que no sabe aprovechar suficientemente las oportunidades económicas con el dinero que ha acumulado.
James se casó enamorado, pero Regina nunca le quiso, sólo vio en él la posibilidad de salir de su vida triste y solitaria en los campos de algodón. Con los años ha aumentado su odio y repugnancia por su marido.
Él, como todos los que se han acercado a la familia, sufre el desprecio de los Hubbard. La familia sólo admira la codicia, el enriquecimiento lícito o ilícito, los perjudicados no importan. Sólo actúan cuando saben que a cambio van a obtener ventajas. Así, Oscar, uno de los hermanos, se casó con la hija de un aristócrata empobrecido para conseguir sus tierras y su posición social. Y ella es continuamente ridiculizada por los hermanos porque su familia quedó arruinada, por ser un ser culto, por seguir soñando con aquellos tiempos pasados. Pero ella reclama que, al menos, su familia aristócrata jamás maltrató a sus trabajadores, ellos utilizaron el dinero para vivir y disfrutar, no sólo para acumularlo sin más. La mujer de Oscar es infeliz, nunca sintió que era querida, sólo fue utilizada y relegada a una posición inferior, el hazmerreír de los hermanos.  Así que se refugia en el alcohol y sólo cuando está con James y su hija consigue ser medianamente feliz. Incluso su hijo heredó las formas de su padre, es una copia mala de éste. Y ahora le quieren casar con su prima, la dulce Alex.

James tendría dinero suficiente para entrar en el negocio de las fábricas de algodón pero no quiere participar, no quiere verse mezclado en ningún negocio con los hermanos, tampoco quiere colaborar en la explotación de los negros. Pero su dinero está depositado en el banco, al que tiene acceso su sobrino, el hijo de Oscar Hubbard. Tan fácil como “tomarlo prestado” y devolverlo en unos meses. Así el negocio queda entre los dos hermanos varones, ni James lo sabrá ni Regina participará. Ésta incluso quería obtener más ganancias que su hermanos, ya que la codicia es tan mezquina que no tiene límites con nada ni con nadie, ni tan si quiera con los de su propia sangre.

James está muy enfermo y quiere dejar sus planes atados antes de su muerte. Sospechando que sus bonos depositados en el banco han sido utilizados para el negocio, lo confirma y decide cambiar su testamento: el dinero robado será la herencia de su mujer, el resto pasará a ser de su hija. Así se lo hace saber a ella, ésta es la consecuencia de todo el odio que ella le ha proferido, pero la exaltación le produce un ataque al corazón. Su mujer, fría como siempre, le deja morir sabiendo que ella se ve beneficiada con su final. Ahora podrá reclamar a sus hermanos el dinero robado, podrá pedir grandes beneficios a cambio de no denunciarles, podrá vivir como siempre quiso.

Pero en este camino recorrido, Regina ha dejado a muchos, ha perdido a todos los que tenía a su lado, su marido muerto, su hija le odia y se marcha de su lado. Y ahora sus hermanos, los que podrían entenderla, se sienten chantajeados, su propia hermana les ha robado. Regina conseguirá su sueño, irá a vivir a Chicago, la gran ciudad, pero estará totalmente sola.

Ésta es la historia que cuenta la deshumanización que trae el capitalismo, la codicia que provoca el dinero, la necesidad de poseer cada vez más, sin límite ni sentido.

Contada de una forma clásica (tiempo lineal sin saltos, único escenario para todos los actos) y con actores de tanto nivel la obra se hace amena y entretenida. Todo lo amena que puede ser una representación tan dura como ésta, donde los sentimientos de cariño desaparecen.

Tantas representaciones sobre el mismo  dejan entrever una cierta preocupación por estar convirtiéndonos en lo que contamos con horror.Empiezo a sopesar apuntarme la próxima vez a ver una comedia sin mucho trasfondo.  

miércoles, 23 de mayo de 2012

UNA LUNA PARA LOS DESDICHADOS


Parece que el teatro del siglo XX está más vivo que nunca, será la época que es propicia para reponer esas obras de autores tan buenos que no pasan de moda. El teatro de nuevas tendencias, el del emergente s. XXI, queda relegado a un segundo plano, sólo visible en festivales.
Primero fue Chejov, que para celebrar el 150 aniversario de su nacimiento estuvo cinco años formando parte de la cartelera de muchos teatros y pequeñas salas de la capital. Con él descubrimos el subtexto, la maravilla de los sentimientos no dichos, los mensajes sobreentendidos. Ahora son los autores americanos de la primera mitad del s. XX los que nos deleitan y ensombrecen con sus historias desoladoras y llenas de fuerza. Será este tiempo de crisis el que hace que este teatro esté más vivo que nunca. Hay otras corrientes que dicen que “al mal tiempo buena cara”, y pasan obras divertidas con el fin de que olvidemos los problemas. Raramente me interesa ese teatro, prefiero aquel que cuenta la realidad aunque se sufra con su visión, y es porque también se disfruta con ese sentimiento, se aprende con él.

El autor de la obra de hoy es Eugene O'Neill, uno de tantos que no pudo callar lo que vivía y veía a su alrededor. El falso optimismo y una ciega creencia en que las oportunidades estaban al alcance, escondían un día a día de supervivencia en la máxima miseria y con condiciones de explotación inhumana. Y el alcoholismo como única salida. Sus historias siempre dejan un triste sabor de boca, una sensación de que no hemos hecho todo lo que estaba en nuestra mano para que esos personajes tuvieran su oportunidad de ser felices.

En unas tierras de un estado americano malvive una familia rota y separada. Las diferencias del padre con sus hijos han provocado que todos acaben huyendo y busquen su oportunidad lejos de allí. Sólo su hija Josie es capaz de lidiar con él y ser inmune a sus continuas vejaciones.  Comparten una vieja caravana y un campo yermo donde pasta su ganado. Un antiguo amigo de la familia es el dueño de las tierras. Él es Tyrone, un hombre que tiene una posición desahogada y así les permite pagar una renta baja y seguir allí. A cambio tiene a su compañero de borrachera siempre dispuesto, porque en esta tierra no hay más que hacer que emborracharse en el bar y dejar que el tiempo pase “y se lo lleve a uno”. Aunque todos parecen aceptar su vida sin más, los sentimientos no se pueden evitar y Tyrone, vive desesperado, perseguido por sus fantasmas, sin esperanzas de tener más oportunidades de ser feliz. Quiere a la hija de su amigo pero no la ve a su alcance. Josie es una mujer de mala reputación, se dejó ver con todos los hombres del pueblo pero no se casó nunca. También ama locamente al hombre que la quiere pero es incapaz de hacer algo por conseguirlo porque su fama la persigue. Pero todo es falso, nunca estuvo con un hombre, una pantalla más para protegerse de un mundo sin escrúpulos que solo les acepta si juegan al mismo juego.
El padre es un hombre rudo y cruel, pero sabe del sufrimiento de su hija y su amigo, e intenta darles una última oportunidad a los dos. Decide engañarles y monta una argucia aprovechando un litigio con un vecino. Cuenta a su hija que Tyrone ha aceptado una oferta y faltando a su palabra, vende las tierras a un vecino que las quiere para echarles. La única salvación es que su hija engañe a Tyrone, le emborrache y lo meta en la cama con ella, así se verán obligados a casarse. Josie ha sido incapaz de mostrar su amor, pero ese plan le da una excusa para hacerlo, aunque sea engañando nuevamente, escondiéndose tras su papel de mujer poco seria. Y ella lo único que quiere es estar con él, quitarse la careta de dura y disfrutar con el hombre que ama de la gran luna llena que cubre su cielo. 
Tyrone llega demasiado borracho para recordar nada, confunde a Josie con alguna de sus prostitutas, pero sabe que no faltó a la palabra que dio a sus amigos. Y así Josie descubre el engaño de su padre, pero con éste, los sentimientos y la nobleza del hombre al que quiere. Siente que puede ser la oportunidad que él necesita para superar sus fantasmas, expiar sus pecados y volver a la vida y a la felicidad junto a ella. 
Pero Tyrone murió hace tiempo cuando dio por perdida la felicidad, es un desdichado que ya no cree que pueda merecerse la oportunidad que ella le ofrece y aún sabiendo lo que pierde y el daño que hace, prefiere olvidar la oportunidad vivida y seguir como un muerto en vida. 

La historia es sencilla, pero tiene como variante que uno de los temas principales es el amor, nada típico en las historias de la época. Además éste está contado con una tremenda dulzura, porque los personajes, ya maduros, siente que para ante ellos la última posibilidad de ser felices. La sencillez y la buena interpretación hacen que la obra pase volando, se vive deseando alcanzar esa historia que nunca llega a ser. Hemos pasado un día con ellos, en su caravana, un día en que el futuro pudo cambiar.

El escenario es simple, muy del estilo de las obras que se representan en el Teatro Español, elecciones de Mario Gas. 
Los actores son muy buenos, cada uno a su manera. Eusebio Poncela hace una interpretación muy particular de su personaje, muy moderna (menos mal que no era del Siglo de Oro!) que me encantó. Y es que todo se le perdona cuando han conseguido que en dos horas hayamos vivido esta tremenda historia con ellos. Nos hemos sentido queridos y perdidos sin futuro, como Tyrone y Josie. 


jueves, 17 de mayo de 2012

ORQUESTA CLUB VIRGINIA

No suelo ir a ver este tipo de obras, pero hoy era una ocasión especial, iba al teatro acompañada de mi madre. Así que quise elegir una representación que le gustara, una comedia distraída y divertida con muchos actores famosos, una ocasión única para ver tantas caras conocidas juntas y en acción. 
Por allí han pasado Antonio Resines, Pepón Nieto, Enrique San Francisco, Guillermo Montesinos. Sólo por el hecho de verlos valía la pena ir, así que allí nos plantamos las dos el día mismo del  estreno, junto a invitados y críticos, dispuestas a llevarnos las primeras impresiones de la obra. 


No puedo decir que la representación sea bastante buena, tanto por el montaje como por la historia. Quizá por estar hecha a partir de un guión de película y porque el director del film  es el que ahora se ha embarcado en convertirla en teatro, utiliza recursos que recuerdan mucho el cine. Así, la historia sufre continuos cambios de escena, y en muchos casos su duración es muy corta, quedando convertidos en pequeños gags. Esto hace que la historia quede interrumpida y no se consiga ver el sentido que busca o su hilo conductor. Por otro lado el argumento es tremendamente sencillo, por lo que tampoco llegamos a perdernos. 
Una vez comentado lo malo, es de justicia recordar lo bueno. El reparto es genial, todos los actores (actores porque los protagonistas son todos hombres) son hombres del mundo de la representación en todos sus medios: teatro, cine y televisión. Su trabajo es muy natural, actúan con total maestría, se mueven por el escenario mostrando que éste es su medio habitual. 


Como decía, la historia es sencilla. Una orquesta pueblerina decide embarcarse e ir a ofrecer su repertorio a los mejores hoteles de una exótica zona: el Oriente Próximo.  En teoría van al gran hotel Hilton de Beirut, pero parece que lo prometido nunca llega y se tiene que conformar con malas actuaciones en salas mediocres y hoteles de mala muerte. 
En parte saben que nunca llegarán al destino soñado pero juegan a creérselo, porque así se creen grandes artistas.
Los músicos son esterotipos muy claros, el jefe aprovechado y ligón que tiene un amor en cada puerto e hijos varios junto a sus amores; el pelota del jefe que defiende lo imposible ante sus compañeros; el ligón chulito y muy broncas; el homosexual, que lo intenta con todos; el viejo borracho, sabio en consejos y muy bruto en la forma de expresarlos; y el jovenzuelo, aprendiz de músico, sangre nueva y también hijo del jefe, al que prácticamente acaba de conocer.  Así recorren ciudades, viven historias, se pelean, se ayudan, ligan y sueñan con el hotel Hilton de Beirut. 
El joven es nuestro narrador. En la voz de Mario Gas la historia comienza echando la vista atrás y recordando aquel viaje como el comienzo de su vida como músico y como persona, una experiencia iniciática inigualable. Él acabará conociendo a todos los del grupo y cogiéndoles cariño, pero con el que menos conectará será con su padre, aunque de todo se acaba aprendiendo. Y el chaval descubrirá allí el amor y con éste, el dolor de perderlo. También perderá a un amigo y sufrirá la falta de esa persona tan importante para él. 
Así con su aventura conocemos a todos y vemos lo importante que fue ese gran viaje para él, al igual que para cada uno de nosotros lo es esa primera experiencia que nos marca para siempre.


La obra consigue su objetivo: distraer, hacer reír, contar una historia agradable y disfrutar de buenas actuaciones y de caras conocidas. Objetivo cumplido, no esperábamos más. 



sábado, 5 de mayo de 2012

DE RATONES Y HOMBRES


Ir al teatro es un acto de fe en las personas que te han llevado hasta allí, director, actores, autor, pero también es un auténtico goce, una sensación muy especial. El momento en que las luces se apagan y lo único que existe es la representación, y toda la concentración se fija en aquello que los actores nos cuentan, esa magia es imposible de expresar.


De ratones y hombres sigue la línea que a Mario Gas tanto le ha gustado contar durante el 2011, una América de dos caras, la real de opresión, pobreza y sometimiento, y la del sueño americano, en la que todo es posible, se es capaz de conquistar el mundo. John Steinbeck contó esta historia en un libro y más tarde en una película, como ya harían otros autores similares como Arthur Miller o Tennessee Williams.


Dos amigos, George y Lennie, buscan su futuro juntos. Ambos esperan vivir una vida mejor y mientras trabajan de lo que les sale y ahorran lo que pueden. George es inteligente, despierto, sabe cuidar de sí mismo pero no puede prescindir de su gran amigo, su compañía, Lennie. Éste es fuerte como un toro, apto para trabajos de carga pero con un cierto retraso intelectual. Lennie necesita de George y a su vez tiene una confianza ciega en él.


Ambos se hacen compañía y se cuidan, aunque esto choque con el individualismo provinciano y egoísta de todos. Lo normal en esa sociedad es luchar para sobrevivir aunque sea a costa de los demás. George es consciente de que junto a Lennie se mete en líos y pierde oportunidades, pero nada es comparable a tener a su lado a alguien que le necesite y cuide y entienda como él.


Así ambos amigos llegan a trabajar a unas tierras donde la adaptación no será nada fácil. El hijo del patrón intenta demostrar su posición dominante con sus empleados, mientras que su mujer alterna con ellos. Todo se mantiene en un equilibrio inestable que no gusta nada a los dos amigos, pero necesitan el trabajo y el dinero. Frente a esto, también conocerán a buenos compañeros que a pesar de gastarles bromas sobre su dudosa relación, acabarán congeniando y apoyándose. Los personajes solitarios en público se ríen de ellos pero en privado envidian el tener a alguien con quién hablar, a quién querer y cuidar. 


Pero a pesar de su intento de huir de problemas, todo les persigue. Y esas personas que perdieron la costumbre de la amistad traerán la desgracia hasta los braceros. Y así la mujer necesitada de hablar y de sentirse querida, llegará hasta Lennie, que no es capaz de hacer daño a nadie, pero tampoco de medir sus fuerzas. Y éste, atraído por los juegos de la mujer, querrá también jugar pero en cambio acabará con su vida.
Triste final para la pobre chica, pero también para el pobre grandullón que sólo quiso soñar los sueños de su amigo. George se encontrará en la situación más dura de su vida, elegir entre escapar con él y vivir como proscritos o decidir continuar sólo. En este caso sabe que su amigo no podría soportarlo, no sobreviviría. Así que no encuentra más solución que ser él mismo el que acabe con la vida de su amigo, evitarle el sufrimiento de que sean otros de una forma mucho más cruel, los que le maten. Una muy dura decisión ha debido tomar para continuar.


La obra habla de la sociedad destructiva, opresora, sin oportunidades, sin valores y de la soledad. También del racismo, porque si trabajar cargando sacos era duro, mucho peor era el trabajo del negro, olvidado y despreciado por todos, al que únicamente Lennie tenderá la mano, como muestra de su bondad.


Los actores, inmejorables. Fernando Cayo y Roberto Álamo llenan todo el escenario con su texto y su actuación. La representación es bastante clásica, pero es que  la obra no necesita artificios para llegar al público. El texto es duro y mantiene la atención en todo momento. Y el tema es tan actual que es difícil asistir a una obra más adecuada que ésta, como despedida de Mario Gas. 


NUESTRA CLASE


Empiezo a escribir mi crónica cuando aún no ha acabado la obra, no es lo típico. Pero quizá por haber venido sola a esta representación, es una buena solución aprovechar el descanso para contar mis impresiones de lo ya visto.
La historia es un drama con final conocido, no hay sorpresas ni guión original, asistimos a una obra sobre un genocidio más, como tantos. Además, éste es uno de los más difundidos de la historia, el asesinato de judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Pero aquí algo es diferente de la mayoría de historias, algo mínimo pero muy importante para los implicados, porque provoca la vergüenza de muchos países: los asesinos y los asesinados pertenecían a un mismo pueblo. Esta situación se repitió en muchas zonas ocupadas de toda Europa y muestra la magnitud de la barbarie porque nos recuerda hasta dónde puede llegar la maldad humana.

“Nuestra clase” comienza con jóvenes compañeros de pupitre que comparten su vida, entre los que surge amistad, amor, y ciertos recelos, todo ello en un pequeño pueblo polaco. En una época de cambios y desarrollo, la vida pasa para los jóvenes sin mayor relevancia, solo surgen pequeñas diferencias entre compañeros de distintas costumbres y religiones, diferencias más bien impuestas que naturales.
Todo empieza a cambiar cuando en 1939 esta tierra es ocupada por la Rusia de Stalin. La iglesia es reconvertida en cine, la modernidad, la igualdad y el ocio llegan a esta tierra, pero con ella, la nacionalización. Los judíos oprimidos con el régimen anterior, se hacen partidarios del comunismo, y esto acaba creando nuevas desigualdades. Y con éstas surgen los grupos de resistencia, y a su vez, las detenciones ilegales y la tortura.
Cada personaje vivirá unas circunstancias diferentes y tomará su propia postura. Algunos judíos aprovechan las ventajas y obtienen grandes beneficios, otros en cambios se arruinan, porque pierden lo poco que tenían con la nacionalización. Entre los chavales cristianos, algunos pasa a formar parte de grupos armados que combaten a los rusos, otros trabajan para la NKVB como soplones. Poco a poco la situación se agrava, las posturas se radicalizan.
Y uniéndolos a todos sigue el vínculo a través de uno de los amigos, aquél que emigró muy joven a los Estados Unidos y periódicamente les escribe y les cuenta y sobre todo pide noticias de ellos.

Y en esta época convulsa, un nuevo giro lo cambia todo, en el 41 llegan los nazis a Polonia. Los que antes estuvieron oprimidos ahora recuperan su posición dominante, además han guardado toda esa rabia contenida. El primer acto de los jóvenes polacos cristianos es buscar a todos los judíos, detenerles, denigrarles, violar a las mujeres y finalmente quemarles en el granero. Mil seiscientos judíos polacos, la mayoría mujeres y niños murieron allí. Una de las alumnas, Dora, muere junto a su hijo después de ser violada por sus compañeros de clase. Jakub, un chico abierto y tolerante es asesinado en primer lugar con palos y piedras, para mostrar que ningún judío será perdonado. 
El horror y el odio lo ocupa todo, solo aquellos que fueron escondidos por cristianos han podido sobrevivir. Nashenka consigue conservar su vida convirtiéndose al cristianismo y casándose con su compañero de clase, un chaval envejecido que siempre la quiso. A cambio llevará una vida de vejaciones y rechazo por parte de sus vecinos que la culpan por haber nacido judía.

El tiempo pasa, la guerra se acaba, Polonia vuelve a ser independiente pero los odios no se olvidan y los delitos no se pueden perdonan. Uno de los compañeros, el más criminal de todos, ocupa un alto cargo en la policía polaca, pero aún queda gente que recuerda lo que hizo. Será denunciado y juzgado pero el miedo sigue presente en muchos y los testigos no quieren hablar, tienen que seguir viviendo allí. Los veredictos son penas menores, comparado con todo el daño que han provocado, pero el país quiere olvidar, pasar página, sabe que si se remueve todo, las bases del país temblarán, porque los horrores permitidos fueron imperdonables. 
Los años pasan, pero los compañeros que quedan vivos no podrán olvidar lo que les ocurrió y como les marcó la vida, como vieron el odio y la venganza entre sus propios amigos. Y cada destino les reencontrará con su pasado, no aceptaron lo ocurrido y éste volverá en forma de desgracia, vidas truncadas de forma trágica, serán personajes malditos.
Los personajes más extremos de ambos bandos, judíos y cristianos, pierden a sus hijos, como en una especie de pago por lo hecho, no hubo perdón para ellos.    
Y así vamos acompañando a cada alumno de la clase hasta su muerte, hasta el fin de la última etapa de sus vidas.

La obra es muy completa, muestra como cada personaje y cada vida va marcándoles y llevándoles a un extremo, una posición de incomprensión hacia los demás.  Los actores trabajan de una forma impresionante, imposible señalar algo a corregir. Y el escenario no puede ser más sencillo y expresivo, una aula con mesas, sillas, archivadores, que sirven para simular no sólo su clase, también cualquier espacio, y a su vez se utilizan para hacer ruido para ser lanzados y así mostrar la rabia contenida. Los actores nunca nos abandonan, los muertos siempre nos acompañan en la mente de sus compañeros y en el escenario, lo que nos da más sensación de estar embargados por la obra.
En conjunto todo es perfecto, solo algo me molesta y es que siempre vemos a los judíos como almas cándidas que son denigradas y asesinadas y cosa que tampoco es real. Para el humano siempre es más sencillo identificar a los buenos y los malos pero no creo que se pueda calificar con tanta simplificación sin equivocarnos. Solo una pequeña mención a la Israel actual, aunque está claro que ése no era el tema de la obra.