domingo, 2 de mayo de 2021

NÁPOLES MILLONARIA

No es la primera vez que veo una obra de Eduardo de Filippo, ya gocé de otra de sus representaciones hace años: YO EL HEREDERO. Su estilo muy personal mezcla el humor irónico y la tragedia. Y todo esto ambientado en su Italia natal, con el retrato de sus gentes, esas que imaginamos en cualquier película de Mastroianni.

Napoles Millonaria tiene lugar durante la convulsa época de la Segunda Guerra Mundial, pero como siempre pasa en Italia, sus gentes supieron darle un sello especial. La obra recorre dos años, entre 1942 y 1944 y tendrá lugar en la casa de una familia napolitana. En tres actos indagaremos en la vida de cada personaje, sus aciertos, derrotas y desvaríos. 

1942 es un año especialmente difícil. El desabastecimiento en tiempos de guerra deja a las gentes sin nada que comer. Las familias recurren al estraperlo, y en particular nuestros protagonistas se aprovechan de éste y consiguen unos ingresos extra  a través de la venta de alimentos obtenidos en el mercado negro. Esta forma de mejorar la economía no es aprobada por todos los miembros de la familia, el señor Genaro se queja porque su familia comete irregularidades. Pero todos hacen oídos sordos a sus lecciones, su forma de explicar el mundo, sus largas disquisiciones sobre cómo arreglar el problema de la guerra, que entiende que tiene como única causa dejar a la gente sin comer para poder subir los precios. Él ya estuvo en las trincheras de la Primera Guerra Mundial y su forma de pensar está tergiversada por su paso por las trincheras. 




La señora Amalia, su esposa, recoge y revende alimentos, haciendo de esto su gran negocio y el de la familia. Ella no tiene tantos escrúpulos como su marido y retira las viandas a los que no tienen dinero para pagar. Su abastecedor es un joven llamado el guapo, un canalla que detrás del negocio busca liarse con la señora y aparentemente lo va ocupando terreno. Los hijos adolescentes también participan del negocio. 



Una forma de lucrase como ésta también encuentra enemigos y unos vecinos les denuncian. Para no ser descubiertos, simulan que en la casa se está viviendo un duelo, el de D. Genaro. El inspector, que se las conoce todas, intenta desvelar la verdad pero el supuesto muerto no mueve un pelo, ni aún sonando las alarmas de ataque aéreo. Finalmente Don Genaro y el inspector se hacen amigos y este no es denunciado. 


1944 sigue siendo un año de guerra pero la ocupación ha cambiado, ahora son los aliados los que controlan la zona. En esencia será todo casi igual, cambiando el abastecedor del mercado negro. La familia ha mejorado mucho su economía, incluso ha aprendido a especular con los precios. Ahora viste con ropas lujosas, tiene mucho más ingresos y ha ampliado su negocio. Y todo montado gracias a la sociedad que tiene el guapo con la señora Amalia. Y qué opina su marido de esto? Pues nada porque hace meses que desapareció, nadie sabe dónde está. Doña Amalia ha dado rienda suelta a su tonteo con el guapo y priorizado el negocio y las ganancias, dejando algo abandonados a sus hijos. El chico se ha unido a un amigo del guapo y roba neumáticos de coches. La chica está liada con un soldado americano y piensa irse con él. Mientras la hija pequeña ha enfermado. Algunos de los clientes habituales están teniendo mala suerte y han perdido trabajo y dinero, suplican ayuda a la señora pero ésta se la niega. Aparentemente todo le va bien, es decir, gana mucho dinero, su marido no le estorba y tiene una relación con su adorado socio. Cuando de repente el señor D. Genaro aparece. 

El hombre que se fue no es el que ha vuelto. En estos 14 meses ha estado encerrado, ha pasado penurias, se ha enfrentado muchas veces a la muerte, ha visto a los amigos del camino caer. Habiendo vivido tanto no se puede ser la misma persona. Su familia le recibe feliz pero tan pronto le escucha contar su historia deciden ignorar esos episodios tan tristes. Para ellos la guerra ya acabó y ahora solo tienen que disfrutar. D. Genaro se da cuenta de hasta que punto la sociedad ignora lo malo, lo rechaza, y comprende que así no se puede aprender. 



Finalmente D. Genaro descubre en qué se ha convertido su familia durante su ausencia y como una analogía a la enfermedad de su hija, las siente heridas, agonizantes. Su hija yace moribunda por la falta de una medicina que la curaría pero que no se puede encontrar ni con todo el dinero del mundo. La familia unida se moviliza, desesperados temiendo lo peor. En ese momento un antiguo cliente de D. Amalia, al que ésta rechazó ayudar cuando él no tenía ni para dar de comer a sus hijos, se presenta en la casa ofreciendo la medicina que necesitan. En lugar de exigir por ella mucho dinero, como cabría esperar, éste expresa la necesidad de ayudarnos entre todos como único medio de salir adelante juntos, y se la cede a la señora. D. Genaro consciente ya de la envergadura del problema, toma las riendas de la familia que realmente lo que necesita es recuperar su vida feliz, a veces difícil, pero siempre unida. Su mujer se arrepiente del daño cometido y pide disculpas, mientras que D. Genaro responde que sólo el tiempo dirá si se puede arreglar. 


La obra es magnífica, la historia viene al dedillo con el momento histórico que vivimos, los actores bordan sus papeles, el escenario nos resitúa aún más en la situación. Imposible poner una sola pega . 




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