sábado, 5 de mayo de 2012

NUESTRA CLASE


Empiezo a escribir mi crónica cuando aún no ha acabado la obra, no es lo típico. Pero quizá por haber venido sola a esta representación, es una buena solución aprovechar el descanso para contar mis impresiones de lo ya visto.
La historia es un drama con final conocido, no hay sorpresas ni guión original, asistimos a una obra sobre un genocidio más, como tantos. Además, éste es uno de los más difundidos de la historia, el asesinato de judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Pero aquí algo es diferente de la mayoría de historias, algo mínimo pero muy importante para los implicados, porque provoca la vergüenza de muchos países: los asesinos y los asesinados pertenecían a un mismo pueblo. Esta situación se repitió en muchas zonas ocupadas de toda Europa y muestra la magnitud de la barbarie porque nos recuerda hasta dónde puede llegar la maldad humana.

“Nuestra clase” comienza con jóvenes compañeros de pupitre que comparten su vida, entre los que surge amistad, amor, y ciertos recelos, todo ello en un pequeño pueblo polaco. En una época de cambios y desarrollo, la vida pasa para los jóvenes sin mayor relevancia, solo surgen pequeñas diferencias entre compañeros de distintas costumbres y religiones, diferencias más bien impuestas que naturales.
Todo empieza a cambiar cuando en 1939 esta tierra es ocupada por la Rusia de Stalin. La iglesia es reconvertida en cine, la modernidad, la igualdad y el ocio llegan a esta tierra, pero con ella, la nacionalización. Los judíos oprimidos con el régimen anterior, se hacen partidarios del comunismo, y esto acaba creando nuevas desigualdades. Y con éstas surgen los grupos de resistencia, y a su vez, las detenciones ilegales y la tortura.
Cada personaje vivirá unas circunstancias diferentes y tomará su propia postura. Algunos judíos aprovechan las ventajas y obtienen grandes beneficios, otros en cambios se arruinan, porque pierden lo poco que tenían con la nacionalización. Entre los chavales cristianos, algunos pasa a formar parte de grupos armados que combaten a los rusos, otros trabajan para la NKVB como soplones. Poco a poco la situación se agrava, las posturas se radicalizan.
Y uniéndolos a todos sigue el vínculo a través de uno de los amigos, aquél que emigró muy joven a los Estados Unidos y periódicamente les escribe y les cuenta y sobre todo pide noticias de ellos.

Y en esta época convulsa, un nuevo giro lo cambia todo, en el 41 llegan los nazis a Polonia. Los que antes estuvieron oprimidos ahora recuperan su posición dominante, además han guardado toda esa rabia contenida. El primer acto de los jóvenes polacos cristianos es buscar a todos los judíos, detenerles, denigrarles, violar a las mujeres y finalmente quemarles en el granero. Mil seiscientos judíos polacos, la mayoría mujeres y niños murieron allí. Una de las alumnas, Dora, muere junto a su hijo después de ser violada por sus compañeros de clase. Jakub, un chico abierto y tolerante es asesinado en primer lugar con palos y piedras, para mostrar que ningún judío será perdonado. 
El horror y el odio lo ocupa todo, solo aquellos que fueron escondidos por cristianos han podido sobrevivir. Nashenka consigue conservar su vida convirtiéndose al cristianismo y casándose con su compañero de clase, un chaval envejecido que siempre la quiso. A cambio llevará una vida de vejaciones y rechazo por parte de sus vecinos que la culpan por haber nacido judía.

El tiempo pasa, la guerra se acaba, Polonia vuelve a ser independiente pero los odios no se olvidan y los delitos no se pueden perdonan. Uno de los compañeros, el más criminal de todos, ocupa un alto cargo en la policía polaca, pero aún queda gente que recuerda lo que hizo. Será denunciado y juzgado pero el miedo sigue presente en muchos y los testigos no quieren hablar, tienen que seguir viviendo allí. Los veredictos son penas menores, comparado con todo el daño que han provocado, pero el país quiere olvidar, pasar página, sabe que si se remueve todo, las bases del país temblarán, porque los horrores permitidos fueron imperdonables. 
Los años pasan, pero los compañeros que quedan vivos no podrán olvidar lo que les ocurrió y como les marcó la vida, como vieron el odio y la venganza entre sus propios amigos. Y cada destino les reencontrará con su pasado, no aceptaron lo ocurrido y éste volverá en forma de desgracia, vidas truncadas de forma trágica, serán personajes malditos.
Los personajes más extremos de ambos bandos, judíos y cristianos, pierden a sus hijos, como en una especie de pago por lo hecho, no hubo perdón para ellos.    
Y así vamos acompañando a cada alumno de la clase hasta su muerte, hasta el fin de la última etapa de sus vidas.

La obra es muy completa, muestra como cada personaje y cada vida va marcándoles y llevándoles a un extremo, una posición de incomprensión hacia los demás.  Los actores trabajan de una forma impresionante, imposible señalar algo a corregir. Y el escenario no puede ser más sencillo y expresivo, una aula con mesas, sillas, archivadores, que sirven para simular no sólo su clase, también cualquier espacio, y a su vez se utilizan para hacer ruido para ser lanzados y así mostrar la rabia contenida. Los actores nunca nos abandonan, los muertos siempre nos acompañan en la mente de sus compañeros y en el escenario, lo que nos da más sensación de estar embargados por la obra.
En conjunto todo es perfecto, solo algo me molesta y es que siempre vemos a los judíos como almas cándidas que son denigradas y asesinadas y cosa que tampoco es real. Para el humano siempre es más sencillo identificar a los buenos y los malos pero no creo que se pueda calificar con tanta simplificación sin equivocarnos. Solo una pequeña mención a la Israel actual, aunque está claro que ése no era el tema de la obra. 


1 comentario:

  1. Qué buena crítica. Me encanta. Claro que no puedo juzgar bien porque ya me la habías contado de palabra. Pero me gusta lo que comentas del escenario, y creo que queda muy clarito lo que ocurre y la impresión que te causa.

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