Una vez más, y ya casi pierdo la cuenta, asisto a una obra de un autor (autora en este caso) americano del s. XX. Sin ánimo de repetirme, sólo diré que parece que esta época es favorable para recuperar a aquellos escritores y dramaturgos. Ellos contaron las desgracias de un mundo hipócrita en el que todo se creía posible pero lo único real era una vida de miseria. Por ello fueron investigados por el Comité de Actividades Antiestadounidenses.
Todas llevan a un mensaje final parecido pero cada obra sigue su propio camino para llegar hasta él. En este caso Lillian Hellman retrocede unos años respecto a sus coetáneos, para contar su historia. Ella entiende que los acontecimientos que ocurrieron durante el siglo XX tuvieron su origen en los primeros años de ese siglo. En algunos puntos parece que volvemos al gran Chejov, la época, la historia, los personajes, los dramas, nos recuerdan su obra. Tan sólo que no estamos en Rusia sino en Estados Unidos.
Estamos en un lujoso salón de una casa victoriana, la residencia de Regina Hubbard. Allí se reúnen los tres hermanos y sus familias. Los Hubbard pertenecen a una familia de trabajadores que fueron enriqueciéndose a costa de la explotación de los esclavos negros en sus campos de algodón. Ya pasó el tiempo del esclavismo, la guerra de la Secesión dio la razón al Norte, pero el Sur sigue dominando y explotando a sus trabajadores y lucrándose gracias a ellos.
Un nuevo negocio con altos rendimientos se les ofrece: las fábricas de algodón. La industria algodonera ya era rentable en el Norte, traerlas al Sur aumentará los beneficios ya que los salarios aquí son realmente bajos. Para entrar en el negocio los Hubbard sólo deben de invertir una parte del capital. Los hermanos Oscar y Ben cuentan con el dinero, pero Regina debe de convencer a su marido para que aporte la cantidad necesaria. Éste, James, lleva meses ingresado en el hospital, no tiene trato con su mujer porque sólo recibe odio y rechazo de ella. Pero la situación y la posibilidad de ganar mucho hace que ella use sus armas para conseguir que él vuelva y acepte participar en el negocio. Así, manda a su hija Alex en su busca. La joven es un ser cándido y puro, ha sido siempre la debilidad de su padre.
James regresa con su hija, esperanzado en que la situación familiar cambie pero vuelve a encontrar el rechazo de su mujer, y entiende que su dinero es el único motivo por el que ha sido llamado. Además, descubre que los tres hermanos, intentado que nada escape a la alcance, han pactado la boda de su hija Alex con su primo hermano, un Hubbard de los pies a la cabeza. Esto supera y encoleriza a James. Él también empezó a escalar posiciones desde la mayor pobreza pero nunca se aprovechó de la explotación de las personas para lucrarse. Su profesión, banquero, le ha convertido en una persona rica, pero su mujer le considera un ser blando, que no sabe aprovechar suficientemente las oportunidades económicas con el dinero que ha acumulado.
James se casó enamorado, pero Regina nunca le quiso, sólo vio en él la posibilidad de salir de su vida triste y solitaria en los campos de algodón. Con los años ha aumentado su odio y repugnancia por su marido.
Él, como todos los que se han acercado a la familia, sufre el desprecio de los Hubbard. La familia sólo admira la codicia, el enriquecimiento lícito o ilícito, los perjudicados no importan. Sólo actúan cuando saben que a cambio van a obtener ventajas. Así, Oscar, uno de los hermanos, se casó con la hija de un aristócrata empobrecido para conseguir sus tierras y su posición social. Y ella es continuamente ridiculizada por los hermanos porque su familia quedó arruinada, por ser un ser culto, por seguir soñando con aquellos tiempos pasados. Pero ella reclama que, al menos, su familia aristócrata jamás maltrató a sus trabajadores, ellos utilizaron el dinero para vivir y disfrutar, no sólo para acumularlo sin más. La mujer de Oscar es infeliz, nunca sintió que era querida, sólo fue utilizada y relegada a una posición inferior, el hazmerreír de los hermanos. Así que se refugia en el alcohol y sólo cuando está con James y su hija consigue ser medianamente feliz. Incluso su hijo heredó las formas de su padre, es una copia mala de éste. Y ahora le quieren casar con su prima, la dulce Alex.
James tendría dinero suficiente para entrar en el negocio de las fábricas de algodón pero no quiere participar, no quiere verse mezclado en ningún negocio con los hermanos, tampoco quiere colaborar en la explotación de los negros. Pero su dinero está depositado en el banco, al que tiene acceso su sobrino, el hijo de Oscar Hubbard. Tan fácil como “tomarlo prestado” y devolverlo en unos meses. Así el negocio queda entre los dos hermanos varones, ni James lo sabrá ni Regina participará. Ésta incluso quería obtener más ganancias que su hermanos, ya que la codicia es tan mezquina que no tiene límites con nada ni con nadie, ni tan si quiera con los de su propia sangre.
James está muy enfermo y quiere dejar sus planes atados antes de su muerte. Sospechando que sus bonos depositados en el banco han sido utilizados para el negocio, lo confirma y decide cambiar su testamento: el dinero robado será la herencia de su mujer, el resto pasará a ser de su hija. Así se lo hace saber a ella, ésta es la consecuencia de todo el odio que ella le ha proferido, pero la exaltación le produce un ataque al corazón. Su mujer, fría como siempre, le deja morir sabiendo que ella se ve beneficiada con su final. Ahora podrá reclamar a sus hermanos el dinero robado, podrá pedir grandes beneficios a cambio de no denunciarles, podrá vivir como siempre quiso.
Pero en este camino recorrido, Regina ha dejado a muchos, ha perdido a todos los que tenía a su lado, su marido muerto, su hija le odia y se marcha de su lado. Y ahora sus hermanos, los que podrían entenderla, se sienten chantajeados, su propia hermana les ha robado. Regina conseguirá su sueño, irá a vivir a Chicago, la gran ciudad, pero estará totalmente sola.
Ésta es la historia que cuenta la deshumanización que trae el capitalismo, la codicia que provoca el dinero, la necesidad de poseer cada vez más, sin límite ni sentido.
Contada de una forma clásica (tiempo lineal sin saltos, único escenario para todos los actos) y con actores de tanto nivel la obra se hace amena y entretenida. Todo lo amena que puede ser una representación tan dura como ésta, donde los sentimientos de cariño desaparecen.
Tantas representaciones sobre el mismo dejan entrever una cierta preocupación por estar convirtiéndonos en lo que contamos con horror.Empiezo a sopesar apuntarme la próxima vez a ver una comedia sin mucho trasfondo.