Empiezo a escribir mi crónica cuando aún no ha acabado la
obra, no es lo típico. Pero quizá por haber venido sola a esta representación, es
una buena solución aprovechar el descanso para contar mis impresiones de lo ya
visto.
La historia es un drama con final conocido, no hay sorpresas ni
guión original, asistimos a una obra sobre un genocidio más, como tantos.
Además, éste es uno de los más difundidos de la historia, el asesinato de
judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Pero aquí algo es diferente de la
mayoría de historias, algo mínimo pero muy importante para los implicados,
porque provoca la vergüenza de muchos países: los asesinos y los asesinados
pertenecían a un mismo pueblo. Esta situación se repitió en muchas zonas
ocupadas de toda Europa y muestra la magnitud de la barbarie porque nos
recuerda hasta dónde puede llegar la maldad humana.
“Nuestra clase” comienza con jóvenes compañeros de pupitre que
comparten su vida, entre los que surge amistad, amor, y ciertos recelos, todo
ello en un pequeño pueblo polaco. En una época de cambios y desarrollo, la vida
pasa para los jóvenes sin mayor relevancia, solo surgen pequeñas diferencias
entre compañeros de distintas costumbres y religiones, diferencias más bien
impuestas que naturales.
Todo empieza a cambiar cuando en 1939 esta tierra es ocupada por
la Rusia de Stalin. La iglesia es reconvertida en cine, la modernidad, la
igualdad y el ocio llegan a esta tierra, pero con ella, la nacionalización. Los
judíos oprimidos con el régimen anterior, se hacen partidarios del comunismo, y
esto acaba creando nuevas desigualdades. Y con éstas surgen los grupos de
resistencia, y a su vez, las detenciones ilegales y la tortura.
Cada personaje vivirá unas circunstancias diferentes y tomará su
propia postura. Algunos judíos aprovechan las ventajas y obtienen grandes
beneficios, otros en cambios se arruinan, porque pierden lo poco que tenían con
la nacionalización. Entre los chavales cristianos, algunos pasa a formar parte
de grupos armados que combaten a los rusos, otros trabajan para la NKVB como
soplones. Poco a poco la situación se agrava, las posturas se radicalizan.
Y uniéndolos a todos sigue el vínculo a través de uno de los
amigos, aquél que emigró muy joven a los Estados Unidos y periódicamente les
escribe y les cuenta y sobre todo pide noticias de ellos.
Y en esta época convulsa, un nuevo giro lo cambia todo, en el 41
llegan los nazis a Polonia. Los que antes estuvieron oprimidos ahora recuperan
su posición dominante, además han guardado toda esa rabia contenida. El primer
acto de los jóvenes polacos cristianos es buscar a todos los judíos,
detenerles, denigrarles, violar a las mujeres y finalmente quemarles en el granero. Mil seiscientos judíos
polacos, la mayoría mujeres y niños murieron allí. Una de las alumnas, Dora,
muere junto a su hijo después de ser violada por sus compañeros de clase. Jakub, un chico abierto y
tolerante es asesinado en primer lugar con palos y piedras, para mostrar que
ningún judío será perdonado.
El horror y el odio lo ocupa todo, solo aquellos que fueron
escondidos por cristianos han podido sobrevivir. Nashenka consigue conservar su
vida convirtiéndose al cristianismo y casándose con su compañero de clase, un
chaval envejecido que siempre la quiso. A cambio llevará una vida de vejaciones
y rechazo por parte de sus vecinos que la culpan por haber nacido judía.
El tiempo pasa, la guerra se acaba, Polonia vuelve a ser
independiente pero los odios no se olvidan y los delitos no se pueden perdonan.
Uno de los compañeros, el más criminal de todos, ocupa un alto cargo en la
policía polaca, pero aún queda gente que recuerda lo que hizo. Será denunciado
y juzgado pero el miedo sigue presente en muchos y los testigos no quieren
hablar, tienen que seguir viviendo allí. Los veredictos son penas menores,
comparado con todo el daño que han provocado, pero el país quiere olvidar, pasar
página, sabe que si se remueve todo, las bases del país temblarán, porque los
horrores permitidos fueron imperdonables.
Los años pasan, pero los compañeros que quedan vivos no podrán
olvidar lo que les ocurrió y como les marcó la vida, como vieron el odio y la
venganza entre sus propios amigos. Y cada destino les reencontrará con su
pasado, no aceptaron lo ocurrido y éste volverá en forma de desgracia, vidas
truncadas de forma trágica, serán personajes malditos.
Los personajes más extremos de ambos bandos, judíos y cristianos,
pierden a sus hijos, como en una especie de pago por lo hecho, no hubo perdón
para ellos.
Y así vamos acompañando a cada alumno de la clase hasta su muerte,
hasta el fin de la última etapa de sus vidas.
La obra es muy completa, muestra como cada personaje y cada vida
va marcándoles y llevándoles a un extremo, una posición de incomprensión hacia
los demás. Los actores trabajan de una
forma impresionante, imposible señalar algo a corregir. Y el escenario no puede
ser más sencillo y expresivo, una aula con mesas, sillas, archivadores, que
sirven para simular no sólo su clase, también cualquier espacio, y a su vez se
utilizan para hacer ruido para ser lanzados y así mostrar la rabia contenida.
Los actores nunca nos abandonan, los muertos siempre nos acompañan en la mente de
sus compañeros y en el escenario, lo que nos da más sensación de estar
embargados por la obra.
En conjunto todo es perfecto, solo algo me molesta y es que
siempre vemos a los judíos como almas cándidas que son denigradas y asesinadas
y cosa que tampoco es real. Para el humano siempre es más sencillo identificar
a los buenos y los malos pero no creo que se pueda calificar con tanta
simplificación sin equivocarnos. Solo una pequeña mención a la Israel actual,
aunque está claro que ése no era el tema de la obra.
Qué buena crítica. Me encanta. Claro que no puedo juzgar bien porque ya me la habías contado de palabra. Pero me gusta lo que comentas del escenario, y creo que queda muy clarito lo que ocurre y la impresión que te causa.
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