miércoles, 21 de diciembre de 2011

MÜNCHHAUSEN

No es fácil escribir una crítica sobre esta obra, o al menos comenzarla.

El tema parece muy atrayente, con una lectura rápida de la sinopsis ya se siente curiosidad por conocer más de la historia. Y realmente lo que nos cuentan es interesante pero no consiguen llevar a término todas las expectativas que se imaginan a priori sobre la obra.
Y es que el texto está muy trabajado, cada frase, cada idea, cada gesto tiene su sentido pero se ha llevado a cabo de una forma tan enrevesada que la obra se complica demasiado. Hay veces que es difícil saber de qué nos hablan, qué sentido tienen algunas escenas y acabamos perdidos y aburridos entre tanta idea, sueño, odio que no conseguimos enlazar.  

Porque para mí la obra va de todos esos problemas grandes, desviaciones que no podemos superar, que desarrollamos, heredamos y transmitimos, sin ser conscientes del daño que estamos provocando. Todo ese dolor, tedio, incomprensión que no sólo sufre el que lo vive sino también el que está cerca, especialmente los hijos.

La obra cuenta la historia de una familia a lo largo de siete años, desde el nacimiento de su hijo menor, Nik, hasta su séptimo cumpleaños. El pequeño nació prematuramente y es enfermizo y débil. Su madre vuelca todo su cariño en él, y así cubre la falta de amor de su marido, un ginecólogo que únicamente se fijó en ella como medio para experimentar sus avances médicos y su carrera. Su hija mayor esconde su debilidad bajo una máscara de odio y desprecio a su madre, mientras que adora a su padre, y sólo sueña con salir de allí. La familia vive en la casa de la madre de ella, una mujer anticuada, fría, racista, que desprecia a todos y no sabe mostrar el más mínimo atisbo de cariño por nada ni nadie.

El pequeño se siente arrinconado, odiado, sólo el cariño de su madre le calma y en éste se refugia para no crecer y afrontar la vida. Pero su hermano gemelo, que murió poco después de nacer, viene a hablarle, a pedirle explicaciones por su carácter débil, a reclamarle porqué él murió siendo el más fuerte y a exigirle que se muera.

Los personajes se balancean inestablemente, sufren en silencio y atacan al resto de integrantes de la familia, en un círculo vicioso que va a más y a cada momento parece estar a punto de saltar por los  aires. Sobre todos ellos, es el pequeño Nik el que más sufre, su padre y hermana le odian, su hermano le reclama su muerte, su madre le hiperprotege y un sonido que le acompaña a diario le atormenta. Es el de su madre, que quiere seguir teniéndole unido por una especie de cordón umbilical, que mató a su hermano para salvar y proteger al más débil y necesita seguir dándole de mamar y así salvarse ella, sentir que tiene a alguien a quién querer. Este secreto bien guardado está detrás de todos, les atormenta, una vez desvelado libera al pequeño, le permite ir a dónde debería de haber llegado al nacer.

Al menos esto entendí, quizá había mucho más o puede que el argumento real no roce ni por asomo lo aquí contado. Éste es el problema de de complicar tanto una obra, y a su vez hacerla tan redonda y cerrada. Quizá sería necesario volver a verla y así apreciar los detalles no comprendidos la primera vez, pero no creo que esta obra sea tan buena como para merecerse esa segunda oportunidad.



miércoles, 23 de noviembre de 2011

PERSÉFONE

De Perséfone se podrían escribir mil obras e interpretar su vida de muchas y diferentes maneras. Alguien tan antagónico como ella, que representa el nacimiento de la vida, la primavera, en la forma de Core y su fin como Perséfone, cuando baja al inframundo, tendría que dar lugar obras muy interesantes.  

De todas las posibles historias hoy he ido a encontrarme con una de las malas.

Me llamó la atención de esta obra que quisieran hablar de la muerte partiendo del personaje de la mitología griega que la representa. Que fuera una creación de Comediants me resultó curioso pero no diría que me decidió para ir a verla.  Recuerdo la serie de humor que grabó esta compañía de teatro para la televisión allá por el año 90. Y recordé que su humor nunca me acabó de gustar. Pues la obra ha sido aún peor que mi recuerdo de aquella serie.

La historia que nos cuentan era simplona, parecía casi cogida con alfileres, una serie de historias que podrían haber sido escritas por niños alrededor de la idea de la muerte y de Perséfone, el personaje que nos las va relatando. No había más, canciones tontas como la obra (sí, era un musical), máscaras para caracterizar a los distintos personajes que van viviendo de diferentes formas la muerte de un familiar, interpretaciones normales sin ningún lucimiento y un audiovisual que hace las veces de escenario, que daba algo de vida y originalidad a la obra. Y eso que considero que poner un audiovisual en una obra de teatro es infravalorarlo, restarle posibilidades y arte.

También podría destacar detalles que me gustaron, la música era en vivo, una especie de hombre orquesta amenizaba de forma continua las actuaciones. La voz de Perséfone adornaba sus actuaciones, cantaba muy bien.

Algo podría contar del argumento, aunque creo que dejará la obra aún en peor lugar.  Rafa ha muerto y sus amigos, mujeres e hijo pasan por el duelo a despedirse. Los personajes muestran sin pudor lo que piensan, y Perséfone recibe distintas peticiones de ellos, entre ellas su hijo pide que le devuelva a la vida "un rato" para que cambie el testamento y sea él el heredero.

Incluso entendiéndola sólo como obra de entretenimiento me parece aburrida. 


lunes, 21 de noviembre de 2011

DENNIS RAFTER: NOCHE MAGISTRAL SOBRE SHAKESPEARE

¡Vaya! Pensé que hoy me salvaría, que no sería necesaria una crónica, que unos pequeños fragmentos no estarían a la altura de una obra de teatro, que no habría nada que contar, que la magia no se manifestaría, que no, que no…

Pero dónde menos lo esperas aparecen los ratos fantásticos, el ángel del teatro que hace volar la imaginación y puede ocurrir cualquier cosa.
Y cuando digo que es donde menos lo esperas, es algo literal. Hoy el Teatro Español abría sus puertas a todos y nos invitaba a jugar al juego del teatro, enseñaba las entrañas del actor, y con un maestro de ceremonias inmejorable nos hacía parte del escenario y de la creación. Denis Rafter es una especie de El Brujo en versión irlandesa españolizada, que interpreta los personajes de Shakespeare, pero no como un actor más, él nos cuenta qué tiene que tener cada personaje para transmitir lo que el autor quiso decir, cuál es su magia, su razón de ser, le pone música, nos mete en su obra, ahora somos todos parte de ellos, Julio César, Ricardo III, Hamlet… Somos el Antonio al que Shylock no quiere prestar el dinero porque nos detesta, nos hemos convertido en notas de jazz que sonarían a Julieta si ella fuera música,  somos parte del cuarto soliloquio de Hamlet, donde se pregunta por el suicidio y el sentido de la vida, estamos en el senado romano con Julio César y Bruto, escuchando a Marco Antonio y gritando algo que suene italiano, algo así como spaguetti!, escuchamos al portero borracho de Macbeth contar el asesinado del rey, participamos de los 55 segundos de un soneto, su medida perfecta, o hablamos de amor con Troilo y Crésida, partimos a luchar a la guerra contra Francia guiados por Enrique V y acabaremos con las siete edades del hombre de Cuándo gustéis. Todo sin descanso, como esta crónica.

Todo amenizado con música, canciones populares irlandesas, bromas y reflexiones profundas, y como único acompañamiento, un mínimo atrezzo, una máscara, una sábana, un gorro…

Es un lujo disfrutar de alguien que adora tanto el teatro, vive para él, lo siente y lo transmite para que nosotros  podamos entenderlo y disfrutarlo como él. Puede que Dennis Rafter fuera, de todos los que estábamos allí, el que más disfrutó.



domingo, 20 de noviembre de 2011

LOS EMIGRADOS

Compartimos unas horas con dos inmigrantes, dos emigrados de su tierra que podrían ser parecidos pero que, al contrario, tiene orígenes y vidas muy diferentes. Y esas grandes diferentes les hace a veces no entenderse, discutir, juzgarse y criticarse, y de todo ello somos testigos.

Comparten una casa que más bien se diría que es un cuchitril, un sótano lleno de humedades y tuberías que suenan, allí más bien viven las vidas de sus vecinos y sobreviven  a las suyas.

Ambos abandonaron su país, de uno se conoce el motivo, dejó a su familia para conseguir dinero en un lugar mejor con un trabajo mejor. Y allí se deja la vida en la construcción sufriendo enfermedades y sin gastar nada, ¿para qué? Sueña con un futuro en su tierra que nunca llegará.
El otro es un hombre culto que abandonó su país y su buena vida allí por la falta de libertad. Quería dejar de ser esclavo en su tierra, un mono enjaulado. Huyó para ser libre y poder explicar su rabia y la situación que se vivía en su país. Pero una vez superado, una vez fuera de la jaula, también se fue su motivación para escribir y luchar.

Sus vidas se cruzan en ese sótano húmedo, el inframundo. Y allí charlan de ellos, mezclan historias banales con la profundidad de la vida. La simpleza del obrero, su esclavitud por el dinero y por ser alguien y volver a su tierra con regalos para todos, y construirse la mejor casa del pueblo, exaspera al hombre culto, que quiere conseguir un compromiso, una meta superior para él, una reivindicación contra el sistema, la libertad! Pero él tiene también mucho de lo que arrepentirse, perdió la furia por luchar y ahora sólo ve en su compañero su misión en la vida.  Porque él no dejó a nadie, no tiene ningún objetivo, no sabe hacia dónde va y ahora no tiene un sitio que sienta como suyo y al que quiera volver.

Los regímenes, las dictaduras, el dinero, todo nos esclaviza, nos hace aceptar un régimen que nos oprime, no nos representa y nos hace infelices, somos nosotros los que no debemos aceptarlo. La liberación no viene con la riqueza, es una nueva forma de opresión.

Los actores son geniales, es complicado representar una obra larga y densa en una habitación como único escenario y sin saltos en el tiempo, y conseguir transmitir a la vez tantos sentimientos, tensión, lástima, comprensión.  Es ese tipo de obras complejas, con muchos mensajes, que necesitan toda la atención durante la obra, y una dura reflexión después.


viernes, 18 de noviembre de 2011

PURGATORIO

El título ya nos da una idea de que la obra va a ser algo desasosegante. El Purgatorio no va a ser un sitio de risas y alegría. Desde que se entra al teatro, a la sala, hay un ambiente particular, de asfixia, se respira algo turbio. Estamos dentro de un despacho, una consulta o una celda, alguien está allí retenido y somos testigos de la conversación entre esta mujer y su supuesto médico.

Todo empieza aquí. Cuesta poner en pie la historia, nos va contado pinceladas de una vida trágica y unas consecuencias que nunca encontraron arrepentimiento. La mujer retenida amó mucho y abandonó su pasado, su familia, su vida anterior por esa pasión, y por sus celos y el despecho de ser abandonada hizo lo peor que se pueda hacer: mató a sus  dos hijos. Pero lo volvería a hacer porque sigue queriendo al hombre que le hizo tanto daño.

En otra celda muy cerca otro personaje vive la misma historia, es el hombre que ocasionó el despecho, el padre de los niños asesinados. Él también murió, se suicidó y ahora debe de purgar sus penas en este lugar, como la que fue su mujer. Él quiso a su mujer por encima de todo, pero siempre supo que estaría mejor con una mujer más tranquila, menos apasionada,  que no lo supiera todo de él con sólo mirarle. Su pecado, su error, fue otro, el de abandonar a sus hijos por una vida mejor, cerrar los ojos a la verdad, sólo pensar en él, pero el asesinato de sus hijos le hizo suicidarse, porque él llegó a creerlo posible. Ahora busca el perdón en el purgatorio, una nueva vida en la tierra, un nuevo papel que disfrutar, pero su osadía, su forma pretenciosa de engañar a los jueces pueden devolverle al infierno en la tierra, le pueden reencarnar en uno de sus hijos y vivir nuevamente su muerte, esta vez de manos de su madre, su mujer.

No es sencillo afrontar la vida así, el reto, la condena, los errores cometidos, todo tiene un precio.  Y el precio de su redención total va a ser el más difícil de todos, conseguir el arrepentimiento de la que fue su mujer, a la que tanto conoció y quiso. Y de la que sabe que nunca se rendirá. Y así, vestido de médico deberá día tras día dirigirse a la celda de ella y conseguir un avance, una muestra de cordura para que los dos sean liberados. Pero esa fuerza y convicción que nunca la abandonará es lo que realmente le hizo unirse a ella para siempre y nunca les permitirá separarse ni conseguir el perdón, pero, como dicen, tienen una eternidad para intentarlo y no hay otro sitio a dónde ir, siempre se quedarán allí.

La obra habla de convicciones, de la fuerza de los principios, del abandono y de los celos, y del arrepentimiento y la venganza, que cada personaje interpreta y prioriza de una manera.
El texto consigue mantener siempre el alma en vilo, cada frase puede ser extraída de la obra y analizada, es una sentencia, una forma de proceder sin ninguna duda.
Los dos únicos actores consiguen hacen muy creíbles sus personajes, estamos ante la revisión de los cargos del Purgatorio, es complicado encontrar fallos a un texto un una interpretación tan limpios, directos, emocionantes. 


EL PERRO DEL HORTELANO

Quizá sea una de las comedias más conocidas del Siglo de Oro Español, puede que se deba a Pilar Miro una buena parte de su fama, lo que estaba claro es que teníamos alguna idea de lo que íbamos a ver, y si a esto se le une que la representación era de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, todo tenía que salir bien.

Realmente la compañía no era estrictamente ésa, sino la Joven CNTC y esos años de experiencia se notan. Hacen un trabajo muy bueno pero de momento inigualable al de sus mayores, que con su sola presencia llenan el escenario. Y esas pequeñas diferencias se aprecian, no llegan a ser determinantes, pero perturban la atención y el placer del teatro.

La historia del perro del hortelano es conocida, ni come ni deja comer, con esto ya podemos imaginar los derroteros por los que nos llevará la historia.
Una dama de título, pretendida por aristócratas necios y tontos, realmente ama a su secretario, un joven instruido pero humilde que nunca soñó con ser querido por alguien así. Él quiere a otra, una doncella de su misma posición. La señora juega con él, se insinúa, le muestra sus sentimientos y cuando éste acepta de pleno y se ve en su nueva vida, ella le devuelve a la realidad. El juego desconcierta cada vez más al joven y lleva a la dama a un nuevo extremo, como una veleta. Cada nuevo vaivén cambia el ritmo y la vida de todos: Teodoro vuelve a aceptar a su futura novia y la dama acepta a un necio noble por esposo. No hay un momento de tranquilidad, de sosiego, entre tanto extremo.
Sólo algo salvaría el honor de la dama, que él fuera noble y sólo el asesinato del secretario salvaría a los necios nobles de perder a la dama que quieren. ¡Qué lío!
Y así ambas posibilidades se van a dar, y como debe de ser, acaba triunfando el amor, gracias a que un supuesto abuelo noble da título al joven secretario que descansa feliz con el engaño.

La historia es contada de forma graciosa, los criados de los nobles, más exagerados que ellos, animan la actuación.
Pero sigue fallando algo, la dicción no es muy buena, no tiemblan las paredes cuando hablan los actores, falta algo de fuerza. Los escenarios tampoco acompañan, los actores se esconden y ya me había acostumbrado a verles sentados alrededor del escenario, disfrutando de la actuación de sus compañeros, entre los músicos, como si de verdad estuviéramos en un antiguo corral de comedias.


viernes, 11 de noviembre de 2011

TRES AÑOS

La mezcla es perfecta, difícilmente mejorable: una obra de Chejov interpretada por la compañía de la sala Guindalera. Todo apunta bien, un auténtico valor seguro. Y se cumple.

La representación tiene sus pequeñas sorpresas porque realmente se trata de una adaptación de una obra de Chejov, y además no es una de sus famosas obras de madurez, pero tampoco de las comedias cortas de juventud. Así que Chejov se intuye pero no es tan fácil de reconocer como en otras.

La historia es más simple que en otros casos, no muestra el convulso momento social y político de Rusia, es más, la obra es bastante atemporal, de no ser por el vestuario y algún mínimo comentario. Tampoco se desarrolla obligatoriamente en Rusia, aunque sí mezcla el ambiente rural con la gran ciudad.

La historia trata básicamente del amor, y de lo que buscamos y encontramos con él. Se cuestionan y resuelven estas dudas a través de las vivencias de los personajes.

Alejandro, un hombre rico de ciudad, tímido y apocado, va al pueblo a ver a su hermana enferma y allí encuentre el amor en la hija del médico, una chica alegre y sencilla, y muy bella. No es la primera vez que se enamora, pero nunca ha sido correspondido y una vez más parece que ése será el resultado. Pero animado por su cuñado, un caradura aprovechado y conquistador, le pide matrimonio. Ella le rechaza pero piensa en lo que perderá de no aceptar la proposición, una vida en la ciudad, óperas, lujos, dinero, frente a convertirse en una vieja soltera. Se casan pero muy pronto llegan los problemas cuando nada más que el interés la une a él. La desdicha de no ser correspondido o el rechazo por un hombre que la toca y al que no ama, lo inunda todo de dolor. El recuerdo de lo perdido, la vida rural o la ciudad libre les hace replantearse la decisión tomada y ver como felicidad lo que ya no puede volver. Él tuvo una mujer que le amó, idealista, con principios, orgullosa, pero fea, y antepuso la belleza a su compañía y amor.
Pero el tiempo pasa y calma la sensación de frustración de ambos y empiezan a respetarse y a compartir momentos. El amor deja de verse como algo imprescindible para la felicidad, incluso los atisbos de pasión por otros son rechazados frente al cariño de saberse juntos. Y los malos momentos que podrían ser causa de ruptura se superan juntos y acaba surgiendo el amor a partir del recuerdo de lo que llevan vivido, especialmente de todo lo malo pasado y superado. Al final dicen que lo acertado no es tomar la decisión correcta, sino decidir y vivir a partir de ahí.

La historia está contada de la forma clásica, pero sobre ella los personajes salen del escenario y pasan a debatir, a expresar cada uno lo que siente como el amor (un misterio, una reacción química, algo imposible de juzgar), la felicidad, lo perdido, el valor de las decisiones y animan la obra, aunque ésta ya sola tiene un bonito mensaje.

En conjunto, vemos una reflexión sobre nosotros y nuestras vidas, y esos momentos de felicidad que a veces pasan desapercibidos.


domingo, 30 de octubre de 2011

DON JUAN TENORIO

Un año más, se representa Don Juan Tenorio en la víspera de difuntos, el 31 de octubre. El lugar, Alcalá de Henares, cuna de literatos y de la cultura española, rodeados por las antiguas murallas y frente al Palacio Arzobispal. Un lugar mágico para una representación romántica, y sombrío como corresponde al galán arquetípico español, cuyo final trágico y redentor ocurre en un cementerio.

La representación, abierta al público y al aire libre, fue afortunada pues la noche era cálida y acogedora. Tres escenarios contiguos establecían los límites de la escena. Mucho público, respetuoso y entregado. Los actores hicieron bien su papel aunque con algunos deslices, fruto quizás de la singularidad de la representación. La acústica fue excelente, igual que la iluminación, aunque en alguna ocasión el entramado del escenario impedía visualizar toda el área de representación a menos que el público estuviera justo enfrente.

La obra en sí sigue el cauce clásico. En la escena inicial, que atrae y llama la atención del espectador, Don Juan se presenta como galán canalla, aceptando peligrosas apuestas frente a su rival, Don Luis, y para desmayo de su padre y del comendador, embozados. Seguimos las consecuencias de la canallesca hasta el convento donde doña Inés sufre y se enamora. Pero la suya es una historia de amor imposible, pues Don Juan mata al comendador y a su rival y debe huir a Italia. A la vuelta de este, pasados muchos años, el galán se muestra cansado y perdido. Doña Inés también ha muerto. Y en el final trágico, es su espectro quien guía a Don Juan hacia la redención frente a una vida de maldad y eternidad de castigo.

Don Juan Tenorio es un clásico popular que atrae año tras año a jóvenes, adultos y viejos pues representa como ninguno el alma de un tiempo y de un país.


DONKA

No diría que Donka es una obra de teatro, sí un espectáculo circense, con mucha poesía y magia, llena de juegos y maravillosos momentos.Tampoco sería capaz de simplificar mi respuesta, y decir que me encantó o que me decepcionó.

La obra tuvo sus luces y sus sombras, sus momentos únicos donde todo lo que existía era la emoción del circo y la magia de los personajes que interpretaban pero hubo momentos de decepción, donde más que una obra sobre Chejov, paracía que asistíamos a un espectáculo donde usaban su nombre únicamente para atraer público, y no como inspiración y motivo de creación a partir de su universo de personajes.

Entre los momentos inolvidables recordaría uno con Chejov sentado a contraluz,creando sus obras, otro sería el de las tres hermanas jugando y disfrutando como nos las podríamos imaginar leyendo sus obras, ante su vida rural y sus desgracias, también la escena del hielo rompiéndose en una especie de ceremonia o fiesta en la que todo acaba y empieza, y muchas más, una niña aprendiendo a bailar, taconear en un casi baile flamenco, la pesca, el juego de cañas y cintas, el juego de acrobacias con truco,  las luces dando un único color que baña todo el escenario...

Y parecen bastante estas luces, pero es que para conseguir relacionar lo visto con las obras de Chejov hay que inventar e imaginar mucho. No es intuitivo ni sencillo saber de qué personaje nos hablan, e incluso aún sabiéndolo, a veces no se encuentra el sentido a la historia. Algunos malabaristas o acróbatas son geniales, pero no se consigue mezclar su juego con la obra o la vida de Chejov y eso deja una sensación extraña, la de un espectáculo típico que ha buscado dar un giro más comercial a la obra usando un nombre atractivo.

Y llegamos al final, en el que se hace un repaso a los personajes de Chejov, y una cama a modo de escenario les permite representar su minuto de gloria, mientras que el resto de actores se deja sobrepasar, arrasar por esa cama/escenario con su personaje, hasta que consiguen subirse a ésta tomando el nuevo papel.

Así acaba Chejov, ocupando su sitio final en ese escenario, como hicieron todos los personajes que él había creado en sus obras.

domingo, 23 de octubre de 2011

DIAMANTI

Me encanta las sorpresas agradables, disfruto especialmente cuando voy pensando que sé lo que voy a encontrar y vuelvo con una amplia sonrisa, la sensación de haber disfrutado plenamente de ese rato.

No voy a decir que ésta sea una de las mejores obras que he visto. Pero si se tengo en cuenta todos los elementos que forman una representación, ésta voy a colocarla entre las destacadas.
Porque no es igual una obra en un teatro público, con todos los medios, subvenciones y actores famosos, que una pequeña compañía que monta sus propias obras con actores aficionados y las representa en salones de actos de centros culturales.

Empezó la mañana con pequeños problemas, la máquina de imprimir entradas falló y hubo que retrasar el comienzo de la obra unos 15 minutos. Así que los actores tuvieron que salir a escena y entretener a los pequeños durante un buen rato, creo que más de lo que su capacidad les permitía. Pero allí estuvieron dando la cara, intentando salvar la situación y haciendo más ligera la espera de los pequeños, y por supuesto, de los mayores. Esos pequeños problemas impredecibles que se intentan solucionar de la mejor manera posible muestran sus ganas de hacer un buen trabajo.

Diamanti es la típica comedia italiana, la comedia del arte, donde no faltan sus típicos personajes, como Pulcinella o Arlequino. Pulcinella nos contará una historia de amor verdadero que pasa por muchas dificultades hasta que consigue triunfar. Como siempre, el dinero, la clase, la dote y las herencias se oponen al matrimonio de Flavio e Isabella. Para colmo, un capitán rico pero muy feo aparece en escena pidiendo la mano de Isabella. Los sirvientes de ambas familias divertirán, ayudarán y a veces entorpecerán el final que los novios esperan. Uno de ellos, el sirviente de Flavio es el otro típico personaje de la comedia del arte, Arlequino, divertido, truhán, patoso y caradura que anima la acción. La historia perfectamente podría haber sido escrita por Lope de Vega o algún otro autor del siglo de oro español, sólo cambiarían estos personajes típicos, que en las obras del s. de oro tendrían el toque español.

Y si además de todo esto tengo que explicar porqué la he disfrutado tanto,
creo que diría que los actores han sabido equilibrar en sus actuaciones pequeñas bromas y guiños a los pequeños y textos más profundos, correspondientes a la obras tal y como fueron escritas, consiguiendo una risa o sonrisa alegre y una obra divertida e inteligente. Y sí, he disfrutado como un niño.

TARTUFO

No sé qué me está pasando. Mira que presumo de ver mucho teatro y pienso que cada vez tengo más claro lo que me gusta o no. Pues parece ser que últimamente no acierto demasiado.

Voy a ver Tartufo con toda la ilusión puesta en ver un buen texto de Molière y con la mayor esperanza de acertar, ya que para disfrutar, la puesta en escena es casi igual de importante.

Tartufo es una de esas obras que me atrae, me capta, y aunque tuviera malas críticas, seguiría yendo a verla. Y no es que en este caso tenga malas críticas, pero tiene detalles que me dan mala espina: actores jóvenes, guapos y famosos, ¡cuánto daño hace la televisión!

Realmente debería de ser más fácil conseguir un buen resultado partiendo de un texto tan genial y revisando algunas de las tantas representaciones que se han hecho durante décadas, siglos. Pero algo acaba fallando y es que parece que una obra de Molière tiene que ser de humor sencillo, interpretación graciosa, risa fácil y si a esto se unen unas caras bonitas, no hay que complicarse más.

La historia habla de los caraduras, esos seres que se acercan a los poderosos, les camelan y se acaban haciendo imprescindibles, aprovechando sus malas artes. La ceguera de los ricos les permite a estos caraduras obtener todo lo que quieran, a pesar de los consejos de sus cercanos.

La obra es corta, quizá eso la salve de hacerse pesada. Los actores no están mal, tampoco bien. Es difícil ver si son buenos porque su interpretación es extremadamente forzada, supongo que esta idea también pertenece a la forma que tiene el director de entender la obra, simple, de risa fácil. Sí me resultó original la imitación que hacía de cine mudo y a cámara rápida, para contar algunas escenas.

Por lo demás, una obra simple para pasar el rato.

miércoles, 5 de octubre de 2011

YO, EL HEREDERO

Esta obra es de esas que imaginas cuando piensas en el teatro que veías en el salón de casa, en Estudio 1, hace unos 25 años. Personajes dialogando, un ambiente agradable, un salón, entrada y salida de actores, ritmo. Después llegarían obras más profundas, complejas y enrevesadas, clásicos, tantas...
Aquí disfrutar es sencillo, podría ser Mihura, Jardier Poncela o teatro del absurdo..

La historia comienza siendo divertida, sencilla, una familia rica cuenta todas sus obras de caridad, presume de sus buenas acciones, y realmente lo son. Pero todo empieza a complicarse cuando aparece un personaje que interrumpe la paz de la familia: el hijo de un hombre que acaba de fallecer y que vivió acogido durante 37 años en la casa, viene a reclamar su herencia, el puesto de su padre.
La familia encuentra absurda esta petición, o más bien, imposición, pero no consigue hacérselo ver al intruso, que con buenos argumentos esquiva todos sus intentos por echarle. Incluso el cabeza de familia, un importante abogado, pierde todas las batallas dialécticas contra el hijo aprovechado. Porque el intruso entiende que con la caridad que dieron a su padre le impidieron luchar y progresar. Fue un vividor acomodado que no dejó ninguna herencia a su hijo y éste viene a reclamar lo que su padre dejó de ganar o, a cambio, su puesto de acogido. Poco a poco los nervios de la caritativa familia se van exaltando y esa candidez y caridad iniciales se tornan en sus verdaderos sentimientos, buscan obtener el reconocimiento de los pobres ayudados por sus actos, recibir el agradecimiento continuo por sus buenas acciones, que en ciertos casos llegarán superar las barreras morales.
Porque el hombre acogido, Próspero, tuvo que hacer de bufón, de criado, de chico de los recados, y además agradecer el trato que le dieron. Pero realmente lo que sentía no era servilismo sino pura envidia. Y así fue anotando en su diario las vejaciones que sufría. El enredo va en aumento cuando el joven desvela secretos de la familia escritos por su padre en el diario que le fue enviado a su muerte. Porque éste no dejó herencia material, pero sí dejó un puesto que su hijo lucha por ocupar.

Su hijo, Próspero II, poco a poco, con su capacidad de convencer a todos, nos cuenta que esa caridad no ayuda, sino que frena los intentos de lucha y progreso. La comodidad evitó una vida mejor, e hizo aceptar situaciones degradantes.
También habla de la hipocresía alrededor de la caridad, que sólo es un deseo de reconocimiento y de devolución del favor.

La obra pasa del humor inicial, la historia simpática y algo enredada a reflejar las situaciones violentas y amargas, el hijo echa en cara cómo se reían de su padre, cómo éste aceptaba la situación por ser cómoda, y ventajosa para él, cómo él siempre fue un personaje de segunda clase que adornaba y distraía pero al que no debían nada, era él el que estaba en deuda con la familia.

Y la historia se repite, este personaje y sus ganas de vivir contagian y sacan del letargo de esa vida a la soltera de la casa que queda enamorada, como ya pasó hace años con su tía, ahora sola y triste, echando de menos al padre del nuevo intruso, al que siempre quiso.

El reparto es estupendo, pero hasta pasados los primeros quince minutos no consigue ser creíble. Ernesto Alterio simula un acento italo-napolitano que resulta muy forzado al comienzo, y cuesta ver al personaje que hay en él. Pasado este tiempo, parece que el humor facilita la compresión, pero la tensión que se vive empieza a revolvernos en el asiento, a hacernos sentir violentos a tener que decantarnos por una u otra forma de pensa, sabiendo que la aceptada socialmente  quizá no sea la que nos convence aquí.


miércoles, 28 de septiembre de 2011

VEINTICINCO AÑOS MENOS UN DÍA

Esperaba empezar mi blog con una gran obra de teatro, de esas que sólo el título evoca grandes clásicos, obras únicas, reconocidas por todos, pero no es así. Coincide que mi primera obra es actual y escrita directamente para ser interpretada, es decir, el título no da ninguna pista:
Veinticinco años menos un día.
Las obras desconocidas y nuevas cuentan aún con más sorpresas y magia que el resto del teatro porque todo está por descubrir. Las pocas críticas de teatro no suelen dar mucha idea de lo que vamos a ver. Y tampoco existen prácticamente los “trailers” que nos anuncien la personalidad de los actores, los decorados, la forma de interpretación... Toda esa magia del teatro nos la encontraremos cuando se apaguen las luces y empecemos a disfrutar de una nueva historia. Y hay veces que nuestras esperanzas (sí, yo siempre elucubro, imagino como va a ser) se cumplen y otras no.

En este caso “25 años menos un día” es de las obras que no llegó a reflejar lo esperado, no llegó a ser de las obras que te dejan una sonrisa, una preocupación, de las que disfrutas cada minuto.

Primero la obra está hecha como teatro dentro del teatro, los actores interpretan una obra, un recurso muy típico pero que no me suele molestar si está bien hecho y si hay algo más detrás de este enredo. Y la representación que están recordando a la última que se realizó de esta obra, transcurridos 25 años menos un día desde el estreno.
Aquí la obra era de humor inglés, una típica infidelidad amorosa entre un empresario, su mujer y su socio. El humor inglés está en todo, ya que un narrador, nuevamente inglés, ameniza y guía a los actores, y va dictando los comportamientos que tienen que seguir, claramente exagerados, buscando el humor. Esto a mí me puede provocar algunas sonrisas pero nada que ver con las carcajadas que suenan en el público, bastante molestas por no venir a cuento.
Al parecer el marido descubre la infidelidad y no encuentra otra solución como castigo y aceptación que sólo dirigir a su mujer la frase más pronunciada en inglés “The tea is ready”. Esto exaspera a su  mujer, que no se ve capaz de tratar el tema de su infidelidad.
Pero el segundo acto se complica cuando el actor que hace de marido, perseguido por espía nazi, escapa durante la representación que tiene lugar a los 25 años menos 1 día del estreno, y deciden elegir a alguien del público para que cubra su personaje. Se produce el caos, la actriz principal no sabe qué está ocurriendo sólo que su supuesto marido está suplantado por un hombre paralizado por el miedo escénico. Pero este caos a veces incluso aburre, la voz del narrador sólo consigue que no se pueda disfrutar tranquilamente de la obra y las bromas se hacen algo repetidas.
Los personajes sobreactúan forzadamente en esta representación alocada intentando salvar la actuación de esa noche. Incluso, el actor circunstancial decide representar su papel libremente, dificultando el trabajo a todos.

En fin, la obra entretiene, saca alguna sonrisa pero no consigue divertir ni ser algo especial. Me quedaría con el momento final, en el que el marido es asesinado, y antes de morir reflexiona sobre todo lo que pudo hacer mejor mientras vivió, olvidar los fantasmas, gozar y disfrutar, compartir y charlar con su mujer, y tratar los problemas en lugar de repetir hasta la saciedad “the tea is ready”.