miércoles, 19 de junio de 2013

EL RÉGIMEN DEL PIENSO

Desde la primera vez que nos encontramos con La Zaranda descubrimos su teatro único, especial. Si tuviera que explicarlo con pocas palabras diría que su misión consiste en enseñarnos la más cruda realidad que nos envuelve, en la que estamos tan metidos que somos incapaces de ver con claridad. La Compañía con sus textos es capaz de quitarnos el velo que nos ciega y con un lenguaje muy particular mostrarnos la verdad.  Eso sí, ver sus trabajos tiene un precio, el de dejarnos malheridos, tocados y casi hundidos.

Hoy La Zaranda quería hablarnos de nuestra renuncia a una vida mejor a cambio de mínimas compensaciones que nos son otorgadas y que consideramos imprescindibles. Para ello nada mejor que una buena metáfora: los hombres son como los cerdos que aspiran a una buena comida y una buena pocilga, para al final de sus vidas ser sacrificados con el mínimo dolor. 


A partir de esta idea nos cuentan una historia que a veces no tiene pies ni cabeza, o mejor dicho, hay que estar dentro de su mente para entender todos los matices de su interpretación, ya que desde nuestra butaca sólo conseguimos absorber una pequeña parte. Pero es que el teatro no es sólo para entenderlo, también hay que sentirlo, percibirlo, y eso sí que llegamos a notarlo con ellos. 

En la empresa dedicada a criar cerdos se está dando un extraño caso, los animales mueren por una epidemia indetectable. Los cerdos luchan por el pienso hasta la muerte mientras que aquellos que comen mucho se suicidan. Los veterinarios forenses abren los cuerpos pero no encuentran nada en su interior, es más, los cerebros están vacíos, huecos. Para investigar mejor el caso van a recrear lo ocurrido en la nave.
Indagan en las oficinas de la empresa y lo primero que encuentran es una tediosa administración que ralentiza los cambios, los trámites llevan trámites que llevan su curso, y las mejoras nunca alcanzan a los trabajadores. Entre tanto papeleo inútil una circular indica la destitución de un responsable. Éste que antes justificaba las decisiones de su empresa ahora se revuelve contra ella. Sin embargo el que ha sido ascendido a su puesto es palmeado y agasajado por sus compañeros, que esperan sacar "tajada". El nuevo jefe echa al que ha sido cesado dando como justificación que las decisiones de la empresa son siempre las correctas. Pero como saben que se ha cometido una injusticia, ya que se trataba de un trabajador ejemplar, aseguran que su caso saltará a la fama. Así que en un juego infame, son los cerdos los que recrearán la historia del funcionario despedido, que por cierto se llama Martín.

Mientras tanto el caso de los cerdos muertos sigue su investigación. Los animales reclaman su pienso, luchan y se matan. Algo les hace acabar con sus vidas antes de ser conducidos al matadero. Para erradicar la epidemia la solución es clara: hay que acabar con todos los animales. Archivadores con los casos estudiados vienen y van, copias por triplicado sin ningún sentido aparente.

Martín, que sigue reclamando un puesto en la empresa por la que ha dado la vida, pierde la cabeza pero recupera su cordura, la que dejó olvidada cuando pasó a estar absorbido por su trabajo. Ahora Martín entiende qué enfermedad hace que los cerdos se maten y suiciden: los animales se están rebelando contra el poder opresor, prefieren matarse a seguir alimentando la cadena que les ahoga. Pero de nada sirve su descubrimiento, ya que él está siguiendo el mismo camino que los cerdos que se encaminan al matadero. Martín es ahora un loco que nadie escucha en estado terminal que pasa a ser desenchufado de las máquinas que le dan la vida. Con esto se paga su trabajo de tantos años.

Como decía, la historia es enrevesada y a veces complicada de seguir. Pero tampoco asistimos a una obra al uso, no se trata de una historia convencional, con presentación, nudo y desenlace. Más bien hablaríamos de una lección para nuestras vidas, una bofetada para que reaccionemos y veamos en qué nos hemos convertido. La crítica afecta a nuestras vidas, el trabajo, la facilidad con la que nos hemos dejado comprar, la falta de juicio y pensamiento propio, y tantos otros temas.  

Como siempre sus escenarios tienen el sello muy personal. Con muy poco atrezo pero muy versátil, consiguen recrear todos los ambientes que necesitan. En este caso utilizan estanterías metálicas que simulan archivadores, pocilgas, cárceles, mesa de operaciones. Y como siempre cuentan con cables colgando del techo donde enchufar los flexos que iluminarán las mesas de trabajo, quirófano, o a cualquier personaje que quiera ser escuchado por todos e imponer su criterio.

Los cuatro actores se guisan y se comen todo lo que allí ocurre. Crean el ambiente, escriben los textos fieles a su estilo tan personal, cambian la escena partiendo de los objetos de que disponen. Con todo ello consiguen llevarnos a su mundo, un lugar que cada vez tiene más seguidores. 

1 comentario:

  1. El nombre de esta obra me parece muy curioso. Y la reflexión que haces al principio, muy interesante. La seña de identidad de la compañía en base a lo que a ti te ha transmitido. Quizás podrías escribir una entrada sintetizando esas impresiones para las compañías que más te gustan. Creo que la reflexión sería positiva.

    Qué bueno el planteamiento de la obra, y muy graciosa la referencia al "Martín". El escenario de la obra, entre las fotos y tus descripciones, también me lo imagino muy bien. Que haya esa movilidad de luces hace que la obra sea más dinámica, más "actual" y más viva.

    A mí también me has llevado a su mundo a través de tu crítica.

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