Parece que el teatro del siglo XX está más vivo que nunca, será la época que es propicia para reponer esas obras de autores tan buenos que no pasan de moda. El teatro de nuevas tendencias, el del emergente s. XXI, queda relegado a un segundo plano, sólo visible en festivales.
Primero fue Chejov, que para celebrar el 150 aniversario de su nacimiento estuvo cinco años formando parte de la cartelera de muchos teatros y pequeñas salas de la capital. Con él descubrimos el subtexto, la maravilla de los sentimientos no dichos, los mensajes sobreentendidos. Ahora son los autores americanos de la primera mitad del s. XX los que nos deleitan y ensombrecen con sus historias desoladoras y llenas de fuerza. Será este tiempo de crisis el que hace que este teatro esté más vivo que nunca. Hay otras corrientes que dicen que “al mal tiempo buena cara”, y pasan obras divertidas con el fin de que olvidemos los problemas. Raramente me interesa ese teatro, prefiero aquel que cuenta la realidad aunque se sufra con su visión, y es porque también se disfruta con ese sentimiento, se aprende con él.
El autor de la obra de hoy es Eugene O'Neill, uno de tantos que no pudo callar lo que vivía y veía a su alrededor. El falso optimismo y una ciega creencia en que las oportunidades estaban al alcance, escondían un día a día de supervivencia en la máxima miseria y con condiciones de explotación inhumana. Y el alcoholismo como única salida. Sus historias siempre dejan un triste sabor de boca, una sensación de que no hemos hecho todo lo que estaba en nuestra mano para que esos personajes tuvieran su oportunidad de ser felices.
En unas tierras de un estado americano malvive una familia rota y separada. Las diferencias del padre con sus hijos han provocado que todos acaben huyendo y busquen su oportunidad lejos de allí. Sólo su hija Josie es capaz de lidiar con él y ser inmune a sus continuas vejaciones. Comparten una vieja caravana y un campo yermo donde pasta su ganado. Un antiguo amigo de la familia es el dueño de las tierras. Él es Tyrone, un hombre que tiene una posición desahogada y así les permite pagar una renta baja y seguir allí. A cambio tiene a su compañero de borrachera siempre dispuesto, porque en esta tierra no hay más que hacer que emborracharse en el bar y dejar que el tiempo pase “y se lo lleve a uno”. Aunque todos parecen aceptar su vida sin más, los sentimientos no se pueden evitar y Tyrone, vive desesperado, perseguido por sus fantasmas, sin esperanzas de tener más oportunidades de ser feliz. Quiere a la hija de su amigo pero no la ve a su alcance. Josie es una mujer de mala reputación, se dejó ver con todos los hombres del pueblo pero no se casó nunca. También ama locamente al hombre que la quiere pero es incapaz de hacer algo por conseguirlo porque su fama la persigue. Pero todo es falso, nunca estuvo con un hombre, una pantalla más para protegerse de un mundo sin escrúpulos que solo les acepta si juegan al mismo juego.
El padre es un hombre rudo y cruel, pero sabe del sufrimiento de su hija y su amigo, e intenta darles una última oportunidad a los dos. Decide engañarles y monta una argucia aprovechando un litigio con un vecino. Cuenta a su hija que Tyrone ha aceptado una oferta y faltando a su palabra, vende las tierras a un vecino que las quiere para echarles. La única salvación es que su hija engañe a Tyrone, le emborrache y lo meta en la cama con ella, así se verán obligados a casarse. Josie ha sido incapaz de mostrar su amor, pero ese plan le da una excusa para hacerlo, aunque sea engañando nuevamente, escondiéndose tras su papel de mujer poco seria. Y ella lo único que quiere es estar con él, quitarse la careta de dura y disfrutar con el hombre que ama de la gran luna llena que cubre su cielo.
Tyrone llega demasiado borracho para recordar nada, confunde a Josie con alguna de sus prostitutas, pero sabe que no faltó a la palabra que dio a sus amigos. Y así Josie descubre el engaño de su padre, pero con éste, los sentimientos y la nobleza del hombre al que quiere. Siente que puede ser la oportunidad que él necesita para superar sus fantasmas, expiar sus pecados y volver a la vida y a la felicidad junto a ella.
Pero Tyrone murió hace tiempo cuando dio por perdida la felicidad, es un desdichado que ya no cree que pueda merecerse la oportunidad que ella le ofrece y aún sabiendo lo que pierde y el daño que hace, prefiere olvidar la oportunidad vivida y seguir como un muerto en vida.
La historia es sencilla, pero tiene como variante que uno de los temas principales es el amor, nada típico en las historias de la época. Además éste está contado con una tremenda dulzura, porque los personajes, ya maduros, siente que para ante ellos la última posibilidad de ser felices. La sencillez y la buena interpretación hacen que la obra pase volando, se vive deseando alcanzar esa historia que nunca llega a ser. Hemos pasado un día con ellos, en su caravana, un día en que el futuro pudo cambiar.
El escenario es simple, muy del estilo de las obras que se representan en el Teatro Español, elecciones de Mario Gas.
Los actores son muy buenos, cada uno a su manera. Eusebio Poncela hace una interpretación muy particular de su personaje, muy moderna (menos mal que no era del Siglo de Oro!) que me encantó. Y es que todo se le perdona cuando han conseguido que en dos horas hayamos vivido esta tremenda historia con ellos. Nos hemos sentido queridos y perdidos sin futuro, como Tyrone y Josie.
Jo, qué cantidad de teatro me estoy perdiendo. Creo que son obras muy buenas y me alegro que no se haya ido todo por el sumidero de las obras cómicas sin más fondo.
ResponderEliminarMuy buena crítica